23
Los esclavos huían por las estepas acribilladas
con el quizás y la vida, aunque en despojos.
Sintieron el pánico ante los Panzer
y el olor de la sangre.
En un segundo ponían en la balanza
la duda en el triunfo final
y el estar en el hospital canalizados y oyendo
los quejidos de los camaradas
y la voz del comisario político, una certeza.
O muertos, carroña indiferente a la victoria.
Así, retrocedieron pero no entregaron sus ciudades.
La aldea sí, la égloga, Esenin, el fuego y la piara.
Su origen y sus madres. No el Kremlin.
No las pútridas cañerías de Stalingrado.
Resistieron como ratas, con el culo expuesto a sus generales
y el disparo de los propios que seguía a los desertores.
Avanzaron con el invierno entre cadáveres y trazadoras.
Y entre dientes decían que la huída es vaguedad.
El que escapa de verdad deja su cuerpo
a los cuervos y al juicio del Partido.
24
Durante las noches no fuiste acechado.
Estabas entre la suma restricción de los forzados.
Cada uno de los que dormían en sus departamentos
veía sombras o fuego en sueños o despertaba
mirando sus manos, su cuerpo, como vos,
iluminados por la lamparita tenue, el sudor amarillo.
25
Lo que condenan a tu alrededor es la muerte joven.
Con malicia has preguntado si a la muerte o al que muere.
¿Es honorable llegar a viejo y hartarse de comida?
¿No es honorable fumar y enfermarse de gripe española?
A mis setenta años seguiré haciendo muecas.
Pues las palabras son equívocas
cuando el anochecer se levanta.
26
Sí, es pertinente sentarse con el saco puesto.
Primero en el living amplio en el que se habla,
aún con cierto embarazo, de la noticia del día
(en el campo literario, pues de esto se trata,
es noticia el desplante de una viuda).
Después en el antiguo comedor se discute a fondo
el estado real del imperio; si declina,
si todavía la fuerza lo asiste.
Con el café, nuevamente en el living,
se comentan poemarios y citas recién adquiridas.
Seguimos con el saco puesto, las piernas cruzadas.
La calidad del vino se menciona de paso
y el anfitrión, como se debe, agradece ligeramente.
Tres de los comensales sabían manejar los cubiertos.
El cuarto, lo hacía con aceptable habilidad,
excepto cuando lo turbaba la idea de que era
el único con relaciones en la CIA y, tal vez,
el único que conocía a fondo la batalla de Stalingrado.
El quinto, adinerado, hundía el cuchillo en la presa
con el ahínco de las chabolas y los campamentos.
Si tienes fuerzas por detrás de los sitiadores,
resiste, pues la victoria será tuya. No puedes,
dijo Saladino, iniciar un sitio con fuerzas a tu espaldas.
El cerrojo se cerró sobre Von Paulus.
Es producto de esta civilización el cultivo de la vid,
aquel tapado de armiño y la forma de recordarte.
Los esclavos huían por las estepas acribilladas
con el quizás y la vida, aunque en despojos.
Sintieron el pánico ante los Panzer
y el olor de la sangre.
En un segundo ponían en la balanza
la duda en el triunfo final
y el estar en el hospital canalizados y oyendo
los quejidos de los camaradas
y la voz del comisario político, una certeza.
O muertos, carroña indiferente a la victoria.
Así, retrocedieron pero no entregaron sus ciudades.
La aldea sí, la égloga, Esenin, el fuego y la piara.
Su origen y sus madres. No el Kremlin.
No las pútridas cañerías de Stalingrado.
Resistieron como ratas, con el culo expuesto a sus generales
y el disparo de los propios que seguía a los desertores.
Avanzaron con el invierno entre cadáveres y trazadoras.
Y entre dientes decían que la huída es vaguedad.
El que escapa de verdad deja su cuerpo
a los cuervos y al juicio del Partido.
24
Durante las noches no fuiste acechado.
Estabas entre la suma restricción de los forzados.
Cada uno de los que dormían en sus departamentos
veía sombras o fuego en sueños o despertaba
mirando sus manos, su cuerpo, como vos,
iluminados por la lamparita tenue, el sudor amarillo.
25
Lo que condenan a tu alrededor es la muerte joven.
Con malicia has preguntado si a la muerte o al que muere.
¿Es honorable llegar a viejo y hartarse de comida?
¿No es honorable fumar y enfermarse de gripe española?
A mis setenta años seguiré haciendo muecas.
Pues las palabras son equívocas
cuando el anochecer se levanta.
26
Sí, es pertinente sentarse con el saco puesto.
Primero en el living amplio en el que se habla,
aún con cierto embarazo, de la noticia del día
(en el campo literario, pues de esto se trata,
es noticia el desplante de una viuda).
Después en el antiguo comedor se discute a fondo
el estado real del imperio; si declina,
si todavía la fuerza lo asiste.
Con el café, nuevamente en el living,
se comentan poemarios y citas recién adquiridas.
Seguimos con el saco puesto, las piernas cruzadas.
La calidad del vino se menciona de paso
y el anfitrión, como se debe, agradece ligeramente.
Tres de los comensales sabían manejar los cubiertos.
El cuarto, lo hacía con aceptable habilidad,
excepto cuando lo turbaba la idea de que era
el único con relaciones en la CIA y, tal vez,
el único que conocía a fondo la batalla de Stalingrado.
El quinto, adinerado, hundía el cuchillo en la presa
con el ahínco de las chabolas y los campamentos.
Si tienes fuerzas por detrás de los sitiadores,
resiste, pues la victoria será tuya. No puedes,
dijo Saladino, iniciar un sitio con fuerzas a tu espaldas.
El cerrojo se cerró sobre Von Paulus.
Es producto de esta civilización el cultivo de la vid,
aquel tapado de armiño y la forma de recordarte.
Jorge Aulicino, Cierta dureza en la sintaxis, Selecciones de Amadeo Mandarino, Buenos Aires, 2008
Humille, Aulicino, humille. Otra que, como se anda diciendo por ahí, belleza y facilidad. Una sola cosa: al último lo veo, sobre todo el final, medio forzado, esto es "de taquito", no sé. El 23 es obra maestra, a mi entender.
ResponderBorrarSalvo la impaciente o compulsiva Sorele, escucho el silencio de "los otros". ¿Se fueron al mazo; es más fácil tirar piedras; hacer un brulote; masturbarse? ¿necesitan más tiempo; están oyendo llover; piensan?
ResponderBorrarMuy buenos tus poemas, Jorge, gracias por mostrarlos.
Digamos, IG, que cada uno comenta lo que se le ocurre. O es que el espacio "democrático" del blog debe ser cuestionado? Si nadie comenta los poemas de Aulicino (tan duros, tan fríos -es un comentario, vio) es problema de cada quien. Con sólo decir "muy bunos tus poemas, Jorge, garcias por mostralos" le parece profundo?
ResponderBorrarNo, no me parece profundo ni superficial. Y sería una chanta si con una primera lectura hablara sobre los poemas. Me llama más la atención, hablo de los blogs, el hecho de que se expongan poemas inéditos y los que ayer gritaban por pavadas ni siquiera agradezcan. me pregunto si leen.
ResponderBorrarAcuerdo con ig, Jorge. Gracias por mostrarnos tus poemas y por tomarte el trabajo de alimentar el blog.
ResponderBorrarNo sé qué es para vos "cierta dureza en la sintaxis". Para mí es un problema y no, literario. Porque si "la etimología responde a la contemplatio/Pues debe haber un rastro que una el espíritu con la cosa", creo que en la sintaxis no es menor ese rastro. Quizá la sintaxis sea la arquitectura misma de la contemplación. Y si hay cierta dureza...
"Los poemas me gustan", diría si no fuera porque no se prestan a ese tipo de opiniones. Admiro,como tantas veces, que logres mostrar la forma en que la épica se cruza con lo íntimo, la grandeza de la historia con la miseria personal (y al revés, la miseria de la historia con la grandeza de cada uno). Esa forma de ver las cosas, la sintaxis que así las articula, no debe hacerte liviana la vida. Pero no hay remedio.
Aulicino:su sintaxis es perfecta.(y ud. lo sabe)Y si,yo puedo decir"los poemas me gustan"(si uno no puede opinar esto,que puede opinar?)
ResponderBorrarla sintaxisis puede que sea perfecta, sólo digo que es dura, y también es retórica o deseo.
ResponderBorrarAgradecido por los comentarios