miércoles, agosto 31, 2011

Giuseppe Conte / De "Canti d'Oriente e d'Occidente"






¿No más el Occidente?
Pero es de Dios el Oriente.

Del Dios de las mezquitas, del Dios del fuego.
Todo es Dios más allá del Jordán.

Las alas, los toros, los leones
sobre el pedestal de Persépolis

los jardines, los bazares, las cúpulas
de la ciudad que perdonó Tamerlán

porque allí crecían las rosas más bellas
y allí estaba escribiendo su Diván

Hafiz*.

(De Canti d'Oriente e d'Occidente, 1997)


* Hafiz Shirazi (Isfahán, c.1325-Shiraz, c.1389), cuyos gazhals (gacelas) fueron recopilados en Diván, hacía 1368 (N. del T.)

Giuseppe Conte (Porto Maurizio, 1945), Dopo la lirica, poeti italiani 1960-2000. A cura di Enrico Testa, Giulio Einaudi Editore, Turín, 2005
Versión de J. Aulicino

[da Canti d'Oriente e d'Occidente]

L'Occidente non più?
Ma l'Oriente è di Dio.

Del Dio delle moschee, del Dio del fuoco.
Tutto è Dio, oltre il Giordano.

Le ali, i tori, i leoni
sul piedistallo di Persepoli

i giardini, i bazar, le cupole
della città che risparmiò Tamerlano

perché vi crescevano le più belle rose
e vi stava scrivendo il suo Divano

Hafiz.


Foto: Conte Sitio oficial

Niní Bernardello / Pan de azúcar




Pan de azúcar

Como si un libro mágico fuera
la montaña azul que me vio nacer
se abre dulce y es mi espejo
Leve asciende hasta su altura
luminosa lo que dice que Es
fluye con ondulación precisa
desde mi sangre y soy
ladera, abismo, cumbre
y de mí lo que disuelto
ya no tiene nombre

Niní Bernardello (Cosquín, 1940), Natal, editorial Bajo la Luna, Buenos Aires, 2011

Foto: Niní Bernardello Tuerto Rey

martes, agosto 30, 2011

Lorine Niedecker / Dos poemas




Mi amigo árbol (fragmento)

Qué horror levantarse en medio de la noche
y atisbar la luz desde la penumbra.

El tiempo es una hoja en blanco
y los mosquitos muerden.

Mi vida se desperdicia en la nada.

Cuánto incomoda este pensamiento. Cómo estás tú, Nada,
sentada alrededor con la esposa de Algo.

Zumbar y consumirse
es todo cuanto he aprendido.
Porque he desperdiciado mi vida en la nada.

Embalsamada y superflua, pálida y resoplante,
levantando trastos domésticos aquí y allá
-carpetas, platos,
mesas, peceras-.

Mi vida se desperdicia en la nada.


Norte central (fragmento)

Mi vida es un estorbo
en este torrente

el borroso retrato
de una ola

No te enamores
de este rostro:

ya no existe más.
En estas aguas
no podemos pescar.


Lorine Niedecker (Fort Atkinson, Estados Unidos, 1903-Blackhawk Island, Estados Unidos, 1970), Covers, 36 poetas en lengua inglesa, traducción de Armando Roa, Uqbar Editores, Santiago de Chile, 2010


My Friend Tree (fragment)

What horror to awake at night / and in the dimness see the light. / Time is white / mosquitoes bite. / I've spent my life on nothing. // The thought that stings. How are you Nothing, / sitting around with Something's wife. / Buzz and burn / is all I learn / I've spent my life on nothing. // I'm pillowed and padded, pale and puffing / lifting household stuffing - / carpets, dishes / benches, fishes / I've spent my life in nothing.

North Central (fragment)

My life is hung up / in the flood / a waveblurred / portrait // Don't fall in love / with this face -/ it no longer exists / in water / we cannot fish


Foto: Lorine Niedecker c.1967 wood s lot

lunes, agosto 29, 2011

Jorge Teillier / Despedida


















el caso no ofrece
ningún adorno para la diadema de las Musas
                                                      Ezra Pound

Me despido de mi mano
que pudo mostrar el paso del rayo
o la quietud de las piedras
bajo las nieves de antaño.

Para que vuelvan a ser bosques y arenas
me despido del papel blanco y de la tinta azul
de donde surgían ríos perezosos,
cerdos en las calles, molinos vacíos.

Me despido de los amigos
en quienes más he confiado:
los conejos y las polillas,
las nubes harapientas del verano,
mi sombra que solía hablarme en voz baja.

Me despido de las virtudes y de las gracias del planeta:
los fracasados, las cajas de música,
los murciélagos que al atardecer se deshojan
de los bosques de casas de madera.

Me despido de los amigos silenciosos
a los que sólo les importa saber
dónde se puede beber algo de vino
y para los cuales todos los días
no son sino un pretexto
para entonar canciones pasadas de moda.

Me despido de una muchacha
que sin preguntarme si la amaba o no la amaba
caminó conmigo y se acostó conmigo
cualquiera tarde de esas en que las calles se llenan
de humaredas de hojas quemándose en las acequias.
Me despido de una muchacha
cuya cara suelo ver en sueños
iluminada por la triste mirada de linternas
de trenes que parten bajo la lluvia.

Me despido de la memoria
y me despido de la nostalgia
-la sal y el agua
de mis días sin objeto-

y me despido de estos poemas:
palabras, palabras -un poco de aire
movido por los labios- palabras
para ocultar quizás lo único verdadero:
que respiramos y dejamos de respirar.

Jorge Teillier (Lautaro, Chile, 1935 - Viña del Mar, Chile, 1996), "El árbol de la memoria", 1961, El árbol de la memoria. Antología poética, edición de Niall Binns, Signos, Huerga y Fierro Editores, Madrid, 2001

Foto: Crónica Digital

María del Rosario Sola / Sonata doméstica




Sonata doméstica

Todo está oscuro
menos la mesa con la comida servida que humea.
Hablo de oscuridad sencilla como una mano caída sobre un mueble después del mediodía. La niebla dentro de la casa suele ser mortal.
Se aloja como una pálida luz debajo de las cosas y luego nos recuerda que el aire y el color de la copa de vino se cerrarán con el libro. Pienso entonces en aquel que alguien lee, acodado en la ventanilla de un tren, sin saber nada. La manga de su saco huele a tabaco y el sol lo empalidece. La mugre de los vidrios es como arenilla de oro, encaje abstracto tras el cual la realidad se empeña en colocar una escena:
hiedra, muro gris
con alabastros de humedad,
reja, herrumbre, ciprés. El tren parte entonces y hace rodar la escena que se debate por no entrar en el olvido y se aferra como una ortiga de plata detrás de la retina. El hombre se decide a mirar el paisaje y cierra el libro.
Todo está oscuro
menos la mesa con la comida servida que aún humea.

[De El humo de los músicos]

María del Rosario Sola (Mendoza, 1955), Analecta literaria, 2011

Foto: María del Rosario Sola Facebook

domingo, agosto 28, 2011

Forugh Farrokhzad / Dos poemas




El viento nos llevará

En mi pequeña noche
¡ay!
el viento tiene una cita con las hojas de los árboles.
En mi pequeña noche
amenaza la ruina.

¡Escucha!
¿Oyes la corriente de las tinieblas?
Yo miro distante esta felicidad,
apegada estoy a mi desesperanza.

¡Escucha!
¿Oyes la corriente de las tinieblas?
Algo atraviesa la noche.
La luna está roja y agitada
y sobre este techo que a cada instante parece derrumbarse,
las nubes aguardan enlutadas
a derramar sus lágrimas.

Un instante.
Y después nada.
Detrás de esta ventana tiembla la noche
y la tierra deja de girar,
detrás de esta ventana algo desconocido
está pendiente de nosotros.

¡Ah! Tú, verde, todo verde,
pon tus manos como un recuerdo encendido
en mis manos amantes
y como un cálido sentimiento de existencia,
confía tus labios a las caricias de mis amantes labios.

El viento nos llevará consigo.


Sólo el sonido permanece

¿Por qué debería pararme? ¿Por qué?
Los pájaros se han ido en busca
de la dirección azul.
El horizonte es vertical, vertical,
una fuente alzándose;
y en los límites de la visión
los planetas brillando tejen
la elevación de la tierra, repitiéndose,
y los respiraderos
se vuelven túneles conectados;
y el día es una inmensidad,
que no abarcan las estrechas mentes
de los gusanos de la prensa.

¿Porqué debería parar?
La carretera atraviesa los capilares vitales,
la calidad del entorno
en el seno del útero lunar
matará las células corruptas.
Y en el espacio químico tras el amanecer
solo hay sonido,
sonido que atraerá las partículas del tiempo.
¿Por qué debería pararme?

Qué puede ser un pantano.
Qué puede ser un pantano sino un nidal
de insectos corruptos.
Los cuerpos hinchados garabatean reflexiones
de tanatorio,
el afeminado oculta
sus carencias en lo oscuro
y el bicho… ah,
cuando habla el bicho
¿por qué debería callarme?
El esfuerzo de los tipos móviles es vano,
no salvará la reflexión humilde.
Soy descendiente de la arboleda.
Respirar aire viciado me deprime.
Un pájaro moribundo me aconsejó
confiar el vuelo a la memoria.
El último grado de la energía es la unión,
lanzada al brillante principio del sol
derramando la comprensión de la luz.
Es natural que los molinos se derrumben.

¿Por qué debería pararme?
Aprieto en mi pecho
verdes gavillas de trigo
y las amamanto.

Sonido, sonido, sólo sonido,
el sonido de los deseos limpios
Del agua fluyendo.
El sonido de la luz caída de una estrella
sobre la vulva de la tierra.
El sonido del vínculo del esperma del significado
con la expansión de la mente compartida en el amor.
Sonido, sonido, sonido,
sólo el sonido permanece.

En tierras de enanos
la unidad de medida
anda siempre en la órbita del cero.
¿Por qué debería parar?
Obedezco a los cuatro elementos:
y el trabajo de gobernar mi casa
no es asunto
del gobierno local de los cegados

¿Qué me importa el largo gemido
del sexo de los animales?
¿Qué me importa el rastrero caminar de los gusanos
en este vacío carnal?
Los sangrantes ancestros de las flores
me han confiado su vida.
¿Has oído hablar de los sangrantes
ancestros de las flores?


Forugh Farrokhzad (Teherán, 1935-1967) Versiones de Daniel Bellón sobre la traducción al inglés de Michael Hillman

Foto: Forugh Farrokhzad Irán Chamber Society

sábado, agosto 27, 2011

Jorge Leonidas Escudero / De "Aún ir a unir"


Hacer el no hacer

Por ahí doy en la tecla
pero no soy yo el que la pega,
es un ser escondido en mí que actúa
sin que se me ocurra mover un dedo.

Soy el testigo nada más de eso, o sea
estuve esperando sucediera
sin saber cuándo
y de repente la sorpresa me agarró de alivio.

El viejo Krishnamurti
creo que le llamó a eso "darse cuenta":
quedarse uno con la boca abierta
ante repentina claridá.

Claro qu' es lindo, y si te sucede a vos
no vayas a creerte que sos especial,
sos de aquí no más, común,
pero viste una chispa en tu cielo oscuro.


Aplausos

Fui lejos tanto como nunca
y desperté a media noche asustao
por el encuentro que tuve con los monos.
Sí porque no deja de ser preocupante
soñar estar conversando mano a mano
con tales antecesores.

Ahí estábamos en comer bananas
y el jefe de la tribu me preguntaba
por qué me había metido en pensamientos vanos
como a dónde vamos y de dónde venimos.
Tranquilizate hijo, me dijo,
soy el padre de los humanos que andan perdidos
como vos.

La tribu lo aplaudió y él se paseaba
sacando pecho y mirando a todos
sobradoramente.

En eso me desperté,
di otra vuelta en la cama y pensativo
dije para mis adentros: Te agradezco, mono,
pero ahora te aconsejo yo,
los aplausos al jefe son peligrosos.


Los buscahuella

En el arenal veo personas
que van en busca de agua, parece,
o a buscar alguna tierra prometida.
(¿Ahí vamos?)

Es tener es coraje hundir
pies en arena ardiente mientras el viento
borra sus pasos. No dejan rastros hacia
un mundo diferente pero
es su destino ir aunque se queden
muertos de oscuridá.

Si es cierto o no, tal vez puedan llegar
eso no les importa
todo es ir rumbo a allá,
a la convergencia de todos los caminos.

Porque sienten el impulso de ir
sin para qué, no saben.
Y porque van hacia donde no saben
saludémoslos,
aunque ellos sólo escuchan la voz que los empuja.

Jorge Leonidas Escudero (San Juan, 1920), "Aún ir a unir", 2010, Poesía completa, Ediciones en Danza, Buenos Aires, 2011 

 Ilustración: Le jeu des singes dans le monde, siglo XVII, David Teniers

jueves, agosto 25, 2011

Charles Baudelaire / Las joyas

Las joyas

Mi querida estaba desnuda. Conocedora de mi corazón,
no se había dejado sino sus joyas sonoras,
y este rico atavío le daba el aire triunfal
que las esclavas moras saben tener en sus días felices.

Al saltar, con la danza, su tintineo vivo, burlón,
el mundo abrillanta de metal y de piedra,
y yo caigo en el éxtasis, y yo amo con furia
las cosas en las que el sonido se funde con la luz.

Pero ahora, acostada, ella se dejaba amar,
y desde lo alto del sofá sonreía complacida
a mi amor, como el mar, profundo y dulce,
que hacia ella se alzaba como hacia su rompiente.

Los ojos fijos en mí, como un tigre domado,
con aire vago, soñador, sus poses ensayaba,
y el candor unido a la sensualidad
le daba un nuevo encanto a su metamorfosis;

y sus brazos y piernas, sus muslos y nalgas,
como untados con aceite, como un cisne ondulantes,
pasaban frente mis ojos clarividentes, serenos.
Y su vientre y sus pechos, esas uvas de mi viña,

avanzaban mimosos como Angeles del mal
para turbar el reposo en que mi alma se instalara,
para voltearla de esa roca de cristal
deonde, calma, solitaria, mi alma se había sentado.

Creí ver unidos, en inédita pintura,
las caderas de Antíope y el busto de un mancebo,
tanto hacía su talle resaltar su pelvis.
Sobre ese lienzo pardo, feroz, el sombreado era soberbio.

- Y como la lámpara se resignara a morir,
como sólo el hogar iluminaba el cuarto,
cada vez que lanzaba un suspiro de fuego
inundaba de sangre esa piel color de ámbar.

Charles Baudelaire (París, 1821-1867), Poemas eróticos, antología de Las flores del mal, traducción de Daniel Fara, Colección Traducciones del Dock, dirigida por Javier Adúriz, Ediciones del Dock, Buenos Aires, 2000


Les bijoux

La très-chère était nue, et, connaissant mon coeur,
Elle n'avait gardé que ses bijoux sonores,
Dont le riche attirail lui donnait l'air vainqueur
Qu'ont dans leurs jours heureux les esclaves des Mores.

Quand il jette en dansant son bruit vif et moqueur,
Ce monde rayonnant de métal et de pierre
Me ravi en extase, et j'aime à la fureur
Les choses où le son se mêle à la lumière.

Elle était donc couchée et se laissait aimer,
Et du haut du divan elle souriait d'aise
A mon amour profond et doux comme la mer,
Qui vers elle montait comme vers sa falaise.

Les yeux fixés sur moi,comme un tigre dompté,
D'un air vague et rêveur elle essayait des poses.
Et la candeur unie à la lubricité
Donnait un charme neuf à ses métamorphoses.

Et son bras et sa jambe, et sa cuisse et ses reins,
Polis comme de l'huile,onduleux comme un cygne,
Passaient devant mes yeux clairvoyants et sereins;
Et son ventre et ses seins,ces grappes de ma vignes.

s'avançaient, plus câlins que les Anges du mal,
Pour troubler le repos où mon âme était mise,
Et pour la déranger du rocher de cristal
Où calme et solitaire, elle s'était assise.

Je croyais voir unis pour un nouveau dessin
Les hanches de l'Antiope au buste d'un imberbe,
Tant sa taille faisait ressortir son bassin.
Sur ce teint fauve et brun le fard était superbe!

- Et la lampe s'étant résignée à mourir,
Comme le foyer seul illuminait la chambre,
Chaque fois qu'il poussait un flamboyant soupir,
Il inondait de sang cette peau couleur d'ambre!

___
Ilustración: La grande odalisque, 1814, Jean Auguste Dominique Ingres

miércoles, agosto 24, 2011

Hugo Gola / Dos poemas

















AQUELLO que no se puede
aquello que no es posible
aquello que nadie puede
precisamente
aquello
que ya no puedo
ni tú puedes
ni él
aquello
precisamente
que no puede nadie
ni hoy
ni nunca
precisamente aquello
aquello es
precisamente
precisamente



UN TEMA
un solo tema
redoblar la excavación
penetrar el timbre
el ritmo
deshacerlo
y subir algo
todavía
escala del ascenso

como una taza
dejada en una mesa
ese pozo
oscila
y se revela
la cumbre ofrece
tempestad
brío
silencio huracanado
igual que la caída
o el desvío

hacia el costado
fluye
un desmayo
o el suspenso
se agota el escarceo

nunca se ciñe un tema
un solo tema
te da todos los vientos

Hugo Gola (Pilar, Santa Fe, 1927-Buenos Aires, 2015) , XIX Festival Internacional de Poesía en Rosario


act. 2021

martes, agosto 23, 2011

Sam Hamill / De "Destino, la nada"



[De Destino, la nada]

6

Como si el agua pudiera darte una respuesta, yo continúo hablando.
Les cuento a las olas la historia de mis días,
presentando mi petición por la gracia
en el tribunal del mar, mientras camino en soledad
las arenas de la playa en Kalaloch.

Aquí en una ocasión hice el amor con una mujer
a la cual adoré, mientras una figura solitaria
me observaba desde un risco,
y la implacable y gris marea se retiraba
abrazándose en el horizonte con el gris implacable del firmamento.

Nuestros gemidos, amor y muerte, fueron ahogados
por los chillidos de las errantes gaviotas.
Ha pasado un año. Y todavía está allí, observando
desde las sombras, suspirando los suspiros del mar.
La memoria es como las olas. Está manchada con la sal del deseo,
una criatura a la orilla del mar ahuyentando el temor con sus palabras,
como confensándome a las aguas,
comprendiendo que solamente la última oración es la muerte,

una niebla cae sobre la luna
que es la rúbrica de todas las cosas,
bella y vacía
como la solitaria sílaba raigal del canto del somormujo.

Sam Hamill (Estados Unidos, 1943), Un canto pisano, selección y versiones de Esteban Moore, Postales Japonesas Editora, Córdoba, Argentina, 2011

Ilustración: Rock Bound, 1913, George Wesley Bellows

lunes, agosto 22, 2011

Rafael Ielpi / Dos poemas




A mí no me miren

Lo he dicho muchas veces y hasta me parece
que han sido demasiadas y tal vez inútiles
tantas justificaciones y disculpas:
no quiero que me cuenten entre ustedes.
No es por una cuestión de edad -me doy cuenta
que ustedes lo saben- ni por odio universal alguno
ni siquiera porque varios de ustedes me resultan
francamente insoportables.
Tampoco por temor a encontrarme
con ella, después de todo lo que pasara entre nosotros,
porque eso, para mí, es parte ya definitiva del olvido.
Simplemente, no quiero ser más uno de ustedes.

Me doy cuenta de que es muy difícil confesar esto
después de tantos años compartidos, en los que todos creímos
estar forjando una amistad hasta la muerte.
Por otra parte, la verdad es que recién ahora me doy cuenta
de las cosas que nos separan de modo –diría- inequívoco.
Tuvieron que pasar algunos años y muchas cosas
para eso, pero nunca es tarde para empezar
a decirse la verdad.
Se los digo: no quiero que me cuenten entre ustedes.

Caigo en la cuenta ahora: me aburren esas reuniones
en las que sólo nos adulamos unos a otros mientras tratamos
de ver de qué manera seducimos a las mujeres
de nuestros amigos, mientras se bebe sin medida
y muchas veces sin ganas y se discute sin altura
sobre las cosas más profundas
y se cantan, ya en la madrugada, canciones que suenan
irremediablemente previsibles mientras comienzan despedidas
tan patéticas como lacrimógenas. Puede que la mía
sea una visión antipática y por qué no injusta,
pero la verdad es que no puedo
mentirles: no quiero ser más uno de ustedes.

Por eso es que será difícil que volvamos a vernos como antes.
Empezaron a gustarme estas noches a solas, las caminatas
por una ciudad de la que me había ido alejando sin saberlo,
los nuevos amigos que se descubren sin buscarlos,
las mujeres de ojos grandes acodadas en la barra,
gente que no pide compromisos ni ofrece
reciprocidades absurdas. Entre ellos, suicidarse,
detonar una bomba, perderse en la selva,
son acciones naturales que difícilmente alteren su rutina.
He arribado al lugar indicado.

(Inéditos, 2008-2010)


Islas

Menudos oficios en estas islas que alzan
sobre la amarillenta siesta sus quemados pastos,
sus restos calcinados que atestiguan nocturnos
asados bajo la luna, conversaciones en voz baja
en las que se narraron desdichas y contratiempos,
azares del insondable río, cuentos de aparecidos
y algún nombre que resonó en el silencio
como un eco definitivamente perdido.

A golpes de remo, en la noche cerrada,
un hombre avanza contra la corriente indomable
mientras, allá a lo lejos, otro tiende sus redes
bajo unas estrellas que titilan y el fuego indeciso
del cigarro marca un rostro en el aire ,
una presencia en el vacío, una señal
que atestigua la vida en medio de las tinieblas.
Fúnebre, el canto de un pájaro perdido
transita por entre los árboles de la orilla
enredándose hasta desaparecer en el silencio.

Unas nubes que manchan el horizonte
anuncian la tormenta con sus grises.
Sopla un viento silente que comienza a mover
las ramas de los sauces. Se levantan del suelo
cenizas y hojas muertas, memorias de asados,
plumas, vejeces, intransigencias y traiciones.
Los hombres reman en el río.

(Inéditos, 2005-2010)

Rafael Ielpi (Esquel, Chubut, 1939, radicado en Rosario, Santa Fe)

Foto Ielpi Crónicas de Rosario, 2008