viernes, mayo 20, 2011

Gabriele D'Annunzio / La lluvia en el pinar



La lluvia en el pinar

Calla. Sobre el umbral
del bosque no oigo
palabras que llamas
humanas; pero oigo
palabras más nuevas
que hablan gotas y hojas
lejanas.
Escucha. Llueve
de las nubes fugitivas.
Llueve sobre los tamariscos
salobres y quemados,
llueve sobre los pinos
escamosos y áridos,
llueve sobre los mirtos
divinos,
sobre las fulgentes retamas
de flores plenas,
sobre las retamas densas
de golosos aromas,
llueve sobre nuestros rostros
silvanos,
sobre nuestras manos
desnudas,
sobre nuestras ropas
ligeras,
sobre las frescas ideas
que el alma anuncia
como la buena nueva,
sobre la fábula bella
que ayer
te ilusionó, y que hoy me ilusiona,
Oh Hermione.

¿Oyes? La lluvia cae
sobre la solitaria
verdura
con un crepitar que dura
y en el aire muta
propicias las frondas
Más densas, menos densas.
Escucha. Responde
al llanto el canto
de las cigarras
que el llanto austral
no asusta,
ni el cielo espectral.
Es el pino
tiene un sonido, y el mirto
tiene otro y el enebro
aún otro, instrumentos
diversos
bajo innumerables dedos.
E inmersos
estamos en el espíritu
silvestre,
de arbórea vida viviente;
y tu rostro ebrio
está mórbido de lluvia
como una hoja,
y tus cabellos
huelen como
las claras retamas,
oh criatura terrestre
que tiene nombre,
Hermione.

Escucha, escucha. El acorde
de las áreas cigarras
de a poco
más sordo
se hace sobre el llanto
que crece;
Pero un canto se vierte
más ronco
que de allí sale,
de la húmida sombra remota.
Más sordo y más tenue
se ralenta, se apaga.
Sólo una nota
aún tiembla, se apaga,
Resurge, tiembla, se apaga.
No se oye la voz del mar.
Ora se oye sobre la fronda toda
repiquetear
la argéntea lluvia
que monda,
el murmullo que muta
según la fronda
más densa, menos densa.
Escucha.
La hija del aire
está muda; pero la hija
del limo lejana,
la rana,
canta en la sombra más honda,
¡quizás donde, quizás donde!
Y llueve sobre tus cejas,
Hermione.

Llueve sobre tus cejas negras
pareciera lloraras
pero de placer; no blanca
más casi vuelta verdeante,
que pareces de corteza salida.
Y en nosotros es fresca la vida
fragante,
el corazón en el pecho como durazno
intacto,
Los ojos entre los párpados
como veneros entre las hierbas,
los dientes en los alvéolos
como almendras acerbas.
Y vamos de breña en breña,
Unidos o separados
(y el verde vigor rudo
los tobillos nos enlaza
las rodillas nos enreda)
¡quizás dónde, quizás dónde!
Y llueve sobre nuestros rostros
silvanos,
llueve sobre nuestras manos,
desnudas,
sobre nuestras ropas
ligeras,
sobre las frescas ideas,
que el alma anuncia
como buenas nuevas,
sobre la fábula bella
que ayer
me ilusionó, y que hoy te ilusiona,
Oh Hermione.

Gabriele D'Annunzio (Pescara, 1863 - Gardone, 1938), Del Alcyone, 1903
Traducción: Ángel Faretta

*“virente”, del latín -y lo más aproximado- “verdeante”, como también “volverse, hacerse verde”. Es un término todavía bastante usual en portugués pero no así en italiano. La ultima edición del Hoepli no lo incluye. Es uno de los tantos arcaísmos -como así también de los préstamos tomados de otros idiomas- empleados por D’Annunzio, cuyo catálogo iniciado casi de inmediato a la publicación de sus obras continúa todavía hoy. Para todo ello Mario Praz, passim. (N. del T.)

La pioggia nel pineto
Taci. Su le soglie / del bosco non odo / parole che dici / umane; ma odo / parole più nuove/ che parlano gocciole e foglie / lontane. / Ascolta. Piove / dalle nuvole sparse. / Piove su le tamerici / salmastre ed arse, / piove sui pini / scagliosi ed irti, / piove sui mirti / divini, / su le ginestre fulgenti / di fiori accolti, / su i ginestri folti / di coccole aulenti, / piove sui nostri volti / silvani,/ piove sulle nostre mani / ignude, / sui nostri vestimenti leggieri, / su i freschi pensieri / che l'anima schiude / novella, // su la favola bella / che ieri / t'illuse, che oggi m'illude, / o Ermione. // Odi? la pioggia cade / su la solitaria / verdura / con un crepitio che dura / e varia nell'aria / secondo le fronde / più rade, men rade. / Ascolta. Risponde / al pianto il canto / delle cicale / che il pianto australe / non impaura, / nè il ciel cinerino./ E il pino / ha un suono, e il mirto / altro suono, e il ginepro / altro ancora, stromenti / diversi / sotto innumerevoli dita. / E immersi / noi siam nello spirto / silvestre, / d'arborea vita viventi;/ e il tuo volto ebro/ è molle di pioggia / come una foglia,/ e le tue chiome / auliscono come/ le chiare ginestre, / o creatura terrestre/ che hai nome/ Ermione.// Ascolta, ascolta. l'accordo /delle aeree cicale/ a poco a poco/ più sordo/ si fa sotto il pianto/ che cresce; / ma un canto vi si mesce / più roco/ che di laggiù sale, / dall'umida ombra remota. / Più sordo e più fioco / s'allenta, si spegne./ Sola una nota / ancor trema, si spegne, / risorge, trema, si spegne./ Non s'ode voce del mare./ Or s'ode su tutta la fronda / crosciare / l'argentea pioggia / che monda,/ il croscio che varia / secondo la fronda / più folta, men folta./ Ascolta./ La figlia dell'aria / è muta; ma la figlia / del limo lontane, / la rana,/ canta nell'ombra più fonda, / chi sa dove, chi sa dove! / E piove su le tue ciglia, / Ermione.// Piove su le tue ciglia nere/ sì che par tu pianga / ma di piacere; non bianca / ma quasi fatta virente (*), / par da scorza tu esca./ E tutta la vita è in noi fresca/ aulente, / il cuor nel petto è come pesca/ intatta,/ tra le pàlpebre gli occhi / son come polle tra l'erbe,/ i denti negli alvèoli/ son come mandorle acerbe./ E andiam di fratta in fratta,/ or congiunti or disciolti / (e il verde vigor rude/ ci allaccia i mallèoli/ c'intrica i ginocchi) / chi sa dove, chi sa dove!/ E piove su i nostri volti/ silvani,/ piove sulle nostre mani / ignude,/ sui nostri vestimenti /leggieri,/ su i freschi pensieri/ che l'anima schiude / novella,/ su la favola bella /che ieri / m'illuse, che oggi t'illude,/ o Ermione.


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Foto: D'Annunzio en Il Vittoriale, el conjunto de edificios y jardines creado por él junto al lago Garda en la Lombardía, en 1921

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