Las partes I a V de este poema aquí
Debe cambiar
VI
Tutéame*, dijo gorrión, a la crujiente brizna,
y tú, y tú, tutéame mientras te agitas,
cuando en mi espesura me contemples.
¡Oh, ké! El maldito reyezuelo, la urraca criminal,
ké-ké, el petirrojo cuello de jarro derramándose,
tutéame, tutéame, tutéame en mi claro.
Había tanta estúpida juglaría en la lluvia,
tantos badajos sonando sin campanas,
que estos tutéame componen un gong celestial.
Una voz repitiendo, un coro incansable,
las frases de una única frase, ké-ké,
un único texto, monotonía de granito,
una sola cara, como una fotografía del destino,
destino del soplador de vidrio, obispo sin sangre,
ojo sin párpado, mente sin ningún sueño—
estos son los juglares carentes de juglaría,
de una tierra en la que la primera hoja es una fábula
de hojas, en las que el gorrión es un pájaro
de piedra que nunca cambia. Tutéalo, tú
y tú, tutéalo y tutea. Es un
sonido como cualquier otro. Terminará.
VII
Después del brillo de la luna, decimos
que no necesitamos ningún paraíso,
que no necesitamos ningún himno seductor.
Es verdad. Esta noche las lilas amplifican
la pasión fácil, el amor siempre listo
del amante que vive dentro de nosotros y respiramos
un olor absoluto que nada evoca.
En la mitad muerta de la noche tropezamos
con el olor recargado, la floración abundante.
El amante suspira por una dicha asequible,
que puede llevar consigo en su respiración,
guardar en su corazón, esconder y nada se sepa.
Porque la pasión fácil y el amor siempre listo
son de nuestro origen terrenal y aquí y ahora
y donde vivamos y en todo lugar que vivamos,
como en la nube más alta de un mayo a la noche,
como en el coraje del hombre ignorante,
que canta según la liturgia, en el ardor del sabio, que escribe
el libro, deseoso de otra dicha accesible:
las fluctuaciones de la certeza, el cambio
de grados de percepción en la ignorancia del sabio.
VIII
En su viaje alrededor del mundo, Nanzia Nunzio
se enfrentó a Ozymandias. Fue
sola, como una virgen largamente preparada.
Yo soy la esposa. Se quitó el collar
y lo apoyó en la arena. Como soy, soy
la esposa, despojada del brillante oro,
la esposa más allá de esmeraldas o amatistas,
más allá del cuerpo ardiente que poseo.
Soy la mujer desnuda más desnuda
que la desnudez, de pie ante una orden
inflexible, que dice que soy la esposa contemplada.
Háblame de aquello, que cuando dicho, me exhiba
en su único precioso ornamento.
Ponme en el alma de la corona de diamantes.
Vísteme por entero en la hebra final,
para que tiemble con tal amor así conocido
y yo misma sea preciosa para tu perfección.
Entonces Ozymandias, dijo la esposa, la novia
nunca está desnuda. Una envoltura falsa
se teje siempre resplandeciente desde la mente y el corazón.
IX
El poema va del galimatías del poeta
al galimatías de la lengua vulgar y viceversa.
¿Va de uno hacia el otro o es de ambos
a la vez? ¿Es un luminoso revoloteo
o la concentración de un día nublado?
¿Existe un poema que nunca alcanza las palabras
y uno que parlotea interminablemente?
¿Es el poema tanto particular cuanto general?
Hay una mediación allí, en la que parece
haber una evasión, algo no aprehendido o
no aprehendido bien. ¿Nos evade
el poeta, como en un elemento sin sentido?
¿Evade este orador ardiente, dependiente,
el portavoz en nuestras embotadas barreras,
exponente según una forma de discurso, el orador
de un habla que es solo un poquito de la lengua?
Es el galimatías de la lengua vulgar lo que busca.
Intenta decir con un habla particular
la peculiar potencia de lo general,
para combinar la imaginación del latín con
la lingua franca et jocundissima.
X
Un banco fue su catalepsia, Teatro
del Tropo. Se sentó en el parque. El agua
del lago estaba llena de cosas artificiales,
como una página de música, como el aire superior,
como un color momentáneo, en el que los cisnes
eran serafines, eran santos, eran esencias cambiantes.
El viento del oeste era la música, el movimiento, la fuerza
ante la que los cisnes se inclinaban, una voluntad de cambio
una voluntad de inquietar a los iris de la orilla.
Había una voluntad de cambio, una necesidad
un modo actual, una representación, una especie
de mundo volátil, demasiado constante para ser negado,
el ojo de un vagabundo en una metáfora
que captura la nuestra. Lo fortuito no es
suficiente. La frescura de la transformación es
la frescura de un mundo. Es la nuestra,
es nosotros mismos, nuestra propia frescura,
y esa necesidad y esa representación
es la imitación de un vidrio por el que nos asomamos.
Estos principios, alegres y verdes, proponen
la relación adecuada. El tiempo los escribirá.
Wallace Stevens (Reading, Pennsylvania, 1879 - Hartford, Connecticut, 1955), Notes Towards a Supreme Fiction, 1942
Versión de Silvia Camerotto
* N del T. Existen diferentes explicaciones y algunas conjeturas sobre la palabra “bethou”. La traductora optó por la explicación del propio W. Stevens sobre que la misma es un sinónimo del francés: tutoyez-moi.
VI Bethou me, said sparrow, to the crackled blade, /And you, and you, bethou me as you blow, /When in my coppice you behold me be. /Ah, ké! The bloody wren, the felon jay, /Ké-ké, the jug-throated robin pouring out, /Bethou, bethou, bethou me in my glade. /There was such idiot minstrelsy in rain, /So many clappers going without bells, /That these bethous compose a heavenly gong. /One voice repeating, one tireless chorister, /The phrases of a single phrase, ké-ké, /A single text, granite monotony, /One sole face, like a photograph of fate, /Glass-blower’s destiny, bloodless episcopus, /Eye without lid, mind without any dream– /These are of minstrels lacking minstrelsy, /Of an earth in which the first leaf is the tale /Of leaves, in which the sparrow is a bird /Of stone that never changes. Bethou him, you /And you, bethou him and bethou. It is /A sound like any other. It will end. //VII After a lustre of the moon, we say /We have not the need of any paradise, /We have not the need of any seducing hymn. /It is true. Tonight the lilacs magnify /The easy passion, the ever-ready love /Of the lover that lies within us and we breathe /An odor evoking nothing, absolute. /We encounter in the dead middle of the night /The purple odor, the abundant bloom. /The lover sighs as for accessible bliss, /Which he can take within him on his breath, /Possess in his heart, conceal and nothing known. /For easy passion and ever-ready love /Are of our earthly birth and here and now /And where we live and everywhere we live, /As in the top-cloud of a May night-evening, /As in the courage of the ignorant man, /Who chants by book, in the heat of the scholar, who writes /The book, hot for another accessible bliss: /The fluctuations of certainty, the change /Of degrees of perception on a scholar’s dark. //VIII On her trip around the world, Nanzia Nunzio /Confronted Ozymandias. She went /Alone and like a vestal long-prepared. /I am the spouse. She took her necklace off /And laid it in the sand. As I am, I am /The spouse. She opened her stone-studded belt. /I am the spouse, divested of bright gold, /The spouse beyond emerald or amethyst, /Beyond the burning body that I bear. /I am the woman stripped more nakedly /Than nakedness, standing before an inflexible /Order, saying I am the contemplated spouse. /Speak to me that, which spoken, will array me /In its own only precious ornament. /Set on me the spirit’s diamond coronal. /Clothe me entire in the final filament, /So that I tremble with such love so known /And myself am precious for your perfecting. /Then Ozymandias said the spouse, the bride /Is never naked. A fictive covering /Weaves always glistening from the heart and mind. //IX The poem goes from the poet’s gibberish to /The gibberish of the vulgate and back again. /Does it move to and fro or is it of both /At once? Is it a luminous flittering /Or the concentration of a cloudy day? /Is there a poem that never reaches words /And one that chaffers the time away? /Is the poem both peculiar and general? /There’s a mediation there, in which there seems /To be an evasion, a thing not apprehended or /Not apprehended well. Does the poet /Evade us, as in a senseless element? /Evade, this hot, dependent orator, /The spokesman at our bluntest barriers, /Exponent by a form of speech, the speaker /Of a speech only a little of the tongue? /It is the gibberish of the vulgate that he seeks. /He tries by a peculiar speech to speak /The peculiar potency of the general, /To compound the imagination’s Latin with /The lingua franca et jocundissima. //X A bench was his catalepsy, Theatre /of Trope. He sat in the park. The water of /The lake was full of artificial things, /Like a page of music, like an upper air, /Like a momentary color, in which swans /Were seraphs, were saints, were changing essences. /The west wind was the music, the motion, the force /To which the swans curveted, a will to change /A will to make iris frettings on the bank. /There was a will to change, a necessitous /And present way, a presentation, a kind /Of volatile world, too constant to be denied, /The eye of a vagabond in metaphor /That catches our own. The casual is not /Enough. The freshness of transformation is /The freshness of a world. It is our own, /It is ourselves, the freshness of ourselves, /And that necessity and that presentation /Are rubbings of a glass in which we peer. /Of these beginnings, gay and green, propose /The suitable amours. Time will write them down.
Ilustración: Pájaros en picada y flechas, 1919, Paul Klee
Magistral, Camerotto. Gracias, Irene
ResponderBorrarhabía venido una o dos veces antes pero no quise comentar, quiero decir que el silencio a veces es mejor, para no ensuciar el texto, pero es que no me aguanto.
ResponderBorrarleí las partes anteriores, igual de alucinante.
un abrazo
"tutéame, tutéame, tutéame en mi claro"
ResponderBorrarpoesía pura