Ciudad interior
No puedo ser otra cosa que la pensativa del Patio de los
Callados, la llorosa del Parque de los Reyes,
la olvidadiza
ni otra
que la que recoge papeles con sangre
ni
aquella que no quiere el balazo solipsista
porque nada desaparecerá
A ratos soy la misma, la Una, la del espejo
que camina con una araña en el ojal
la sombra
que se pegó al hombre que dobló la esquina
y duele su cuello guillotinado
Fuente Neptuno
Te tomo la palabra. ¡Bah! ¡Qué haces aquí! Esto es peor que cruzar
la Avenida Cardenal Caro. O que Escilas y Caribdis en seco. No se
respira el salobre mar sino amoniaco puro. Amén del monóxido y
el hollín por mil. Es el Novus Orbis vomitado: Ngechén en la Cruz
y en la picana. Es la noche bajo el tridente, dando tumbos por las
escalinatas, por la Escala Unica sin un peso en los bolsillos. Pronto
aparecerán tus pescados de acá, la corte milagrosa para el Mirón
del Cerro. Los príncipes del peñascazo se quedarán en las laderas
salivando un pito. Las reinas de la noche pasarán derecho al
fornicatorio. Los caminos yacen atestados y el cerro se mueve
como un pulpo. Los reyes del sablazo establecen pronto sus capitales.
Los vampiros tienen puestos sus guantes de gasa. El Mohicano
encendió su fogata y yo he lanzado mis cupidos a más no poder. Es
mi única transacción la que se pierde en el aire, un chorro sin destino.
Mojo la cara en tus aguas y no logro quitarme la sarna de maldito.
Nunca tuve proposiciones que hacerle a la vida.
WC
muros de la democracia nuestros públicos
doble vecé
Lascaux para damas y caballeros
a solas consigo mismos
obran
pájaros conchas vestigios
imprecaciones
allí donde se suelta
eso los demás el ello
nombres direcciones teléfonos
croquis mágicos
monerías
incisiones humanas incitaciones
donde se tira agua papel y
lejía
Elvira Hernández (Lebu, Chile, 1951), Santiago Waria, Cuarto Propio, Santiago de Chile, 1992
No puedo ser otra cosa que la pensativa del Patio de los
Callados, la llorosa del Parque de los Reyes,
la olvidadiza
ni otra
que la que recoge papeles con sangre
ni
aquella que no quiere el balazo solipsista
porque nada desaparecerá
A ratos soy la misma, la Una, la del espejo
que camina con una araña en el ojal
la sombra
que se pegó al hombre que dobló la esquina
y duele su cuello guillotinado
Fuente Neptuno
Te tomo la palabra. ¡Bah! ¡Qué haces aquí! Esto es peor que cruzar
la Avenida Cardenal Caro. O que Escilas y Caribdis en seco. No se
respira el salobre mar sino amoniaco puro. Amén del monóxido y
el hollín por mil. Es el Novus Orbis vomitado: Ngechén en la Cruz
y en la picana. Es la noche bajo el tridente, dando tumbos por las
escalinatas, por la Escala Unica sin un peso en los bolsillos. Pronto
aparecerán tus pescados de acá, la corte milagrosa para el Mirón
del Cerro. Los príncipes del peñascazo se quedarán en las laderas
salivando un pito. Las reinas de la noche pasarán derecho al
fornicatorio. Los caminos yacen atestados y el cerro se mueve
como un pulpo. Los reyes del sablazo establecen pronto sus capitales.
Los vampiros tienen puestos sus guantes de gasa. El Mohicano
encendió su fogata y yo he lanzado mis cupidos a más no poder. Es
mi única transacción la que se pierde en el aire, un chorro sin destino.
Mojo la cara en tus aguas y no logro quitarme la sarna de maldito.
Nunca tuve proposiciones que hacerle a la vida.
WC
muros de la democracia nuestros públicos
doble vecé
Lascaux para damas y caballeros
a solas consigo mismos
obran
pájaros conchas vestigios
imprecaciones
allí donde se suelta
eso los demás el ello
nombres direcciones teléfonos
croquis mágicos
monerías
incisiones humanas incitaciones
donde se tira agua papel y
lejía
Elvira Hernández (Lebu, Chile, 1951), Santiago Waria, Cuarto Propio, Santiago de Chile, 1992
No hay comentarios.:
Publicar un comentario