jueves, mayo 31, 2007

Anotaciones sobre la doctrina Pound:

-la mejor poesía, aquella en la que se percibe una "inteligencia poderosa moviéndose detrás de las palabras";

-la poesía "pegada al hueso";

-lenguaje "con la mayor carga de significación posible":

imágenes que tienen en común la poesía como continente: la inteligencia obrando detrás de las palabras como un utilero detrás del escenario; pegada al hueso como la piel; cargada de significación como una bala cargada de pólvora.

miércoles, mayo 30, 2007

Hace años -debe de haber sido en 1956 ó 1957-, cuando yo era adolescente -estaba casado y me ganaba la vida como recadero de una farmacia de Yakima, una pequeña ciudad del este del estado de Washington-, una vez fui en coche a llevar un medicamento a una casa de la parte alta de la ciudad. Me invitó a entrar un hombre despierto pero muy viejo que llevaba puesta una chaqueta de punto. Me rogó que por favor esperara en el cuarto de estar mientras buscaba su chequera.

En el cuarto de estar había muchos libros. De hecho, había libros por todas partes; encima de las mesas, en el suelo, junto al sofá -todas las superficies disponibles se habían convertido en sitios aptos para dejar libros encima-. Incluso había una pequeña biblioteca apoyada en una de las paredes de la habitación (anteriormente, yo nunca había visto una biblioteca privada; hileras e hileras de libros colocados en estantes en la residencia privada de alguien). Mientras esperaba, paseando la vista por el cuarto, me fijé que encima de una mesita había una revista con un curioso y, para mí, sorprendente nombre en la tapa: Poetry. Estaba pasmado, y la cogí. Era la primera vez que veía una «revista de poca circulación», por no decir una revista de poesía, y me había quedado mudo. Puede que sintiera envidia: también cogí un libro, uno que se titulaba The Little Review Anthology, editada al cuidado de Margaret Anderson. (Debería de añadir que para mí era un misterio lo que significaba «editada al cuidado de»). Recorrí las páginas de la revista y, tomándome todavía más libertades, empecé a hojear las páginas del libro. En el libro había muchísimos poemas, pero también fragmentos en prosa y lo que parecían observaciones o incluso páginas enteras de comentarios sobre cada poema seleccionado. ¿Qué demonios era aquello? Anteriormente yo nunca había visto un libro así -ni, claro está, una revista como Poetry-. Pasaba la vista de una a otra de aquellas dos publicaciones, y en secreto sentí la necesidad de poseerlas.

Cuando el anciano terminó de llenar el cheque, dijo, como si me leyera la mente: «Puedes llevarte ese libro, hijo. A lo mejor encuentras algo que te guste. ¿Te interesa la poesía? ¿Por qué no te llevas también la revista? Puede que algún día llegues a escribir algo. Si lo haces, tienes que saber adónde mandarlo».

Adónde mandarlo. Algo -no sé exactamente qué, pero noté que había sucedido algo de gran importancia-. Yo tenía dieciocho o diecinueve anos, estaba obsesionado con la necesidad de «escribir algo» y por entonces ya había hecho unos cuantos intentos fallidos con algunos poemas. Pero, la verdad, nunca se me había ocurrido que pudiera existir un sitio al que uno pudiera mandar esos esfuerzos con la esperanza de que los leyeran y hasta, algo perfectamente posible -increíblemente, o así me lo parecía-, pensaran en publicarlos. Pero allí mismo, en la mano, tenía la prueba visible de que existían personas responsables en ciertas partes del vasto mundo que editaban, Dios santo, una revista mensual de poesía. Estaba pasmado. Me sentía, como he dicho, en presencia de una revelación.
Raymond Carver
Un sendero nuevo a la cascada. Visor, Madrid, 1993. Traducción de Mariano Antolín Rato

Raymond Carver / Salud




Vodka seguido por café. Cada mañana
cuelgo el letrero en la puerta

SALÍ A ALMORZAR

pero nadie le presta atención; mis amigos
miran al letrero y
a veces dejan un mensaje corto escrito,
o si no llaman – Vení a jugar
Ray-mond.

Un vez mi hijo, el cabrón,
entró y me dejó un huevo pintado
y un bastón.
Creo que se tomó un poco de mi vodka.
Y la semana pasada pasó mi mujer
con una lata de sopa de carne de res
y un cartón de lágrimas.
Ella también se tomó un poco de mi vodka, creo,
y después huyó en un auto extraño
con un hombre que nunca he visto.
Ellos no entienden; estoy bien,
estoy bien acá donde estoy,
y en cualquier momento
estaré, estaré, estaré…

Me propongo tomarme todo el tiempo en este mundo,
considerar cualquier cosa, hasta milagros,
y sin embargo mantener mi guardia,
siempre más cuidadoso, más vigilante,
contra ellos que pecarían contra mí,
contra ellos que robarían vodka,
contra ellos que me harían daño.

Raymond Carver (Clatskanie, Oregon, 1938-Port Angeles, Washington, 1988)
Versión de Andrew Hax

domingo, mayo 27, 2007

¿Oís?


¿Oís el río?

¿Oís el río, Okusai? No está lejos.
Tiene el sonido ambiguo de la vida.
Son como cascotitos limpiándose
con la corriente, algo múltiple.

Prestá atención. Detrás del ruido
se ve el nacimiento rudo de las cosas,
eso íntimo, desesperado, casi, casi
enorme en su notoria nimiedad.

¿Oís, Okusai? ¿Ves? No necesito
que me pongas esa cara de tintorero
feliz. Dejate ir nomás, un poco.
¿O vinimos nada más que para esto?


Javier Adúriz (Buenos Aires, 1948)


  • Las eleccionesafectivas
  • sábado, mayo 26, 2007

    Elizabath Bishop / Un arte

    Un arte

    El arte de perder no es difícil de dominar;
    hay tantas cosas que parecen llenas de la intención
    de ser perdidas que su pérdida no es un desastre.

    Pierde algo todo los días. Acepta la molestia
    de llaves perdidas, la hora malgastada.
    El arte de perder no es difícil de dominar.

    Después practica perder más y más rápido:
    cosas y nombres y el lugar adónde pensabas
    viajar. Ninguna de estas cosas traerá un desastre.

    Perdí el reloj de mi madre. ¡Y miren!: mi última,
    o penúltima, de tres casas amadas se fueron.
    El arte de perder no es difícil de dominar.

    Perdí dos ciudades, hermosas ambas. Y, más vastos,
    algunos dominios que me pertenecían, dos ríos, un continente.
    Los extraño. Pero no fue un desastre.

    --Hasta perderte a ti (la voz jocosa, un gesto
    que amo) no hubiera mentido. Es evidente
    que el arte de perder no es difícil dominar,
    aunque se vea (¡escríbanlo!) como un desastre.

    Elizabeth Bishop (Worcester, 1911-Boston, 1979).
    Versión de Andrew Hax


    One Art

    The art of losing isn't hard to master;
    so many things seem filled with the intent
    to be lost that their loss is no disaster.

    Lose something every day. Accept the fluster
    of lost door keys, the hour badly spent.
    The art of losing isn't hard to master.

    Then practice losing farther, losing faster:
    places, and names, and where it was you meant
    to travel. None of these will bring disaster.

    I lost my mother's watch. And look! my last, or
    next-to-last, of three loved houses went.
    The art of losing isn't hard to master.

    I lost two cities, lovely ones. And, vaster,
    some realms I owned, two rivers, a continent.
    I miss them, but it wasn't a disaster.

    ---Even losing you (the joking voice, a gesture
    I love) I shan't have lied. It's evident
    the art of losing's not too hard to master
    though it may look like (Write it!) like disaster.

    viernes, mayo 25, 2007

    Y si escuchó, ¿escuchó mal?
    En el estudio de la lengua, dice Steiner, hay positivistas y trascendentalistas. A estos últimos se los reconoce porque parecen creer que el lenguaje es exterior a la especie humana: ¿un don, un implante, tal vez un "virus" (cf. Burroughs)? En todo caso, el impresor isabelino que cita Steiner, ¿no parece más bien haber escuchado mal que haber leído mal? ¿No parece su falla un error de dictado?
    De donde un poeta francés dio lugar a un gran verso en lengua inglesa:

    "Al traducir a Villon, Thomas Nashe había escrito: a brightness falls from her hair [un resplandor sale de su cabello]; el impresor isabelino se equivocó y escribió: a brightness falls from the air [un resplandor sale del aire], ¡que se ha convertido en uno de los versos talismánicos en lengua inglesa!"

    George Steiner, Los logócratas, Fondo de Cultura Económica-Siruela, México DF y Madrid, 2007

    jueves, mayo 24, 2007

    Eugenio Montale / La casa de los aduaneros



    Tú no recuerdas la casa de los aduaneros
    en la elevación inclinada sobre la escollera:
    desolada te espera desde la noche
    en que entró en ella el enjambre de tus pensamientos
    y se detuvo inquieto.

    La marejada azota hace años la vieja muralla
    y el sonido de tu risa ya no es alegre:
    la brújula gira loca a la ventura
    y el cálculo de los dados no regresa.
    Tú no recuerdas; otro tiempo trastorna
    tu memoria; un hilo se devana.

    Tengo todavía la punta; pero se aleja
    la casa y sobre el techo la ennegrecida
    veleta gira sin piedad.
    Tengo la punta; pero tú estás sola
    casi ni respiras en la oscuridad.

    Oh el horizonte en fuga donde se enciende
    rara la luz del petrolero.
    ¿Es este el paso? (Pulula todavía el oleaje
    sobre el acantilado que se desploma).
    Tú no recuerdas la casa de esta
    noche mía. Y yo no sé quién va y quién queda.

    Eugenio Montale, (Génova, 1891-Milán, 1981) Le occasioni, 1928-1939, Einaudi, Turín, 1996
    Versión J. Aulicino


    La casa dei doganieri

    Tu non ricordi la casa dei doganieri
    sul rialzo a strapiombo sulla scogliera: 
    desolata t’attende dalla sera 
    in cui v’entrò lo sciame dei tuoi pensieri 
    e vi sostò irrequieto. 
    Libeccio sferza da anni le vecchie mura 
    e il suono del tuo riso non è più lieto: 
    la bussola va impazzita all’avventura 
    e il calcolo dei dadi più non torna. 
    Tu non ricordi; altro tempo frastorna 
    la tua memoria; un filo s’addipana. 
    Ne tengo ancora un capo; ma s’allontana 
    la casa e in cima al tetto la banderuola 
    affumicata gira senza pietà. 
    Ne tengo un capo; ma tu resti sola 
    né qui respiri nell’oscurità. 
    Oh l’orizzonte in fuga, dove s’accende 
    rara la luce della petroliera! 
    Il varco è qui? (Ripullula il frangente 
    ancora sulla balza che scoscende...) 
    Tu non ricordi la casa di questa 
    mia sera. Ed io non so chi va e chi resta.

    ---
    Foto: Eugenio Montale, Milán, años 60 Giorgio Lotti/Mondadori/Getty Images

    Eugenio Montale / Motetes


    Motetes
    de Eugenio Montale
    Versiones de Jorge Aulicino


    El balcón

    Parecía fácil juego
    convertir en nada el espacio
    que me había abierto, en un tedio
    incierto tu fuego verdadero.

    Ahora en aquel vacío he concentrado
    cada uno de mis tardíos motivos,
    sobre la ardua nada se levanta
    el ansia de esperarte vivo.

    La vida que da vislumbres
    es aquella que sólo tú distingues.
    A ella te asomas desde esta
    ventana que no se ilumina.


    1

    Lo sabes: debo perderte otra vez y no puedo.
    Como un tiro preciso me subleva
    cada obra, cada grito y también el soplo
    salino que desborda
    los muelles y hace la oscura primavera
    de Sottoripa.

    País de herrajes y arboladuras
    selváticas en el polvo del atardecer.
    Un zumbido largo llega de lo abierto,
    raya como uña contra los vidrios. Busco el signo
    perdido, el testimonio que sólo tuve en gracia
    de ti.
    Y el infierno es cierto.


    2

    Muchos años, y uno más duro sobre el lago
    extranjero en el que arden los crepúsculos.
    Después descendiste de los montes a traerme
    San Jorge y el Dragón.

    Imprimirlo podría sobre el pavés
    que se agita con el azote del gregal
    en el corazón...
    Y por ti descender a un torbellino
    de fidelidad, inmortal.


    3

    Escarcha sobre los vidrios; reunidos
    siempre y siempre separados
    los enfermos; y sobre las mesas
    los largos soliloquios ante los naipes.

    Fue tu exilio. Reconsidero
    el mío: a la mañana
    cuando oía entre las rocas crepitar
    las bomba bailarina.

    Y duraban mucho las nocturnas luces
    de Bengala: como en una fiesta.

    Ha pasado un ala ruda, te ha rozado las manos,
    pero en vano: tu carta no es esta.


    4

    Hace mucho, estaba contigo cuando tu padre
    entró en la sombra y te dejó su adiós.
    ¿Qué sabía hasta entonces? El desgaste
    de antes me salvó sólo por esto:

    que te ignoraba y no debía: a los golpes
    hoy lo sé, si desde allá se abate
    un soplo y me trae Cumerlotti
    o Anghébeni –entre estallidos de espoletas
    y los lamentos y el acudir de los escuadrones.


    5

    Adioses, soplidos en la sombra, señas, toses
    y ventanillas bajas. Es la hora. Quizá
    los autómatas tienen razón. ¡Como parejas
    murallas a lo largo de los pasillos!
    .........................................................................
    -¿También tú prestas a la queda
    letanía de tu rápido esta hórrida
    y fiel cadencia de carioca?-


    6

    La esperanza de verte aún
    me abandonaba;

    y me pregunté si esto que me cierra
    todo sentido de ti, pantalla de imágenes,
    tiene los signos de la muerte o el pasado
    es eso, distorsionado y lábil,
    un resplandor tuyo:

    (en Módena, entre los pórticos,
    un criado con librea arrastraba
    dos chacales con una traílla).


    7

    El ir y venir blanco y negro de los
    vencejos desde el palo
    de telégrafo hasta el mar
    no conforta tus disgustos sobre el muelle
    ni te devuelve adonde ya no estás.

    Ya perfuma el saúco aferrado
    a la explanada; el chubasco mengua.
    Si la claridad es una tregua,
    tu querida amenaza la consume.


    8

    He aquí la señal; se enerva
    sobre el muro en que se dora:
    una mata de palma
    quemada por fulgores de la aurora.

    El paso que proviene
    del invernadero, tan leve,
    no está afelpado por la nieve, es aún
    tu vida, sangre tuya en mis venas.


    9

    El lagarto se dispara
    bajo la gran canícula
    hacia los rastrojos –

    la vela cuando flota
    y se abisma en el salto
    de la roca –

    el cañón del mediodía
    más apagado que tu corazón
    y el cronómetro
    arranca sin ruido –

    . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

    ¿y entonces? Luz de relámpago

    en vano puedo mudar en algo
    rico y extraño. Otro era tu sello.


    10

    ¿Por qué tardas? En el pino la ardilla
    bate con su cola contra la corteza.
    La medialuna desciende con su pico
    en el sol que la apaga. El día está hecho.

    De un soplo el lento humo se enrosca,
    se detiene en el punto que te encierra.
    Nada termina, o todo, si tu fulgor
    deja la nube.


    11

    El alma que dispensa
    furlana y rigodón en cada nueva
    estación del camino se alimenta
    de cerrada pasión, le reencuentra
    en cada recodo más intensa.

    Tu voz es esta alma dispersa.
    Sobre hilos, sobre alas, al viento, al acaso,
    con el favor de la musa o de una orden
    regresa alegre o triste. Hablo de otro
    y de otros que te ignoran y su esquema
    es acá el que insiste: do re la sol sol...


    12

    Te limpio la frente de carámbanos
    que recogiste atravesando las altas
    nebulosas; tienes las plumas laceradas
    de ciclones, despiertas en un sobresalto.

    Mediodía: alarga en el recuadro el níspero
    la sombra negra, se obstina en el cielo un sol
    friolento; y las otras sombras que descantan
    el callejón no saben que estás aquí.


    13

    La góndola que se desliza en un fuerte
    resplandor de alquitrán y de amapolas,
    la furtiva canción que se alzaba
    desde las masas de cordajes, las altas puertas
    cerradas sobre ti y risas de máscaras
    que huían en bandadas –

    ¡una noche entre miles y mi noche
    es más profunda! Se agita allá bajo
    una pálida madeja que me reanima
    a sacudones y me iguala a aquel absorto
    pescador de anguilas en la ribera.


    14

    ¿Arrecia sal o granizo? Hace estragos
    de campánulas, arranca la cedrina.
    Un tañido submarino se avecina
    cuando tú lo despiertas, y se aleja.

    La pianola de su infierno por sí misma
    acelera los registros, sal en
    las esferas del hielo ... – brilla como tú
    cuando fingiste con tu timbre de aria
    Lakmé en el Aria de las Campanillas.


    15

    En la primera claridad, cuando
    súbitamente un rumor
    de vía férrea me habla
    de hombres cerrados en viaje
    por el túnel de la piedra
    iluminado a tajos
    de cielo y agua mezclados;

    en la primera oscuridad, cuando
    el punzón que carcome
    el escritorio redobla
    su fervor y el paso
    del guardián se detiene:
    en la claridad y en la sombra,
    estaciones todavía humanas
    si tú en trenzarlas con tu hilo insistes.


    16

    La flor que se repite
    a la orilla del barranco
    no se olvida de mí,
    no hay tinte más alegre ni más claro
    que el espacio tendido entre tú y yo.

    Un chirrido se descerraja, se aleja,
    el azul obstinado no reaparece.
    En el bochorno casi visible me transporta al opuesto
    paradero el funicular.


    17

    La rana, antes de probar la cuerda
    del estanque que sepulta
    juncos y nubes, murmullos de algarrobos
    abrazados donde enciende sus antorchas
    un sol sin calor, tardo en las flores
    zumbido de coleópteros que liban
    todavía linfa, últimos sonidos, avara
    vida de la campiña. Con un soplo
    la hora se extingue: un cielo de pizarra
    se prepara a un irrumpir de descarnados
    caballos, a las chispas de los cascos.


    18

    No cortes, tijera, aquel rostro,
    solo en la memoria que se dispersa,
    no hagas de su gran rostro atento
    mi niebla de siempre.

    Un frío cala... Duro el golpe trunca.
    Y la acacia herida se sacude
    la cáscara de cigarra
    en el primer fango de Noviembre.


    19

    La caña que despluma
    blandamente su rojo
    penacho en Primavera;
    la senda en la zanja, sobre la negra
    correntada sobrevolada de libélulas;
    y el perro jadeante que regresa
    con su fardo en la boca,

    hoy aquí no me toca reconocer;
    pero sí allá donde el reverbero quema más
    y la polvareda se aplaca, más allá, sus
    pupilas ya remotas, sólo dos
    haces de luz cruzados.
    Y el tiempo pasa.


    20

    ... pero así sea. Un sonido de corneta
    dialoga con los enjambres del robledal.
    En la valva que el véspero refleja
    un volcán pintado fuma contento.

    La moneda incrustada en la lava
    brilla también ella sobre la mesa
    y retiene unas hojas. La vida que parecía
    vasta es más breve que tu pañuelo.

    Eugenio Montale (Génova, Italia, 1891 - Milán, Italia, 1981), Mottetti, edición de Dante Isella, Adelphi, Milán, 1992


    Mottetti

    Il balcone

    Pareva facile giuoco
    mutare in nulla lo spazio
    che m'era aperto, in un tedio
    malcerto il certo tuo fuoco.

    Ora a quel vuoto ha congiunto
    ogni mio tardo motivo,
    sull'arduo nulla si spunta
    l'ansia di attenderti vivo.

    La vita che dà barlumi
    è quella che sola tu scorgi.
    A lei ti sporgi da questa
    finestra che non s'illumina.


    1
    Lo sai: debbo riperderti e non posso.
    Come un tiro aggiustato mi summuove
    ogni opera, ogni grido e anche lo spiro
    salino che straripa
    dai moli e fa l'oscura primavera
    di Sottoripa.

    Paese di ferrame e alberature
    a selva nella polvere del vespro.
    Un ronzìo lungo viene dall'aperto,
    strazia com'unghia ai vetri. Cerco il segno
    smarrito, il pegno solo ch'ebbi in grazia
    da te.

    E l'inferno è certo.

    2
    Molti anni, e uno più duro sopra il lago
    straniero su cui ardono i tramonti.
    Poi scendesti dai monti a riportarmi
    San Giorgio e il Drago.

    Imprimerli potessi sul palvese
    che s'agita alla frusta del grecale
    in cuore … E per te scendere in un gorgo
    di fedeltà, immortale.

    3
    Brina sui vetri; uniti
    sempre e sempre in disparte
    gl'infermi; e sopra i tavoli
    i lunghi soliloqui sulle carte.

    Fu il tuo esilio. Ripenso
    anche al mio, alla mattina
    quando udii tra gli scogli crepitare
    la bomba ballerina.

    E durarono a lungo i notturni giuochi
    di Bengala: come in una festa.

    È scorsa un'ala rude, t'ha sfiorato le mani,
    ma invano: la tua carta non è questa.

    4
    Lontano, ero con te quando tuo padre
    entrò nell'ombra e ti lasciò il suo addio.
    Che seppi fino allora? Il logorìo
    di prima mi salvò solo per questo:

    che t'ignoravo e non dovevo: ai colpi
    d'oggi lo so, se di laggiù s'inflette
    un'ora e mi riporta Cumerlotti
    o Anghébeni — tra scoppi di spolette
    e i lamenti e l'accorrer delle squadre.


    5
    Addii, fischi nel buio, cenni, tosse
    e sportelli abbassati. È l'ora. Forse
    gli automi hanno ragione. Come appaiono
    dai corridoi, murati!
    . . . . . . . . . . . . . . . .

    — Presti anche tu alla fioca
    litania del tuo rapido quest'orrida
    e fedele cadenza di carioca?—

    6
    La speranza di pure rivederti
    m'abbandonava;

    e mi chiesi se questo che mi chiude
    ogni senso di te, schermo d'immagini,
    ha i segni della morte o dal passato
    è in esso, ma distorto e fatto labile,
    in tuo barbaglio:

    (a Modena, tra i portici,
    un servo gallonato trascinava
    due sciacalli al guinzaglio).

    7
    Il saliscendi bianco e nero dei
    balestrucci dal palo
    del telegrafo al mare
    non conforta i tuoi crucci su lo scalo
    né ti riporta dove più non sei.

    Già profuma il sambuco fitto su
    lo sterrato; il piovasco si dilegua.
    Se il chiarore è un tregua
    la tua cara minaccia la consuma.

    8
    Ecco il segno; s'innerva
    sul muro che s'indora:
    un frastaglio di palma
    bruciato dai barbagli dell'aurora.

    Il passo che proviene
    dalla serra sì lieve,
    non è felpato dalla neve, è ancora
    tua vita, sangue tuo nelle mie vene.

    9
    Il ramarro, se scocca
    sotto la grande fersa
    dalle stoppie —

    la vela, quando fiotta
    e s'inabissa al salto
    della rocca —

    il connone di mezzodì
    più fioco del tuo cuore
    e il cronometro se
    scatta senza rumore —

    . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

    e poi? Luce di lampo

    invano può mutarvi in alcunché
    di ricco e strano. Altro era il tuo stampo.


    10
    Perché tardi? Nel pino lo scoiattolo
    batte la coda a torcia sulla scorza.
    La mezzaluna scende col suo picco
    nel sole che la smorza. È giorno fatto.

    A un soffio il pigro fumo trasalisce,
    si difende nel punto che ti chiude.
    Nulla finisce, o tutto, se tu fólgore
    lasci la nube.

    11
    L'anima che dispensa
    furlana e rigodone ad ogni nuova
    stagione della strada, s'alimenta
    della chiusa passione, la ritrova
    a ogni angolo più intensa.

    La tua voce è quest'anima diffusa.
    Su fili, su ali, al vento, a caso, col
    favore della musa o d'un ordegno,
    ritorna lieta o triste. Parlo d'altro,
    ad altri che t'ignora e il suo disegno
    è là che insiste do re la sol sol . . .


    12
    Ti libero la fronte dai ghiaccioli
    che raccogliesti traversando l'alte
    nebulose; hai le penne lacerate
    dai cicloni, ti desti a soprassalti.

    Mezzodì: allunga nel riquadro il nespolo
    l'ombra nera, s'ostina in cielo un sole
    freddoloso; e l'altre ombre che scantonano
    nel vicolo non sanno che sei qui.

    13
    La gondola che scivola in un forte
    bagliore di catrame e di papaveri,
    la subdola canzone che s'alzava
    da masse di cordame, l'alte porte
    rinchiuse su di te e risa di maschere
    che fuggivano a frotte—

    un sera tra mille e la mia notte
    è più profunda! S'agita laggiù
    uno smorto groviglio che m'avviva
    a stratti e mi fa eguale a quell'assorto
    pescatore d'anguille dalla riva.

    14
    Infuria sale o grandine? Fa strage
    di campanule, svelle la cedrina.
    Un rintocco subacqueo s'avvicina,
    quale tu lo destavi, e s'allontana.

    La pianola degl'inferi da sé
    accelera i registri, sale nelle
    sfere del gelo . . . — brilla come te
    quando fingevi col tuo trillo d'aria
    Lakmé nell'Aria delle Campanelle.


    15
    Al primo chiaro, quando
    subitaneo un rumore
    di ferrovia mi parla
    di chiusi uomini in corsa
    nel traforo del sasso
    illuminato a tagli
    da cieli ed acque misti;

    al primo buio, quando
    il bulino che tarla
    la scrivanìa rafforza

    16
    Il fiore che ripete
    dall'orlo del burrato
    non scordarti di me,
    non ha tinte più liete né più chiare
    dello spazio gettato tra me e te.

    Un cigolìo si sferra, ci discosta,
    l'azzurro pervicace non ricompare.
    Nell'afa quasi visibile mi riporta all'opposta
    tappa, già buia, la funicolare.


    17
    La rana, prima a ritentar la corda
    dallo stagno che affossa
    giunchi e nubi, stormire dei carrubi
    conserti dove spenge le sue fiaccole
    un sole senza caldo, tardo ai fiori
    ronzìo di coleotteri che suggono
    ancora linfe, ultimi suoni, avara
    vita della campagna. Con un soffio
    l'ora s'estingue: un cielo di lavagna
    si prepara a un irrompere di scarni
    cavalli, alle scintille degli zoccoli.
    il suo fervore e il passo
    del guardiano s'accosta:
    al chiaro e al buio, soste ancora umane
    se tu a intrecciarle col tuo refe insisti.


    18
    Non recidere, forbice, quel volto,
    solo nella memoria che si sfolla,
    non far del grande suo viso in ascolto
    la mia nebbia di sempre.

    Un freddo cala . . . Duro il colpo svetta.
    E l'acacia ferita da sé scrolla
    il guscio de cicala
    nella prima belletta di Novembre.


    19
    La canna che dispiuma
    mollemente il suo rosso
    flabello a primavera;
    la rèdola nel fosso, su la nera
    correntìa sorvolata di libellule;
    e il cane trafelato che rincasa
    col suo fardello in bocca,

    oggi qui non mi tocca riconoscere;
    ma là dove il riverbero più cuoce
    e il nuvolo s'abbassa, oltre le sue
    pupille ormai remote, solo due
    fasci di luce in croce.
    E il tempo passa.


    20
    . . . ma così sia. Un suono di cornetta
    dialoga con gli sciami del querceto.
    Nella valva che il vespero riflette
    un volcano dipinto fuma lieto.

    La moneta incassata nella lava
    brilla anch'essa sul tavolo e trattiene
    pochi fogli. La vita che sembrava
    vasta è più breve del tuo fazzoletto.

    Cristina Campo/ Dos poemas















    El tigre ausencia

    Ah el Tigre
    el Tigre Ausencia
    ¡oh queridos
    ha todo devorado
    de este rostro vuelto
    a ustedes! La boca sola,
    pura,
    ruega todavía
    a ustedes: ruega todavía
    que el Tigre,
    el Tigre Ausencia
    oh queridos
    no devore la boca
    y el ruego.

    (La tigre assenza, Adelphi, Milán, 1991; originariamente publicado en Conoscenza Religiosa N° 3 en 1969)


    La nieve estaba suspendida entre la noche y las calles...

    La nieve estaba suspendida entre la noche y las calles
    como el destino entre la mano y la flor.

    En un sonido suave
    de campanas dilecto has venido...
    Como una vara floreció la vejez de estas escaleras.
    ¡Oh tierna tempestad
    nocturna, rostro humano!

    (Ahora toda la vida está en mi mirada,
    estrella sobre ti, sobre el mundo que tu paso vuelve a cerrar)

    (de Passo d’addio, Scheiwiller, Milán, 1956, vía Poesia in rete)

    Cristina Campo (Vittoria Guerrini), Bolonia, 1923-Roma, 1977
    Versiones de Jorge Aulicino


    La tigre assenza 

    Ahi che la Tigre,
    la tigre Assenza,
    o amati,
    ha tutto divorato
    di questo volto rivolto
    a voi! La bocca sola
    pura
    prega ancora
    voi: di pregare ancora
    perché la Tigre,
    la Tigre Assenza,
    o amati,
    non divori la bocca
    e la preghiera…



    La neve era sospesa tra la notte e le strade

    La neve era sospesa tra la notte e le strade
    Come il destino tra la mano e il fiore.

    In un suono soave
    Di campane diletto sei venuto…
    Come una verga è fiorita la vecchiezza di queste scale.
    O tenera tempesta
    Notturna, volto umano!

    (Ora tutta la vita è nel mio sguardo,
    stella su te, sul mondo che il tuo passo richiude).


    ---

    revisado en nov. 12 de 2019

    martes, mayo 22, 2007

    Cierta dureza en la sintaxis, 3

    28
    Puso el pie entre el caniche y una mujer
    para bajar el escalón hacia la calle
    cuando pasó ante sus ojos ese rostro joven desfigurado
    por un lampazo de rápidas galaxias.

    Suele hablarse de las pinturas fáciles con gramática compleja.
    A este Bacon que se interpuso entre el perro trivial
    y la imagen de la vacua vereda de enfrente
    nada es posible agregar.

    En los ojos no había desesperación
    y la mandíbula se iba hacia el Oriente
    mientras pasaba oteando el mundo de los otros
    aquella figura concebida con apuro por el dolor indiferente

    --vencido por las sociales cuestiones de una Cartago
    en llamas, abrumado por la clásica escultura
    de un Prometeo entregado a los buitres, conmovido
    por la furia de los pobres, el pintor estaba ausente.
    Solo Bacon pudo haber dicho: ella está en el orden
    de los planetas que os abandonan.

    Jorge Aulicino, Cierta dureza en la sintaxis, Selecciones de Amadeo Mandarino, Buenos Aires, 2008

    jueves, mayo 17, 2007

    Geoffrey Hill / Los fragmentos de Asís















    Los fragmentos de Asís
    Para G. Wilson Knight

    1

    León y leona, apacibles
    E inflamables bestias,
    En su preciso peligro mantuvieron
    Distancia y reposo –
    Y allí la serpiente
    Hizo brillar su cabeza
    Inocentemente.

    2

    Pues el halcón tuvo su persecución,
    Pues la muerte abrió sus ojos
    De niño. Pues los ángeles superaron
    A Adán: Él fue amancillado
    Por bálsamo. Creador, y criatura
    Hecha de tierra no natural;
    Aulló al cuervo: Encuéntrame;
    Al lobo: Come, mi hermano;
    Y al fuego: Estoy limpio.

    Geoffrey Hill (Bromsgrove, Reino Unido, 1932-Cambridge, Reino Unido, 2016),de King Log, 1968. Versión de Andrew Hax.


    The Assisi Fragments
    To G. Wilson Knight
    1
    Lion and lioness, the mild/Inflammable beasts,/ At their precise peril kept/Distance and repose –/And there the serpent/Innocently shone its head.
    2
    So the hawk had it’s pursuit. So Death/Opened its childish eyes. So the angels/Overcame Adam: he was defiled/By Balm. Creator, and creature made/Of unnatural earth, he howled/To the raven find me; to the wolf/Eat, my brother; and to the fire I am clean.
    ---
    Foto: The Telegraph

    miércoles, mayo 16, 2007

    nacido así

    Charles Bukowski por Charles Bukowski

    (Andernach, Alemania, 16 de agosto de 1920 - Los Ángeles, Estados Unidos, 9 de marzo de 1994)

    Versión de Andrew Hax


    nacido así
    a esto
    mientras sonríen las caras de tiza
    mientras la señora muerte se ríe
    mientras paisajes políticos se disuelven
    mientras que peces aceitosos escupen su presa aceitosa
    nosotros nacemos así

    a esto

    a hospitales que son tan caros
    que es más barato morir
    a abogados que cobran tanto
    que es más barato confesarse culpable
    a un país donde las cárceles están repletas
    y los manicomios clausurados
    a un lugar donde las masas elevan a necios
    a héroes ricos

    nacido a esto

    caminando y viviendo a través de esto
    muriendo por esto
    castrado
    corrompido
    desheredado

    por esto

    los dedos se extienden hacia un dios que no responde
    los dedos se extienden hacia la botella
    la píldora, la pólvora

    nacemos a la letalidad amarga
    en las calles habrá asesinato abierto y sin castigo
    será armas y muchedumbres vagabundas
    la tierra será inútil
    la comida será un bien con retornos en baja
    la energía nuclear será tomada por la gente
    explosiones sacudirán a la tierra continuamente
    hombres contaminados con radiación
    comerán la carne de hombres contaminados con radiación
    los cuerpos podridos de hombres y animales
    apestarán el viento oscuro
    y habrá el silencio más bello nunca oído

    nacido de eso

    el sol escondido allí
    esperando el próximo capítulo

    martes, mayo 15, 2007

    William Carlos Williams / De "Paterson"

    Las multitudes se concentraron el día señalado, a ambos lados. Apareció él y pronunció un corto discurso, como se esperaba. ¡Un discurso! ¿Qué podía decir sino que tenía que saltar, desesperadamente, para completar la faena? Y se arrojó a la corriente. En lugar de descender en picado, hizo ondear su cuerpo. El discurso le habría fallado, estaba confuso. La palabra había sido despojada de su sentido. No hay error en Sam Patch. Golpeó el agua de lado y desapareció.

    William Carlos Williams, Paterson, versión de Margarita Andanaz, Cátedra, Madrid, 2001
    Pues, del mismo modo, la ciudad de menguada población no será autosuficiente (y la ciudad ha de ser autosuficiente), al paso que otra de excesiva población, por más que pueda bastarse en sus necesidades, será como un conglomerado étnico, pero no será una ciudad, ya que no le será fácil tener un gobierno constitucional. ¿Quién podrá, en efecto, ser general de una multitud tan considerablemente excesiva, o quién podrá ser su heraldo, a menos de tener una voz estentórea? La ciudad mínima, por lo tanto, requiere de un mínimo de población que pueda bastarse a sí misma para vivir una vida decorosa en una comunidad política.

    Aristóteles, Etica Nicomaquea. Política, Traducc. Antonio Gómez Robledo, Editorial Porrúa, México, 1994

    sábado, mayo 12, 2007

    Sergio Esenin, Vladimiro Maiacovski / Duelo




    Fotos: Esenin- Maiacovski








    En pleno proceso revolucionario en Rusia, el poeta Sergio Esenin apareció colgado en el hotel Inglaterra, en Leningrado, las venas cortadas. Esénin, poeta del lar, de la aldea, había virado hacia la poesía revolucionaria y su muerte causó un enorme impacto. Vladimiro Maiacovski, líder del futurismo y en términos teológicos, oficialista, se sintió obligado a contrarrestar el efecto dramático y político de este suicidio. Su artículo "Cómo se hacen los versos" es, al estilo de "Método de composición", de Poe, una explicación de cómo fue concebido su poema "A Sergio Esénin", y, sobre todo, de por qué. Maiscovsky relata: "Su fin afligió sencillamente, humanamente. Pero de pronto su muerte me pareció algo completamente natural y lógico. Me enteré de la noticia de noche. Mi aflicción posiblemente hubiese continuado hasta ir calmándose, pero a la mañana siguiente los diarios publicaron las estrofas de su poema póstumo, que finaliza así: En esta vida, vivir no es cosa nueva / Pero vivir tampoco es novedoso. Después de estas estrofas, la muerte de Esenin -sigue Maiacovski- se transformó en un hecho literario. Era evidente que este poema fuerte precisamente haría vacilar a muchos y los podría conducir al suicidio". Y enseguida: "De esta manera y por esta razón los poetas de la URSS recibieron el encargo social de escribir sobre Esénin. El encargo era excepcional, importantísimo y urgente, pues las estrofas de Esénin comenzaban a obrar rápido y con puntería" (Maiacovski, Obras escogidas, traducción de Lila Guerrero, Editorial Platina, Buenos Aires, 1957).
    Maiacovski, quien a su vez se suicidó en 1929, asumió el encargo y produjo una larga réplica al autoepitafio de Esenin. El poema de Maiacovski concluye con una paráfrasis de los versos finales de la despedida de Esenin.


    HASTA LA VISTA...

    Hasta la vista, amigo mío, hasta la vista.
    Querido mío, estás en mi pecho.
    La predestinada separación
    promete una cita en el porvenir.

    Hasta la vista, amigo mío, sin dar la mano, sin palabras.
    No te afijas; no pongas tan triste el ceño.
    En esta vida el morir no es cosa nueva;
    pero el vivir —seguro— es menos novedad.

    (Escrito con sangre en la noche del 27 de diciembre de 1925, en Leningrado)

    Sergio Esenin, Ediciones M. Segura, Buenos Aires, Argentina, 1958
    Traducción de Vera Vinogradova. Arreglo de Octavio Corvalán. 
    Vía Nostalgias Imperiales

    *

    A SERGIO ESENIN

    Usted se fue,
    como se dice,
    al otro mundo.
    ¡Qué vacío!
    Vuela usted
    hasta incrustarse en las estrellas.
    No lo ayuda ya
    ni el dinero
    ni el bodegón.
    ¡Sobriedad pura!

    No, Esénin, no me burlo.
    En la garganta
    el dolor ajusta un nudo
    y no es la risa...

    Yo veo
    sus brazos colgando
    y su mano cortada,
    balanceando la propia bolsa de sus huesos.
    ¡Qué hace!
    ¡Deje!
    ¿Está usted en su juicio?
    Dejar que las mejillas
    se cubran de tiza mortal.
    Si usted sabía cantar
    como nadie en este mundo.
    ¿Por qué?
    ¿Para qué?
    Se encogen asombrados
    los críticos rezongan -Es el vino,
    es aquello
    o lo de más allá.
    Y como resultado, mucho vino y cerveza.
    Cambiando
    la bohemia por la "clase",
    la clase tendría influencia sobre usted
    y no habría por qué pelear.
    ¿Y la "clase" acaso
    calma la sed con limonada?
    La clase no es idiota,
    sabe beber.
    Es decir
    si contase con el apoyo
    de algunos de los del Puesto (1)
    tendría otra orientación
    y usted escribiría cada día
    cien estrofas fatigantes y largas
    como las de Doronin.
    A mi juicio, realizándose semejante pesadilla
    usted igual se colgaría.
    Es mejor morir de vodka
    que de aburrimiento.
    No revelarían
    la causa de esta pérdida
    ni la cuerda
    ni el puñal suicida.
    Tal vez si hubiese tinta en el hotel Inglaterra
    no tendría razones
    para cortarse las venas.
    Los imitadores se alegraron -¡Bis!
    Contra él
    casi un pelotón entero
    pareciera haber realizado el atentado.
    ¿Para qué aumentar el número de suicidas?
    Mejor aumentar la cantidad de tinta.

    Ahora se cerraron los labios para siempre.
    Inoportuno
    y penoso
    es hablar de estos misterios.

    Al pueblo,
    al creador del idioma,
    se le ha muerto
    un sonoro
    cantaor
    vicemaestro.

    Y llevan los versos viejos al velorio,
    sacados de otro entierro,
    casi sin rehacer,
    sin afilar las rimas.
    ¿Acaso
    así se debe rendir homenaje a este poeta?
    A usted
    aún
    no le han erigido monumento.
    ¿Dónde está el bronce sonoro
    o las aristas de granito?
    Al pie del monumento ya han dejado
    homenajes y dedicatorias.
    Su nombre
    ya lo bordan con mocos en todos los pañuelitos.
    Sus versos los entona cantando Sóbinov
    saliendo detrás de un abedul de decorado.
    "Oh amigo mío
    ni palabras ni suspiros".
    ¡Eh!
    Hablaría yo de otra manera
    con ese Leónidas Lohengrinóide!
    Me levantaría
    aquí
    estridentemente escandaloso -¡No permito
    babear ni ajar el verso!
    Los dejaría sordos con un silbido de tres pisos
    y los mandaría a casa de su madre, de Dios y de su abuela.
    Hasta destrozar esa mediocridad insoportable.
    Hasta hacer trizas al bigotudo Kógan
    clavado con lanzas más agudas que sus bigotes retorcidos.

    Lo malo
    por desgracia
    es lo que más abunda.
    Asuntos hay muchos
    sólo hace falta tiempo.
    Hay que transformar
    primero la vida;
    transformada,
    la podremos cantar.

    Nuestro tiempo
    es difícil para la pluma.
    Pero decídme vosotros,
    mutilados y lisiados,
    dónde,
    cuándo
    y cuál de los grandes
    eligió el camino más gastado y más fácil.
    Verbo,
    comandante en jefe de la fuerza humana,
    ¡march!
    Para que el tiempo quede atrás hecho girones
    y únicamente el viento
    despeine los mechones de pelo alborotado.
    ¡Para la alegría nuestro planeta
    está poco preparado!
    Debemos arrancar la alegría
    a los días venideros.
    En esta vida
    morir es cosa fácil.
    Hacer vida
    es mucho más difícil.

    Vladimiro Maiacovski,  Obras escogidas, traducción de Lila Guerrero, Editorial Platina, Buenos Aires, 1957

    (1) "Puesto": Órgano de la Asociación de Escritores Proletarios.

    viernes, mayo 11, 2007

    América

    Centro de hijas iguales, hijos iguales
    Todos, todos parecidos, queridos, crecidos,
    No crecidos, jóvenes o viejos,
    Fuertes, amplios, bellos, duraderos, capaces, ricos,
    Perennes con la Tierra, con Libertad, Ley y Amor,
    Una grande, cuerda, altísima, madre sentada,
    Sentada en el adamante del Tiempo.

    Walt Whitman (West Hills, condado de Suffolk, Nueva York, 1819 – Camden, Nueva Jersey, 1892).
    Versión de Andrew Hax.


    America

    Centre of equal daughters, equal sons
    All, all alike endear'd, grown, ungrown, young or old,
    Strong, ample, fair, enduring, capable, rich,
    Perennial with the Earth, with Freedom, Law and Love,
    A grand, sane, towering, seated Mother,
    Chair'd in the adamant of Time.

    Walt Whitman in voce

    Raúl Artola / Dao rojo fuego

    Uno mira el cuadro
    se conmueve, lo comenta
    y dice: esta mujer es feliz
    no pueden faltarle hombre,
    mujer, vecinos, hijos
    que la amen.
    Uno mira el cuadro
    y le dan ganas de llorar
    por uno mismo.
    Después nos enteramos
    que la autora ha pasado
    malos tiempos:
    estuvo internada
    toma barbitúricos
    y nadie la cuida.

    Raúl Artola, 1947. Vive en Viedma. Dirige la revista El Camarote - Arte y Cultura desde la Patagonia

  • Artola en La Infancia del Procedimiento
  • miércoles, mayo 09, 2007

    Philip Larkin / Días

    ¿Para qué sirven los días?
    Los días son donde vivimos.
    Vienen, nos despiertan
    Una y otra vez.
    Son para estar felices
    dentro de ellos.
    ¿Dónde podemos vivir,
    salvo en los días?

    Ah, solucionar esa pregunta
    Trae al cura y al doctor
    Con sus largas chaquetas
    Corriendo a través de los campos.

    Philip Larkin (Coventry, Inglaterra, 1922 -Hull, Inglaterra, 1985), The Whitsun Weddings, Faber and Faber, Londres, 1967
    Versión de Andrew Hax


    Days
    What are days for?/Days are where we live./They come, they wake us/Time and time over./They are to be happy in:/Where can we live but days?//Ah, solving that question/Brings the priest and the doctor/In their long coats/Running over the fields.

    ---
    Foto: The Hull of Fame

    martes, mayo 08, 2007

    Jubilate Agno (fragmento)


    Pues consideraré a mi gato Jeoffry.
    Un fragmento del poema Jubilate Agno (1762),
    de Christopher Smart (1722- 1771).
    Versión de Andrew Hax.



    Pues consideraré a mi gato Jeoffry.
    Pues es el sirviente del Dios Vivo y diariamente y debidamente lo sirve a El.
    Pues a la primera vista de la gloria de Dios en el Este, él lo venera a su modo.
    Pues esto lo hace torciendo su cuerpo en siete vueltas redondas con elegante rapidez.
    Pues entonces brinca para agarrar el almizcle que es la bendición de Dios sobre su oración.
    Pues se vuelca sobre su espalda para trabajar en ello.
    Pues con su deber hecho y su bendición recibida comienza a considerarse a sí mismo.
    Pues esto lo hace en diez etapas.
    Pues en primer lugar se mira las patas para ver si están limpias.
    Pues en segundo lugar larga una patada para atrás para aclarar todo por allí.
    Pues en tercer lugar se da un estirón con las patas de adelante extendidas.
    Pues en cuarto lugar afila sus garras en madera.
    Pues en quinto lugar se limpia a sí mismo.
    Pues en sexto lugar se revuelca sobre lo limpio.
    Pues en séptimo lugar se despulga, para no ser interrumpido sobre la marcha.
    Pues en octavo lugar se frota contra un palo.
    Pues en noveno lugar mira hacia a arriba para recibir sus instrucciones.
    Pues en décimo lugar sale en búsqueda de comida.
    Pues habiendo considerado a Dios y a sí mismo, considerará a su vecino.
    Pues si se encuentra con otro gato lo besará en gentileza.
    Pues cuando toma su presa, juega con ella para darle una oportunidad.
    Pues un ratón de cada siete se escapa por sus coqueteos.
    Pues cuando el trabajo del día concluye comienza su quehacer más serio.
    Pues mantiene la vigilancia del Señor durante la noche contra el Adversario.
    Pues contrarresta los poderes de la oscuridad con su piel eléctrica y sus ojos que deslumbran.
    Pues trabaja en contra el Diablo --que es la muerte-- zarpando por la vida.
    Pues en sus plegarias matutinas él ama el sol y el sol lo ama a él.
    Pues es de la tribu del Tigre.
    Pues el Gato Querubín es un término del Tigre Ángel.
    Pues tiene la sutileza y el silbido de la serpiente, que en su bondad lo suprime.
    Pues no cometerá destrucciones, si esta bien alimentado, y tampoco escupirá sin provocación.
    Pues ronronea en gratitud, cuando Dios le dice que es un buen gato.
    Pues es un instrumento por el cual los niños aprenden benevolencia.
    Pues cada casa es incompleta sin él y le falta una bendición de espíritu.
    Pues el Señor encomendó a Moisés en cuanto a los gatos en la salida de los Hijos de Israel hacia Egipto.
    Pues cada familia tuvo un gato, por lo menos, en una bolsa.
    Pues los gatos ingleses son los mejores de Europa.
    Pues es el más limpio en el uso de sus garras de todos los cuadrúpedos.
    Pues la destreza de su defensa es una instancia del extremo amor de Dios hacia él.
    Pues es el más rápido en su marco que cualquiera criatura.
    Pues es tenaz en su punto.
    Pues es una mezcla de gravedad y de travesura.
    Pues sabe que Dios es su salvador.
    Pues no hay otra cosa más dulce que su paz cuando está en su descanso.
    Pues no hay nada más vigoroso que su vida cuando está en movimiento.
    Pues es de los pobres de Dios y por eso es llamado por benevolencia perpetuamente -- ¡Pobre Jeoffry! ¡Pobre Jeoffry! La rata ha mordido su garganta.
    Pues yo bendigo en nombre del Señor Jesús que Jeoffry se ha mejorado.
    Pues el espíritu divino desciende por encima de su cuerpo para sostenerlo como un gato completo.
    Pues su lengua es tan extremadamente pura que tiene en pureza lo que le falta en música.
    Pues él es dócil y puede aprender ciertas cosas.
    Pues se puede armar de gravedad que es la paciencia por encima de la aprobación.
    Pues puede ir a buscar y traer, que es la paciencia en el empleo.
    Pues puede saltar por encima de un palo, que es la paciencia sobre la comprobación positiva.
    Pues puede moverse y menearse en el momento que es mandado.
    Pues puede saltar de una eminencia al pecho de su maestro.
    Pues puede agarrar el corcho y tirarlo de nuevo.
    Pues es odiado por el hipócrita y el avaro.
    Pues el anterior es temeroso de ser descubierto.
    Pues el siguiente rehúsa de la acusación.
    Pues arquea su espalda para soportar la primera idea de trabajo.
    Pues es bueno para contemplar, si un hombre se expresara con cuidado.
    Pues hizo una gran figura en Egipto por sus servicios señalados.
    Pues mató la rata Ichneumon, muy perniciosa para la tierra.
    Pues sus orejas son tan agudas que nuevamente pican.
    Pues de esto procede la rapidez de su atención.
    Pues por acariciarlo he descubierto la electricidad.
    Pues percibí la luz de Dios a su alrededor creciendo y en fuego.
    Pues el fuego eléctrico es la sustancia espiritual que Dios manda desde el cielo para sostener los cuerpos tanto del hombre como de las bestias.
    Pues Dios lo ha bendecido en la variedad de sus movimientos.
    Pues, aunque no puede volar, es un excelente trepador.
    Pues sus movimientos sobre la tierra son más que los de cualquier otro cuadrúpedo.
    Pues puede pisar todos los acordes de la música.
    Pues puede nadar por la vida.
    Pues puede deslizarse.

    lunes, mayo 07, 2007

    Silvia Dabul / Multiplicación






















    Próxima a territorio
    de murciélagos duerme
    entre telones
    con una ventana abierta

    rigor de oscuridad
    ramalazos de agua helada

    ni duda
    ni estigma
    aparecen en la escena

    de rodillas desentierra
    divide bulbos bajo el sol

    desliza las manos por el vestido

    palma dorso

    hasta dejarlas limpias

    dorso
    palma

    libres de temblor
    de toda náusea

    Silvia Dabul (Mendoza, Argentina, 1962), Lo que se nombra, Ediciones en Danza, 2006

    domingo, mayo 06, 2007

    Hablaré de los videojuegos porque se mencionan recurrentemente vinculados a una violencia nihilista, cuando realmente son el mayor antídoto contemporáneo contra el Vacío y la Nada. Obviamente vivimos en un mundo complejo, sin ideales colectivos, apático y anodino, sin proyectos revolucionarios, aislado, decadente y feo, sin esperaza y desencantado; pero cualquier videojuego nos ofrece una misión en un mundo vivo y coherente, nos da unos objetivos atractivos, nos aporta una visión de amigos y enemigos, personajes carismáticos, desafíos y estrategias, nos sumerge en una historia de búsqueda y sentido.

  • Rizomas
  • martes, mayo 01, 2007

    Antonio Pérez decía: "Sólo los grandes estómagos digieren veneno", y yo digo: Sólo los grandes estómagos digieren matambre. No es esto dar a entender que todos los porteños los tengan tales; sino que sólo el matambre alimenta y cría los estómagos robustos, que en las entendederas de Pérez eran los corazones magnánimos.
    Con matambre se nutren los pechos varoniles avezados a batallar y vencer, y con matambre los vientres que los engendran; con matambre se alimentan los que en su infancia de un salto escalaron los Andes, y allá en sus nevadas cumbres, entre el ruido de los torrentes y el rugido de las tempestades, con hierro ensangrentado escribieron: independencia y libertad; y matambre comen los que a la edad de veinticinco años llevan todavía babador, se mueven con andaderas y gritan balbucientes: Papá... papá... Para juventudes tardías, largas y robustas vejeces, dice otro apotegma que puede servir de cola al de Pérez.

    Esteban Echeverría, Apología del matambre, edición de la Biblioteca Nacional, Buenos Aires, 2007