martes, mayo 03, 2011

Sandro Barrella / Una lengua leporina











Más allá del obstáculo

por Sandro Barrella

(Fragmento)



Se dice “dificultades de la poesía”, y uno tiende a enredarse con problemas del oficio. Está el poema, el objeto al que uno dedica su atención aun cuando no está escribiendo. Pero para cuando esto sucede ya hay una historia personal, un registro en el que se ha perdido, quizás, el comienzo, aquel primer impulso por el que fuimos arrastrados hacia un acto francamente curioso: escribir. Para entonces, poesía y poema se han confundido, al punto de no distinguir si media entre ambos una amistad-agenciamiento ideal-, o un abismo (figura esta, que podría ser reemplazada por: desfiladero/ túnel/ puente/ selva oscura...) que hay que atravesar. Incluso se acepta sin más la voz de la maestra que dice, por ejemplo, “hoy vamos a leer una poesía”. Poesía y poema como sinónimos. A la vez, suele pensarse de la poesía como de un supra-estado, una sustancia inmaterial-¿cielo ideal?-que precede o envuelve a la conciencia y la razón instrumental; aquello que está, no digamos, más allá de una disciplina, sino como ajena a los problemas que esta pueda ocasionar en quien la ejerce. Lo mismo puede decirse de la literatura con sus manuales: más allá de la historicidad de los movimientos, estilos o nombres, ni la comprende en su totalidad, y menos aun la explica. De momento diré que, a quien escribe poemas, se le presentan dificultades específicas de la escritura, como las que puedan tener-a cada cual las suyas de su caso- una modista, un carpintero, o un castor que construye su madriguera. Pero sospecho que no es de esto, de lo que trata el tema que propone este libro.


Se escribe en-y con-la lengua materna (incluso, a veces, en contra). Pero esa lengua puede no coincidir con la lengua oficial de la tierra donde uno nació. Un caso de doble madre, o doble filiación.
La lengua materna de la madre sobrevuela el habla de la casa, y lega al hijo una lengua torcida, leporina, una lengua que además se nutre de sustitutos. Ser Madre de leche, decía mi abuela, recuerdo de una tradición en la que amamantar al hijo de la vecina creaba un lazo más allá de la biología. ¿Madre sustituta, o una segunda madre como repetición del devenir al mundo y que duplica, además, el origen? Una pregunta.
Mi madre italiana conversa con su madre. De ese cotilleo, salpicaduras de vocablos. Los que recuerdo remiten al acto de comer: en las familias italianas de los pueblos del sur la comida es un tema muy importante. De regocijo en la saciedad, de pánico en la escasez. Recuerdo con asombro-y más con alegría-dos palabras de esa lengua privada, al uso, que fueron el negativo oculto de su equivalente en español. Voy a ocuparme de eso que en nuestro idioma llamamos bocado. En el dialecto de Calvello, pequeño pueblo de campesinos de la Basilicata, la palabra invierte la relación de sentido entre la boca de quien recibe el alimento y el instrumento que lleva la comida. La distancia entre una boca y un tenedor es mayor de la que pueda imaginarse. Habiendo terminado de comer la porción recibida, sin segundo plato a la vista, la frase que iría a escucharse combinaba dialecto calvellés y español: “¿querés otra furcchinatta?”. Misión imposible traducir lo que daría para furcchinatta un neologismo más o menos así, “tenedorada”. Una furcchinatta no alcanza a ser una porción-se entiende que más pequeña que la que ya comimos-, es todo cuanto quepa, de una vez, en el tenedor. (Fatalmente pienso en tallarines caseros amasados por mi abuela). La otra palabra es condimentar, que no existió en mi español, lengua materna con remiendos, hasta mi adolescencia, cuando finalmente la descubrí. Hasta entonces, poner sal aceite y limón a una ensalada se dijo “cunssar”.
Literal hasta donde se pueda, mejor huir de la hermenéutica autobiográfica, del hecho más o menos vulgar de una escena de familia. Todos tenemos una, o tuvimos, o no tuvimos y esa fue también una forma de tenerla. Quiero señalar un origen posible de acercamiento a la poesía-con la dificultad que comporta-, en esos fragmentos, minucias, episodios lingüísticos que la mente ha procesado y reprodujo luego, muchos años después, en efectos de extrañeza. Quiero decir: ¿hay algo más extraño que un poema? Me pregunto.

Dificultades de la poesía (Adúriz, Anadón, Barrella, Butti/Ramírez, Edwards, Gruss, Masín, Oteriño, Robino, Solinas, Sylvester), Ediciones del Dock, Buenos Aires, 2011

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