Luis de Gonzaga
Aloysius,
desde muchas generaciones y con ademanes transparentes,
la tierra florece en tu carne dulce,
en tus nombres ardorosos,
en su sangre elegida de "fanciullo puro".
Tu sangre.
Ciertamente, la historia de tu sangre es inquietante,
hubo en ella príncipes libertinos y mujeres manchadas.
Tú mismo,
en el parque del antiguo caudillo,
yacías y tañías como un olvidado prisionero.
Y fue así que germinó en secreto el fervor patrocinante,
pues cuando un niño nunca besa a su madre,
cuando no juega a besar las sombras,
decidió su forma.
Mantua verde,
Aloysius.
Mantua soleada de cortesía verídica,
¿qué temblor mensajero fue la caricia de aquel ciervo?
Dispuesto a encontrarte,
deseabas de antemano el difícil tiempo y la difícil muerte.
Hasta que la peste segura y numerosa,
la peste minuciosa como un signo,
resolvió tu penosa carencia.
De cenizas y aleluyas,
has partido con el humo de la hoguera.
Alberto Girri (Buenos Aires, 1919-1991), "Playa sola", 1946, Obra poética I, Corregidor, Buenos Aires, 1977
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Ilustración: Recuerdo de un jardín, 1914, Paul Klee
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