Pachinko
(continuación)
Algo de ese efecto podría confundirse con patrones que se dan en "En busca del tiempo perdido" de Proust, pero hay diferencias básicas, ahí las valencias de objetos de atención principal se sumergen en el lienzo que los contiene, y en eso quizás resida el gran mérito de Proust. O mejor dicho el mérito está en la invisibilidad de ese procedimiento. Leer como una novela clásica el monólogo de una máquina humana. Demás está decirlo, lo opuesto a Joyce. Otro defasaje de atención se da en Thomas de Quincey en el que suele producirse una sensación de desacuerdo entre el tráfico de información y el espacio de lectura recorrido; así, mientras ofrece cierta información, va agregando material de un modo no evidente, como si estuviéramos frente a una cajera de McDonalds y a medida que ella ofrece un combo más grande y pastel de manzana, algo en nosotros automáticamente dijera sí, sin que estuviéramos muy seguros de lo que estamos llevando.
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Creo que terminé de leer "Chinese Whisper" de John Ashbery porque en un momento mi mente descubrió, sin comunicármelo hasta después, que si me acostaba y abría el libro como si fuera un conjunto de relatos de cierto humor particular podía llegar a pasar un buen momento. También es posible leer estos poemas como un único texto, como una facetada historieta surrealista, en el que el asombro frente a cada nueva ocurrencia, en el mejor y en el peor sentido del término, puede depararnos risa, maravilla ante la destreza de la pluma y alguna que otra felicidad.
Basta un pequeño desarreglo para que los elementos que alguna vez lograron crear un nuevo sentido se desarmen y presenten una máscara descalabrada. Probablemente eso sea lo que pasa en ese libro de Ashbery, allí las lucubraciones mentales que elevaban el pensamiento y llegaban a poner en jaque el sentimiento, sus voces íntimas, sus rumores coloquiales, unidas a disparatadas situaciones, en este libro logran solo una involuntaria parodia de lo que alguna vez se pudo conquistar. Ashbery se presenta como un anfitrión de los Oscar, actúa de desenvuelto, y presenta su stand up de poesía con sus chistes más exitosos, pero con un fondo vacío y cansado de si mismo.
La utilidad poética de este libro quizás se encuentre en el verso aislado; a diferencia de otros de sus libros en los que el poema se va enriqueciendo verso a verso, en un transcurrir sugerente e inteligente de lo dicho a medias y con lo entrañable de ese ausente que puede comprender el secreto. En definitiva es una anulación de la unidad poema (y ni hablar de la del libro); la pesca del verso, o mejor dicho, de uniones de dos o más versos, serían la única posibilidad de placer.
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Akido Gauna
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