La abuela
Esto me lo contó Beatriz
y no sé si es verdad
pero es en ese “quizás”
donde las cosas se vuelven
interesantes.
Cuando su abuela
empezó a envejecer
se encerró en su departamento
de la calle Lafinur custodiada
por la boisserie y los candelabros
de plata.
No volvió a salir.
Si su nieta iba a visitarla
la esperaba en cama
entre sábanas limpias de algodón.
Acercáte, chiquita, no seas tímida.
Beatriz, con sus manos apretando la falda
de su vestido de organza y los ojos fijos
en los arabescos de la alfombra,
daba unos pasos hacia ella.
La anciana recorría con dedos anudados
el rostro fresco en busca de imperfecciones.
Maldita juventud, murmuraba
entre dientes y apretaba los labios
hasta hacerlos desaparecer
Una misa
Adentro se celebra una misa,
“¿cuándo tocan la campana, mamá?”,
pregunta y balancea su vestido rosado.
Salta de una lápida a otra,
con la delgada pierna izquierda
recogida como flamenco,
pisando sin pudor los nombres
grabados en la piedra
toc toc toc,
de las cosas tristes
siempre queda
un ruido de fondo
Un punto fijo
Imaginá que con la última luz del día
un colibrí picotea
el vidrio de tu ventana.
Sus alas furiosas abanican
el aire tibio, su cuerpo azulado
se sostiene en un punto fijo.
Imaginá entonces
que el silbido de la pava
hace estallar en pedazos la visión
cuando ésta más urgente parecía,
y que vos mecánica
apagás el fuego
hasta que todo enmudece
y algo dentro tuyo
vuelve a comprimirse
a su tamaño habitual
María Gainza (Buenos Aires, 1971)
Mansalva,
Buenos Aires, 2021
Muy buenos!!! ♥️♥️♥️
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