Libro 1
Los delineamientos de los Gigantes
III (Continuación y final)
Poco antes de las dos, agosto 16, 1875, el señor Leonard Sandford, de la firma Post y Sanford, mientras trabajaba en mejoras para la compañía de agua en las Cataratas, observaba el barranco cerca del puente de mando de las obras hidráulicas. Vio lo que parecía una pila de ropa, y mirando cada tanto con atención allí donde el torrente se hundía y se elevaba, distinguió las piernas de un hombre cuyo cuerpo estaba atascado entre dos troncos, de un modo muy peculiar. Era en la horqueta de estos troncos donde el cuerpo se hallaba atrapado.
La visión de un cuerpo colgando sobre el precipicio era tan novedosa como horrible en su aspecto. Las noticias del hallazgo atrajeron una enorme cantidad de visitantes durante todo el día.
¿Qué más hacer para soportar la cosa?
La mitad del río rojo, la otra mitad humeando púrpura
por los respiraderos de la fábrica, escupiendo calor,
arremolinándose, borbotando. La orilla muerta,
el barro brillando .
¿En qué otra cosa puede pensar él—caminando
por la grava del parque profanado, destrozado por
los hijos salvajes de los obreros que arrancan el pasto,
a patadas, gritando? Una química, corolario
del abuso académico, que el teorema
con precisión, precisamente erra . .
Él piensa: sus bocas comiendo y besando,
escupiendo y chupando, hablando; un
grupo de cinco .
Él piensa: dos ojos; nada se les escapa,
ni las circunvoluciones desde la orquídea sexual
cercada con helechos y madreselvas, hasta
el último pelo del consentimiento de los moribundos.
Y la seda va desde los tambores calientes hasta una música
de suvenires patéticos, un peine y una lima para uñas
en un neceser de cuero de imitación—para
recordarle, ¡para recordarle! y
un portarretratos con fotografías de él
entre dos niños, todos regresaron
llorando, llorando—en la habitación trasera
de una viuda vuelta a casar, una lengua vil
pero de conducta solícita, guiando a un marido
borracho . .
Qué me importan las moscas, a la mierda con ellas.
Estoy fuera de casa todo el día.
Tiraron el caballo muerto a la cloaca.
¿Qué nacimiento predice esto? Creo
que con el tiempo, él escribirá una novela .
P. Tu interés está en la maldita arcilla pero
yo persigo el producto final.
I. El liderazgo se convierte en imperio; imperio engendra in-
solencia; insolencia trae la ruina.
Tal es el misterio de su un-dos, un-dos.
Y así, entre los demás, él conduce
en su nuevo coche dirigiéndose a los suburbios, yendo
por la granja de ruibarbo—un pensamiento simple—
donde el convento de las Pequeñas Hermanas de
Santa Ana finge un misterio
¿Qué
irritación de ofensivo ladrillo rojo es esta,
roja como la carne de un pobre? ¿Anacrónico?
El misterio
de las calles y cuartos traseros—
limpiándose la nariz en las mangas, ven aquí
a soñar . .
Ventanas de edificios de bordes puntiagudos, en las que
no se ve ningún rostro—aunque no tiene cortinas, a las
que solo pájaros e insectos miran o
la luna observa, concerniente a aquello que se atreven
a recordar, a veces.
Es el complemento exacto de las calles vulgares,
una calma matemática, controlada, la distribución
arquitectónica, se hunde allí, se levanta acá .
los mismos ojos en blanco y fijos.
Una increíble
torpeza de dirección,
violaciones sin sentido—atrapados en cuatro patas
fregando el grasiento pasillo; la sangre
hirviendo como si estuviera en una bañera, donde se remojan—
Santos de yeso, joyas de vidrio
y esos deptos. de empapelados con flores, enigmáticamente
complejas—tienen acá
su belleza quincenal, además:
Cosas, cosas innombrables,
la pileta con restos de harina y
pedazos de carne podrida, tapas de botellas de leche: tienen
acá una tranquilidad y una belleza
Tienen acá (en los pensamientos de él)
un complemento tranquilo y casto.
Él modifica su cambio:
“El 7 de diciembre, el corriente año, (1737) a la noche, hubo un gran temblor de un terremoto, acompañado por un extraordinario estrépito; la gente despertó en sus camas, las puertas se abrieron de par en par, los ladrillos del hogar cayeron; la consternación era seria, pero por suerte no hubo grandes daños”.
El pensamiento trepa,
como caracol, sobre las rocas mojadas
ocultas al sol y a la vista—
cercado por el torrente que fluye—
y nace y muere ahí
en la húmeda recámara, apartado del
mundo—y desconocido por el mundo,
se envuelve en misterio—
Y el mito
que soporta la roca,
que soporta las aguas crece allí con fuerza—
en esa caverna, esa grieta profunda,
un verde intermitente
que inspira terror, observando . .
Y de pie, amortajada en el estruendo,
la Tierra, la charlatana, madre de toda
habla . . . . . . . . . . . . . .
N.B. “Con el aparente fin de acercar la métrica más aun a la prosa y al habla común, Hipponax terminaba sus yámbicos con un espondeo o un troqueo en lugar de un yámbico, violentando al máximo la estructura rítmica. Estos versos deformes y mutilados fueron llamados χωλίαμβοι o ǐαμβοι σκάζουτες (yámbicos débiles o de pie quebrado). Ellos transmitían una curiosa dureza al estilo. Los coliambos son para la poesía lo que el enano o el tullido son para la naturaleza humana. Aquí también, al aceptar este metro vacilante, los griegos demostraron su agudo sentido estético de la corrección, reconociendo la armonía que subsiste entre los versos duros y los temas retorcidos de los que se ocupan—los vicios y perversiones de la humanidad—como también su concordancia con el espíritu burlón de los satíricos. El verso deforme era apto para la moralidad deforme”.
—Estudios sobre poetas griegos, John Addington Symonds
Vol. I, pág. 284
[Fin del primer libro]
William Carlos Williams (Rutherford, 1883-1963), Paterson, New Directions, New York, 1963
Versión de Silvia Camerotto
The Delineaments of the Giants
III
Shortly before two o´clock August 16, 1875, Mr. Leonard Sandford, of the firm of Post and Stanford, while at work on the improvements for the water company, at the Falls, was looking into the chasm near the wheel house of the water works. He saw what looked like a mass of clothing, and on peering intently at times as the torrent sank and rose, he could distinctly see the legs of a man, the body being lodged between two logs, in a very extraordinary manner. It was in the “crotch” of these logs that the body was caught. //The sight of a human body hanging over the precipice was indeed one which was as novel as it was awful in appearance. The news of its finding attracted a very large number of visitors all that day. //What more, to carry the thing through? //Half the river red, half steaming purple /from the factory vents, spewed out hot, /swirling, bubbling. The dead bank, /shining mud . //What can he think else—along /the gravel of the ravished park, torn by /the wild workers’ children tearing up the grass, /kicking, screaming? A chemistry, corollary /to academic misuse, which the theorem /with accuracy, accurately misses . . //He thinks: their mouths eating and kissing, /spitting and sucking, speaking; a /partitype of five . //He thinks: two eyes; nothing escapes them, /neither the convolutions of the sexual orchid /hedged by fern and honey-smells, to /the last hair of the consent of the dying. //And silk spins from the hot drums to a music /of pathetic souvernirs, a comb and nail-file /in an imitation leather case—to /remind him, to remind him! and /a photograph-holder with pictures of himself /between the two children, all returned /weeping, weeping—in the back room /of the widow who married again, a vile tongue /but laborious way, driving a drunken /husband . . //What do I care for the flies, shit with them. /I’m out of the house all day. //Into the sewer they threw the dead horse. /What birth does this foretell? I think /he’ll write a novel bye and bye . //P. Your interest is in the bloody loam but what /I’m after is the finished product. //I. Leadership passes into empire; empire begets in- /solence; insolence brings ruin. //Such is the mystery of his one two, one two. /And so among the rest he drives /in his new car out to the suburbs, out /by the rhubarb farm—a simple thought— /where the convent of the Little Sisters of /St. Ann pretends a mystery //What /irritation of offensively red brick is this, /red as poor-man’s flesh? Anachronistic? //The mystery /of streets and back rooms— /wiping the nose on sleeves, come here /to dream . . //Tenement windows, sharp edged, in which /no face is seen—though curtainless, into /which no more than birds and insects look or /the moon stares, concerning which they dare /look back, by times. //It is the complement exact of vulgar streets, /a mathematic calm, controlled, the architecture /mete, sinks there, lifts here . /the same blank and staring eyes. //An incredible /clumsiness of address, /senseless rapes—caught on hands and knees /scrubbing a greasy corridor; the blood /boiling as though in a vat, where they soak— //Plaster saints, glass jewels /and those apt paper flowers, bafflingly /complex—have here /their forthright beauty, beside: //Things, things unmentionable, /the sink with the waste farina in it and /lumps of rancid meat, milk-bottle-tops: have /here a tranquility and loveliness /Have here (in his thoughts) /a complement tranquil and chaste. //He shifts his change: //“The 7th, December, this year, (1937) at night, was a large shock of an earthquake, accompanied with a remarkable rumbling noise; people waked in their beds, the doors flew open, bricks fell from the chimneys; the consternation was serious, but happily no great damage ensued.” //Thought clambers up, /snail like, upon the wet rocks /hidden from sun and sight— /hedged in by the pouring torrent— /and has its birth and death there /in that moist chamber, shut from /the world—and unknown to the world, /cloaks itself in mystery— //And the myth /that holds up the rock, /that holds up the water thrives there— /in that cavern, that profound cleft, //a flickering green /inspiring terror, watching . .//And standing, shrouded there, in that din, /Earth, the chatterer, father of all /speech . . . . . . . . . . . . . . . . . //N.B. “In order apparently to bring the meter still more within the sphere of prose and common speech, Hipponax ended his iambics with a spondee or a trochee instead of a iambus, doing thus the utmost violence to the rhythmical structure. These deformed and mutilated verses were called χωλίαμβοι or ǐαμβοι σκάζουτες (lame or limping iambics). They communicated a curious crustiness to the style. The choliambi are in poetry what the dwarf or cripple is in human nature. Here again, by their acceptance of this halting meter, the Greeks displayed their acute aesthetic sense of propriety, recognizing the harmony which subsists between crabbed verses and the distorted subjects with which they dealt—the vices and perversions of humanity— as well as their agreement with the snarling spirit of the satirist. Deformed verse was suited to deformed morality.” //—Studies of the Greek Poets, John Addington Symonds //Vol. I, p. 284
END OF BOOK ONE
Ilustración: Factory, Preston Dickinson, 1920
Me arrodillo. De esta iglesia, W.C.W. es Sumo Sacerdote.
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