Leen el diario
leen el diario, aquí, se cuentan las historias de la mañana, aquí
se quejan del frío, se sientan delante de mí,
me miran una fracción de segundo, aquí, tienen
las uñas laqueadas, los dedos anillados, el doble mentón, los botones
que definen los confines de la intimidad, los de este yo
que es propio, y guay, guay con olvidárselo
abierto, con el abrigo desabotonado, la piel que halaga
el descaro del aire, de las miradas estupefactas, complacidas,
de la manos que procuran, buscan, encantan
en un ritmo que no es el de la mañana, no es el del susurro
discreto de las hojas del diario
abiertas por dedos enjutos de lectores, en busca del día,
del alba fría, el trabajo
Señora de la Autopista
Señora de la Autopista, cómo ocultar la angustía sutil
de los ciento cuarenta al adelantar el camión que te tira
al guardarrail de tu izquierda, a tu futuro, por un momento
estrecho como esa vía y luego de golpe libre, reabierto
como la carretera lisa de tres carriles, promesa de emoción
irreprimible del viento sobre las paredes externas, en el siempre
sutil y torvo y vago sentirse consciente de la no imposibilidad
del reventón imprevisto, el rechinar de las gomas, la explosión
de buen augurio del airbag, la cabeza sacudida y todo lo que vuela
en el habitáculo, como en una película en la que el fin ralentado
es una mágica suspensión de pequeños objetos, un elegante
encurvamiento del cuerpo, una flor lenta de cristales que se propagan
justo en torno a la frente que la atraviesa
Daniele Barbieri (Finale Emilia, Modena, 1957), inéditos
Versiones de Jorge Aulicino
Leggono il giornale
leggono il giornale, qui, si raccontano le storie del mattino, qui
si lamentano del freddo, si siedono davanti a me, mi
guardano una frazione di secondo, qui, e hanno
le unghie laccate, le dita inanellate, il doppio mento, i bottoni
che definiscono i confini dell’intimo, quelli di questo io
che è proprio nostro e guai, guai a dimenticarselo
aperto, col cappotto sbottonato, la pelle che lusinga
l’impudenza dell’aria, degli sguardi stupiti, compiaciuti,
delle mani che la incontrano, cercano, coinvolgono
in un ritmo che non è del mattino, non è da fruscio
discreto di fogli di giornale
divaricati da dita asciutte di lettori, alla ricerca del giorno,
all’alba fredda, al lavoro
Signora delle Autostrade
Signora delle Autostrade, come occultare l’angoscia sottile
dei centoquaranta, nel sorpasso del camion che ti stringe
al guardrail alla tua sinistra, e al tuo futuro per qualche attimo
stretto come quella via, e poi di colpo riaperto, libero
come la carreggiata liscia a tre corsie, promessa d’irreprimibile
emozione di vento sulle tue pareti esterne, nel sempre sottile
e torvo e vago sentirsi consapevoli della non impossibilità
dello schianto improvviso, dello stridore delle gomme, dell’esplosione
beneaugurale dell’airbag, della testa che sbatte, del tutto che vola nell’abitacolo
come nei film dove la fine al rallentatore
è una magica sospensione nel vuoto di piccoli oggetti, un elegante
inarcarsi del corpo, un fiore lento di cristalli che dilagano
proprio attorno alla fronte che lo attraversa
Foto: Daniele Barbieri en Fantasy Magazine
En el segundo poema, segundo verso, creo que hay una errata:
ResponderBorrardice: cienco
debe decir: ciento
Saludos.
Cierto es. Fue corregido. Muchas gracias
BorrarSolamente ahora lo vì. Gracias a Jorge.
ResponderBorrarAcà lo publicizé en mi blog: http://www.guardareleggere.net/wordpress/2013/06/13/di-due-traduzioni-di-poesie-mie/
Gracias Daniele
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