Como esos círculos de colores
que se confunden a la distancia con una línea recta,
tus viajes me hacían verte distinto de lo que eras en realidad.
Porque te extrañaba, no te encontraba defectos, cosas
que en los demás detestaba y en vos me
resultaban útiles como un sacacorchos,
o incomparables como un cuento de Ribeyro.
Al acercarse al cuadro, ese juego de la vista caduca: hay círculos
de color verde, círculos de color azul,
y están perfectamente separados uno de otros.
Me decías: paciencia, paciencia. Yo sentía que no podía esperar,
que estaba en medio de un tablero sin saber
qué fichas convenía que moviera o cómo hacerlo.
A la distancia, quizás, parezca una tontería,
pero yo nunca fui tan sincera
con alguien, ni fui tan fiel. Aunque no sabía jugar,
me paraba en la vida como si supiera,
y completaba el cupo necesario para que existiera un juego,
un amor, una obra, da lo mismo.
Cecilia Romana (Buenos Aires, 1975), Poemas concretos, Cabiria, Buenos Aires, 2015
Precioso.
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