Los magos tienen por axioma que en cualquier obra hay que conservar en el espíritu el hecho de que Dios influye sobre los dioses; los dioses, sobre los cuerpos celestes o astros, que son divinidades corporales; los astros sobre los demonios, que son guardianes y habitantes de los astros, entre los cuales está la Tierra; los demonios sobre los elementos; los elementos sobre los cuerpos compuestos; los cuerpos compuestos sobre los sentidos; los sentidos sobre el animus, y el animus sobre el ser viviente entero: así se desciende la escalera. Luego, el ser viviente asciende por el animus hacia los sentidos, por los sentidos hacia los cuerpos compuestos, por los cuerpos compuestos hacia los elementos, por éstos hacia los demonios, por los demonios, a través de los elementos, hacia los astros, por los astros a los dioses incorpóreos, de sustancia o corporeidad etérea, por éstos al alma del mundo o espíritu del universo, y por esto último a la contemplación de lo Uno (...) Entre el peldaño inferior y el superior existen especies intermediarias de las cuales las más elevadas participan de la luz y las más bajas, más bien de las tinieblas...
Giordano Bruno, De la magia. De los vínculos en general. Cactus, Buenos Aires, 2007
N. de R.: Quizá haya que entender en Bruno "demonio" como "daemon" ("un espíritu, un genio", Diccionario Latín-Español Sopena) del que deriva "daemonius" que mantiene el significado de "genio", pero que en el latín eclesiástico se utiliza desde Tertuliano específicamente en el sentido de "genio del mal" (ob. citada).
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