Dos veces advirtió Cuchulain a Etarcomal,
perdonándole la vida.
"No me iré hasta que mi espada
no enrojezca de tu sangre
-dijo sin embargo Etarcomal-
o tu espada no enrojezca de mi sangre".
"Si es ésa tu voluntad, ésta es tu hora",
le respondió Cuchulain, e hizo honor a su palabra.
Diverso fue el juicio de sus pares:
Etarcomal el Valiente, Etarcomal el Breve,
o Etarcomal el Idiota.
Una fama menos perdurable,
pero una vida más larga
eligieron, por ejemplo, Iollan el Galgo
o Menéndez el Argentino.
Gerardo Gambolini, Arañas, Libros de Tierra Firme, Buenos Aires, 2007
muy bueno el poema de gambolini, hasta ahora desconocido para mí. buscaré más cosas por ahí
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