jueves, julio 31, 2014

Charles Wright / El pájaro carpintero picotea, pero el agujero no aparece










Es duro de imaginar cuán olvidables somos,
cuán rápido todo lo que hemos hecho
es olvidado y se torna implacable,
cuán rápido
los lirios de los pantanos y el trébol amarillo iluminan nuestras pisadas,
cuán rápido y al final el paisaje nos subsume,
y todo lo que somos se transforma en lo que no somos.

Esto no es nuevo, el pinzón naranja
y el amarillo y el pardo
   levantando la arcilla seca gentilmente,
los pastos dormidos en su verde huida
antes de que el mediodía pueda sacudirlos,
el dulce olvido de todos los días
   como un chaleco tibio
sobre el frío e interminable cuerpo de la memoria.

Escasez de nubes sobre la mañana de Montana.
Julio, con sus mejillas azules hinchadas como un angelote en un mapa antiguo,
resoplando el viento hacia abajo desde la esquina noroeste de las cosas,
gorjeos en las cepas siempre verdes,
   golondrinas hollando el aire,
los cuervos saltando de árbol en árbol, tú no, tú no,
es todo lo que el mundo permite, y todo lo que uno puede desear.

Charles Wright (Pickwick Dam, Tennessee, 1935), Revista de Humanidades El Navegante n° 5, Universidad del Desarrollo, Santiago de Chile, 2013
Traducción de Claudio Archubi

miércoles, julio 30, 2014

Gerður Kristný / Anne









Durante el día, ni pío
de Anne, que vive arriba en plena viudez
-excepto cuando se duerme
y su diario
cae al suelo

Aparte de ello, ni pío

Otro asunto es por la noche
entonces es todo un infierno de barullo
los amigos de Anne hacen traquetear las escaleras
gritando sus holas
y abren una fiesta
algunos con botella de leche agria
otros chupando huevos

Hacia el amanecer los vecinos están cansados
de violines y canciones folclóricas
Los invitados salen de prisa
fundiéndose con las paredes

Cuando la policía fuerza la puerta
Anne está sentada a la mesa de la cocina
escribiendo

Gerður Kristný (Reikiavik, Islandia, 1970), Prometeo, Revista Latinoamericana de Poesía, nº 94-95, Medellín, julio de 2013
Trad. de Isabel Plaza




martes, julio 29, 2014

Gerður Kristný / Norte










Lentamente como los cachalotes
flotamos por la penumbra
que es blanca
aquí en el páramo

Se aferra veloz a lo suyo
concediendo sólo
un mensaje a la vez

Por un momento ellos resplandecen
al lado de la carretera
como las cerillas de la niña
en el cuento de hadas
encendiéndonos
hasta que volvemos
al agujero en el hielo
a respirar

Gerður Kristný (Reikiavik, Islandia, 1970), Prometeo, Revista Latinoamericana de Poesía, nº 94-95, Medellín, julio de 2013
Trad. de Isabel Plaza
Envío de Jonio González

Foto: Gerdur Kristný por Kristinn Ingvarsson

lunes, julio 28, 2014

Dino Campana / De "Cantos órficos", 3














Fantasía sobre un cuadro de Ardengo Soffici

Cara, zig zag anatómico que ensombrece
La pasión torva de una vieja luna
Que mira colgada del cielorraso
En una taberna café chantant
De América: la roja velocidad
De luces funámbula que tanguea
Española cinérea
Histérica en tango de luces se esfumó:
Que mira en el café chantant
De América
En el piano martillado tres
Llamitas rojas solas se encendieron.


Florencia
(Uffizzi)

Dentro de tus puentes multicolores
El Arno adivino, tranquilo se enarena
Y en reflejos sonoros quiebra apenas
Severos arcos entre un morir de flores.

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

Azul en el arco del intercolumnio
Tiembla rayado entre excelsos palacios:
Cándidas rayas en el azul; perdidos
Vuelos sobre blanca juventud en columnas.

Dino Campana (Marradi, 1885 – Scandicci, 1932), "Cantos órficos. La Verna", Cantos órficos y otros poemas, estudio preliminar y traducción de Antonio Aliberti, Epsilon Editora, Buenos Aires, 1986

Foto: Una imagen de Dino Campana, circa 1912. Fue puesta en cuestión en los últimos años


Fantasia su un quadro d’Ardengo Soffici 

Faccia, zig zag anatomico che oscura
La passione torva di una vecchia luna
Che guarda sospesa al soffitto
In una taverna café chantant
D’America: la rossa velocità
Di luci funambola che tanga
Spagnola cinerina
Isterica in tango di luci si disfà:
Che guarda nel café chantant
D’America:
Sul piano martellato tre
Fiammelle rosse si sono accese da sè.



Firenze
(Uffizii) 

Entro dei ponti tuoi multicolori
L’Arno presago quietamente arena
E in riflessi tranquilli frange appena
Archi severi tra sfiorir di fiori.
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

Azzurro l’arco dell’intercolonno
Trema rigato tra i palazzi eccelsi:
Candide righe nell’azzurro: persi
Voli: su bianca gioventù in colonne.

domingo, julio 27, 2014

Dino Campana / De "Cantos órficos", 2





Barcas amarradas

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Las velas las velas las velas
Que chasquean y azotan al viento
Que infla de vagas secuelas
Las velas las velas las velas
Que tejen y tejen: lamento
Voluble que la ola que extingue
En la ola voluble se apaga
En el último cruel estallido
Las velas las velas las velas


Fragmento
(Florencia)

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Y los piececitos marchaban armoniosos
Llevando los sombrerones batalleros
Que armaban de un ala los ojos fieros
De su sola languidez en la luz del día...
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

La Pascua era un febril campaneo...
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

Dino Campana (Marradi, 1885 – Scandicci, 1932), "Cantos órficos. Poemas diversos y fragmentos", Cantos órficos y otros poemas, estudio preliminar y traducción de Antonio Aliberti, Epsilon Editora, Buenos Aires, 1986

Ilustración:  Retrato de Dino Campana basado en una foto de alrededor de 1912. Editorial Acquaviva., Italia, vía Fanpage

Barche amarrate
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 
Le vele le vele le vele
Che schioccano e frustano al vento
Che gonfia di vane sequele
Le vele le vele le vele
Che tesson e tesson: lamento
Volubil che l'onda che ammorza
Ne l'onda volubile smorza
N l'ultimo schianto crudele
Le vele le vele le vele


Frammento
(Firenze)

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
E i piedini andavano armoniosi
Portando i cappelloni battaglieri
Che armavano di un'ala gli occhi fieri
Del lor languore solo nel bel giorno
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 

Scampanava la Pasqua per la via...
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

sábado, julio 26, 2014

Dámaso Alonso / Mujer con alcuza








¿Adónde va esa mujer,
arrastrándose por la acera,
ahora que ya es casi de noche,
con la alcuza en la mano?

Acercaos: no nos ve.
Yo no sé qué es más gris,
si el acero frío de sus ojos,
si el gris desvaído de ese chal
con el que se envuelve el cuello y la cabeza,
o si el paisaje desolado de su alma.

Va despacio, arrastrando los pies,
desgastando suela, desgastando losa,
pero llevada
por un terror
oscuro,
por una voluntad
de esquivar algo horrible.

Sí, estamos equivocados.
Esta mujer no avanza por la acera
de esta ciudad,
esta mujer va por un campo yerto,
entre zanjas abiertas, zanjas antiguas, zanjas recientes,
y tristes caballones,
de humana dimensión, de tierra removida,
de tierra
que ya no cabe en el hoyo de donde se sacó,
entre abismales pozos sombríos,
y turbias simas súbitas,
llenas de barro y agua fangosa y sudarios harapientos del color de la desesperanza.

Oh sí, la conozco.
Esta mujer yo la conozco: ha venido en un tren,
en un tren muy largo;
ha viajado durante muchos días
y durante muchas noches:
unas veces nevaba y hacía mucho frío,
otras veces lucía el sol y sacudía el viento
arbustos juveniles
en los campos en donde incesantemente estallan extrañas flores encendidas.

Y ella ha viajado y ha viajado,
mareada por el ruido de la conversación,
por el traqueteo de las ruedas
y por el humo, por el olor a nicotina rancia.
¡Oh!:
noches y días,
días y noches,
noches y días,
días y noches,
y muchos, muchos días,
y muchas, muchas noches.

Pero el horrible tren ha ido parando
en tantas estaciones diferentes,
que ella no sabe con exactitud ni cómo se llamaban,
ni los sitios,
ni las épocas.

Ella
recuerda sólo
que en todas hacía frío,
que en todas estaba oscuro,
y que al partir, al arrancar el tren
ha comprendido siempre
cuán bestial es el topetazo de la injusticia absoluta,
ha sentido siempre
una tristeza que era como un ciempiés monstruoso que le colgara de la mejilla,
como si con el arrancar del tren le arrancaran el alma,
como si con el arrancar del tren le arrancaran innumerables margaritas, blancas cual su alegría infantil
    en la fiesta del pueblo,
como si le arrancaran los días azules, el gozo de amar a Dios y esa voluntad de minutos en sucesión
    que llamamos vivir.
Pero las lúgubres estaciones se alejaban,
y ella se asomaba frenética a las ventanillas,
gritando y retorciéndose,
solo
para ver alejarse en la infinita llanura
eso, una solitaria estación,
un lugar
señalado en las tres dimensiones del gran espacio cósmico
por una cruz
bajo las estrellas.

Y por fin se ha dormido,
sí, ha dormitado en la sombra,
arrullada por un fondo de lejanas conversaciones,
por gritos ahogados y empañadas risas,
como de gentes que hablaran a través de mantas bien espesas,
sólo rasgadas de improviso
por lloros de niños que se despiertan mojados a la media noche,
o por cortantes chillidos de mozas a las que en los túneles les pellizcan las nalgas,
...aún mareada por el humo del tabaco.

Y ha viajado noches y días,
sí, muchos días,
y muchas noches.
Siempre parando en estaciones diferentes,
siempre con una ansia turbia, de bajar ella también, de quedarse ella también,
ay,
para siempre partir de nuevo con el alma desgarrada,
para siempre dormitar de nuevo en trayectos inacabables.

...No ha sabido cómo.
Su sueño era cada vez más profundo,
iban cesando,
casi habían cesado por fin los ruidos a su alrededor:
sólo alguna vez una risa como un puñal que brilla un instante en las sombras,
algún cuchillo como un limón agrio que pone amarilla un momento la noche.
Y luego nada.
Solo la velocidad,
solo el traqueteo de maderas y hierro
del tren,
solo el ruido del tren.

Y esta mujer se ha despertado en la noche,
y estaba sola,
y ha mirado a su alrededor,
y estaba sola,
y ha comenzado a correr por los pasillos del tren,
de un vagón a otro,
y estaba sola,
y ha buscado al revisor, a los mozos del tren,
a algún empleado,
a algún mendigo que viajara oculto bajo un asiento,
y estaba sola,
y ha gritado en la oscuridad,
y estaba sola,
y ha preguntado en la oscuridad,
y estaba sola,
y ha preguntado
quién conducía,
quién movía aquel horrible tren.
Y no le ha contestado nadie,
porque estaba sola,
porque estaba sola.
Y ha seguido días y días,
loca, frenética,
en el enorme tren vacío,
donde no va nadie,
que no conduce nadie.

...Y esa es la terrible,
la estúpida fuerza sin pupilas,
que aún hace que esa mujer
avance y avance por la acera,
desgastando la suela de sus viejos zapatones,
desgastando las losas,
entre zanjas abiertas a un lado y otro,
entre caballones de tierra,
de dos metros de longitud,
con ese tamaño preciso
de nuestra ternura de cuerpos humanos.
Ah, por eso esa mujer avanza (en la mano, como el atributo de una semidiosa, su alcuza),
abriendo con amor el aire, abriéndolo con delicadeza exquisita,
como si caminara surcando un trigal en granazón,
sí, como si fuera surcando un mar de cruces, o un bosque de cruces, o una nebulosa de cruces,
de cercanas cruces,
de cruces lejanas.

Ella,
en este crepúsculo que cada vez se ensombrece más,
se inclina,
va curvada como un signo de interrogación,
con la espina dorsal arqueada
sobre el suelo.
 ¿Es que se asoma por el marco de su propio cuerpo de madera,
como si se asomara por la ventanilla
de un tren,
al ver alejarse la estación anónima
en que se debía haber quedado?
 ¿Es que le pesan, es que le cuelgan del cerebro
sus recuerdos de tierra en putrefacción,
y se le tensan tirantes cables invisibles
desde sus tumbas diseminadas?
 ¿O es que como esos almendros
que en el verano estuvieron cargados de demasiada fruta,
conserva aún en el invierno el tierno vicio,
guarda aún el dulce álabe
de la cargazón y de la compañía,
en sus tristes ramas desnudas, donde ya ni se posan los pájaros?

Dámaso Alonso (Madrid, 1898-1990), Hijos de la ira, Castalia, Madrid, 1989.
Envío de Jonio González

viernes, julio 25, 2014

Alejandro Nicotra / Sobre el alcohol y los poemas no escritos









Sobre el alcohol y los poemas no escritos
-dices- cayó uno, y los otros
caerán también, si no han caído aún
con los ojos quemados por la soledad,
todos seremos destruidos
y no sé si algún verso
valdrá, como pensábamos, estas muertes.

Alejandro Nicotra (Sampacho, Córdoba, 1931), La tarea a cumplir, selección y prólogo de Ricardo H. Herrera, Editorial Brujas, Córdoba, 2014
Vía Hablar de Poesía

jueves, julio 24, 2014

Juan Anselmo Leguizamón / Tenía que haberle pedido a Javier Adúriz que corrija esto










¡Corran -les gritó-
ya se han dado cuenta de que son poetas!

Y así -de rompe y raje- estuvieron idos
con sus pentámetros yámbicos a cuestas
agarrados de sus sombreros de fieltro
perdiendo algunos Wordsworth en el camino.

Fue en tandas de cinco que se las tomaron
llevados por motoqueros del infierno
a la loma donde el Lucifer de Milton
acabado de tanto trajín y dolo

giraba en pura sangre de calesita
sin pillar sortija.

Juan Anselmo Leguizamón (Santiago del Estero, 1971), inédito

miércoles, julio 23, 2014

Jaim Guri / Me parece...









Me parece estar guardando los muros de una ciudad
que murió hace ya mucho tiempo.

La luz que ahora me alumbra
es el resto de otra que se apagó hace mucho.

Paseo entre las cosas que relegó el tiempo,
y camino.
Ellas viven fuera del tiempo que se desvanece en el reloj.

Ellas vuelven a mí, vuelven a vivir lentamente en mí,
junto a los ceniceros,
junto a las frías tazas de café.

Camino mucho y adivino
y gozo de la duda.

Pero guardo los muros de una ciudad que murió hace ya mucho.

Jaim Guri (Tel Aviv, 1923), "Poesía hebrea moderna", La Semana Publicaciones, Jerusalem, 1987
Traducción de Arie Comey
Envío de Jonio González

martes, julio 22, 2014

Carlos López Beltrán / Desabrigo













Tuve un hijo.
Entre las ramas del bosque alemán
que rayan como ráfagas de grafito la ventana
de pronto adivino su perfil y siento su presencia.
Camina solo en una ciudad desconocida por mí,
entre dos barrios lúgubres, de inmigrantes.
Lleva un suéter muy grueso y muy gastado.
Y ha encendido un cigarro...

En este mismo instante en que se me aparece su sombra
él me entrevé en este vagón oscuro
junto a una mujer dormida, escribiendo.
Escribiendo sobre él...

Siente mi turbación dolorosa
y la siente distante, fría, amortiguada
bajo la paja astrosa de la ausencia.
Tuve un padre apenas se murmura
a sí mismo cuando una rata
corriendo entre dos cloacas lo distrae.

Tuve un hijo apenas me murmuro y mi mujer despierta
y me dice quedito una rata, una rata
corriendo entre dos cloacas, en mi sueño...

Carlos López Beltrán (Minatitlán, México, 1957), en Letras Libres, noviembre de 2007

lunes, julio 21, 2014

Gregory Orr / Dos poemas








Los sombreros

Los sombreros están hambrientos.
¿Qué comerán?
El tío divertido
mete la mano en su sombrero
y saca una manga vacía.
Todos los padres ríen
pero los niños están asustados.
¿Qué comerán ahora los sombreros,
los sombreros que llevan nuestros padres?
Mirad el sombrero en el rincón.
¿Le han dado de comer?


La canción del mendigo

Aquí hay una semilla. Comida
para una semana. Cráneo de vaca
en el prado; habitación trasera
donde estaba el cerebro:
una choza espaciosa para mí.

Pequeña por lo tanto, y más pequeña.
Mi deseo es permanecer vivo
y no ser más grande
que una astilla
alojada en mi corazón.

Y si el corazón es una roca
lo aporrearé con esta copa
de estaño y comeré las chispas.
gritando siempre, gritando
siempre por más.

Gregory Orr (Albany, NY, 1947), The Caged Owl, Copper Canyon Press, Port Townsend, 2002
Versiones de Jonio González


THE HATS

The hats are hungry.
What will they eat?
The funny uncle
puts his hand into the hat
and pulls out an empty sleeve.
All the parents are laughing,
but the children are scared.
What will the hats eat now;
the hats our fathers wear?
See the hat in the corner.
Has it been feed?

BEGGARS'S SONG

Here’s a seed. Food
for a week. Cow skull
in the pasture; back room
where the brain was:
spacious hut for me.

Small then, and smaller.
My desire’s to stay alive
and be no larger
than a sliver
lodged in my own heart.

And if the heart’s a rock
I’ll whack it with this tin
cup and eat the sparks,
always screaming, always
screaming for more.

sábado, julio 19, 2014

Silvina López Medin / Tres lombrices en la pileta hacen en el fondo un cuadro abstracto



Esa vez que intenté romper
el domingo en dos
y en la mitad
del peor temporal
bajo la flecha que parte la noche, agita
sus criaturas,
quise pisar la tormenta,
los pies desnudos en el pasto
el cuerpo a la espera de agua ajena

hasta recordar
lo que sale a flote:

lombrices
que tras el diluvio los pájaros
bajan a devorar,
levanté un pie
volví a los saltitos
hacia la zona de confort
bajo las tejas

llovía, llovía en serio
la lluvia no era fílmico
anuncio de otra cosa.

Silvina López Medin (Buenos Aires, 1976), Esa sal en la lengua para decir manglar,
Ediciones del Dock, Buenos Aires, 2014

viernes, julio 18, 2014

Javier Adúriz / Arriba, arriba


Arriba, arriba, parias de la tierra,
arriba famélica legión. Dejad de lado,
dejen los cartones, nada va a cambiar.

Arriba, arriba, santos de la tierra,
muchedumbre ensoñada, corazones
de carne. Nada va a cambiar.

El género humano es la internacional.

Arriba, arriba, la luz está en nosotros,
una beatitud incandescente, el sentido
nomás, de haber vivido el sin sentido.

Arriba, arriba, nada va a cambiar.
Después de todo, el significado
lo hacemos entre todos. Arriba.

El género humano es la internacional.

Javier Adúriz (Buenos Aires, 1948-2011), "Los nada", 2011,
Poesía completa, Ediciones del Dock, Buenos Aires, 2014

Antonella Anedda / De "Notti di pace occidentale", 4



II

No quería nombres para muertos desconocidos
y sin embargo quería que existieran
quería que una lengua anónima
–la mía–
hablase de muchos muertos anónimos.
Lo que llamamos paz
trae sólo el breve alivio de la tregua.
Si el nombre es alcanzarse a sí mismo,
ninguno de estos muertos ha alcanzado su destino.
No hay más que lugares, los de una isla
desde donde escrutar el Continente
–el oriente– sus guerras
el polvo que arrojan para confundir
el veredicto: no estamos salvados
no salvamos
sino con un coraje oblicuo
con un gesto
de mínima luz.

Antonella Anedda (Roma, 1958), "Nohes de paz occidental", 1999,
Antología, traducción de Jorge Aulicino,
Hilos Editora, Buenos Aires, 2014

II

Non volevo nomi per morti sconosciuti
eppure volevo che esistessero
volevo che una lingua anonima
–la mia–
parlasse di molte morti anonime.
Ciò che chiamiamo pace
ha solo il breve sollievo della tregua.
Se nome è anche raggiungere se stessi
nessuno di questi morti ha raggiunto il suo destino.
Non ci sonno che luoghi, quelli di un’isola
da cui scrutare il Continente
–l’oriente– le sue guerre
la polvere che gettano a confondere
il verdetto: noi non siamo salvi
noi non salviamo
se non con un coraggio obliquo
con un gesto
di minima luce.

jueves, julio 17, 2014

Robert Lowell / Buenos Aires












En mi habitación del Hotel Continental
a mil millas de ninguna parte,
escuché
el grueso, carnoso respirar de la manada.

El ganado cubría mi ropa nueva:
abrigo de delgada gamuza color nuez,
calzado puntiagudo
que me apretaba los pies.

Un falso decoro de fin de siglo
roncaba sobre Buenos Aires,
perdido en las pampas
gobernada desde cuarteles.

Antiguos hombres fuertes  a quienes se negó la gloria,
en bancarrota, a caballo, soldados a sus monturas, movían
patas alzadas en mármol blanco de forma lunar
para abatir al país.

La escultura militar romántica
enarbolaba sables frente a arquitectura Dickensiana,
lacónicos pelotones patrullaban los vacíos
dejados por la pobreza invisible.

Todo el día leí de golpes de estado de la prensa
de pesados, generales destructivos –
bollos de masa en el tablero de ajedrez – y nunca vi
los tanques que se le enfrentaban.

En los soleados paseos de cipreses
en  el cementerio de Mártires Republicanos,
cientos de templos romanos monoambientes
albergaban sus neoclásicos catafalcos.

Bustos realistas conmemorativos
preservaban los sacones de campaña
y las preocupadas, surcadas frentes
de esos soldados burócratas.

Al borde de sus portones de bronce
cien diosas de mármol
lloraban como sauces. Hallé alivio
cubriendo con suaves palmas cada duro seno.

Esa noche caminé las calles.
Mis apretados pies sangraban en los zapatos. En una plaza
rechacé la seducción desde la oscuridad de
cuerpos de pitonisas semidiosas del nuevo mundo.

En todas partes bramaba el viejo toro –
los amordazados de abajo clamaban
por la bruta carne de Perón,
el Don Juan de las cortesanas.

En la plaza principal
un obelisco de piedra blanca
se erguía como falo
sin piel ni pelo –

siempre mi faro
¡me dirigí a casa que es el hotel!
Mi aliento blanqueaba el aire invernal
abatido yo por el cansancio.

Cuando la negrura de la noche se disipó,
vi la luz de la madrugada
sobre una Buenos Aires llena
de un severo gentío almidonado.

Robert Lowell (Boston, 1917- New York,1977), New York Review of Books, 1 de febrero de 1963. Incluido en el libro For the Union Dead (Para los muertos de la unión), 1964
Versión de Andrew Graham-Yooll


Buenos Aires

In my room at the Hotel Continental
a thousand miles from nowhere,
I heard
the bulky, beefy breathing of the herds.

Cattle furnished my new clothes:
my coat of limp, chestnut-colored suede,
my sharp shoes
that hurt my toes.
A false fin de siecle decorum
snored over Buenos Aires,
lost in the pampas
and run by the barracks.

Old strong men denied apotheosis,
bankrupt, on horseback, welded to their horses, moved
white marble rearing moon-shaped hooves,
to strike the country down.

Romantic military sculpture
waved sabers over Dickensian architecture,
laconic squads patrolled the blanks
left by the invisible poor.

All day I read about newspaper coup d’états
of the leaden, internecine generals—
lumps of dough on the chessboard—and never saw
their countermarching tanks.

Along the sunlit cypress walks
of the Republican Martyrs’ graveyard,
hundreds of one-room Roman temples
hugged their neo-classical catafalques.

Literal commemorative busts
preserved the frogged coats
and fussy, furrowed foreheads
of those soldier bureaucrats.

By their brazen doors
a hundred marble goddesses
wept like willows. I found rest
by cupping a soft palm to each hard breast.

That night I walked the streets.
My pinched feet bled in my shoes. In a park
I fought off seduction from the dark
python bodies of new world demigods.

Everywhere, the bellowing of the old bull—
the muzzled underdogs still roared
for the brute beef of Peron,
the nymphets’ Don Giovanni.

On the main square
a white stone obelisk
rose like a phallus
without flesh or hair—

always my lighthouse
homeward to the hotel!
My breath whitened the winter air,
I was the worse for wear.

When the night’s blackness spilled,
I saw the light of morning
on Buenos Aires filled
with frowning, starch-collared crowds.

---
Foto: Robert Lowell en Londres, 1967 Jane Brown/The Guardian

miércoles, julio 16, 2014

Franco Fortini / Comunismo













Siempre he sido comunista.
Pero, con justicia, los otros comunistas
han sospechado de mí. Era comunista
mucho más allá de sus certezas y mis dudas.
Con justicia no me han reconocido.

Mi disciplina no podían verla.
Mi centralismo parecía anarquía.
Mi autocrítica negaba la de ellos.
No se puede ser comunista especial.
Pensarlo significa no serlo.

Así, justamente, no me han reconocido
mis compañeros. Siervo del capital
yo, como ellos. Más aún, porque lo olvidaba.
Y ellos trabajaban mientras buscaba mi placer.
Incluso por esto siempre era comunista.

Mucho más allá de sus certezas y mis dudas,
de este mundo siempre quería el final.
Pero también mi fin. Y también esto -más, esto-
los alejaba de mí. No los ayudaba mi esperanza.
Mi centralismo parecía anarquía.

Como quien para sí quiere más verdad
para ser ante los otros más verdadero y para que los otros
sean él mismo, así he vivido y muero.
Siempre por lo tanto he sido comunista.
De este mundo siempre quería el final.

Vivo, he vivido bastante para ver
por ciencia horrenda abatidos a los compañeros que me hirieron.
Pero digo: ¿sabían que era de los suyos, ustedes, no?
¿Por eso me odiaban? Oh mi verdad necesita,
disuelta en tiempo y aire, corazones más dispuestos a educar.

Franco Fortini (Florencia, 1917–Milán, 1994), "Una volta per sempre", Versi scelti, 1939-1989, Einaudi Editore, Turín, 1990
Versión de J. Aulicino


Comunismo

Sempre sono stato comunista.
Ma giustamente gli altri comunisti
hanno sospettato di me. Ero comunista
troppo oltre le loro certezze e i miei dubbi.
Giustamente non m’hanno riconosciuto.

La disciplina mia non potevano vederla.
Il mio centralismo pareva anarchia.
La mia autocritica negava la loro.
Non si può essere comunista speciale.
Pensarlo vuol dire non esserlo.

Così giustamente non m’hanno riconosciuto
i miei compagni. Servo del capitale
io, come loro. Più, anzi: perché lo dimenticavo.
E lavoravano essi, mentre io il mio piacere cercavo.
Anche per questo sempre ero comunista.

Troppo oltre le loro certezze e i miei dubbi
di questo mondo sempre volevo la fine.
Ma la mia fine anche. E anche questo, più questo,
li allontanava da me. Non li aiutava la mia speranza.
Il mio centralismo pareva anarchia.

Com’è chi per sè vuole più verità
per essere agli altri più vero e perché gli altri
siano lui stesso, così sono vissuto e muoio.
Sempre dunque sono stato comunista.
Di questo mondo sempre volevo la fine.

Vivo, ho vissuto abbastanza per vedere
da scienza orrenda percossi i compagni che m’hanno piagato.
Ma dite: lo sapevate che ero dei vostri, voi, no?
Per questo mi odiavate? Oh, la mia verità è necessaria,
dissolta in tempo e aria, cuori più attenti a educare.

---
Foto: Franco Fortini, foto de juventud La Nazione

martes, julio 15, 2014

César Vallejo / Salutación angélica















Eslavo con respecto a la palmera,
alemán de perfil al sol, inglés sin fin,
francés en cita con los caracoles,
italiano ex profeso, escandinavo de aire,
español de pura bestia, tal el cielo
ensartado en la tierra por los vientos,
tal el beso del límite en los hombros.

Mas sólo tú demuestras, descendiendo
o subiendo del pecho, bolchevique,
tus trazos confundibles,
tu gesto marital,
tu cara de padre,
tus piernas de amado,
tu cutis por teléfono,
tu alma perpendicular
a la mía,
tus codos de justo
y un pasaporte en blanco en tu sonrisa.

Obrando por el hombre, en nuestras pausas,
matando, tú, a lo largo de tu muerte
y a lo ancho de un abrazo salubérrimo,
vi que cuando comías después, tenías gusto,
vi que en tus sustantivos creció yerba.

Yo quisiera, por eso,
tu calor doctrinal, frío y en barras,
tu añadida manera de miramos
y aquesos tuyos pasos metalúrgicos,
aquesos tuyos pasos de otra vida.

Y digo, bolchevique, tomando esta flaqueza
en su feroz linaje de exhalación terrestre:
hijo natural del bien y del mal
y viviendo talvez por vanidad, para que digan,
me dan tus simultáneas estaturas mucha pena,
puesto que tú no ignoras en quién se me hace tarde diariamente,
en quién estoy callado y medio tuerto.

César Vallejo (Santiago de Chuco, 1892-París, 1938), "Poemas humanos", Obra poética completa, Francisco Moncloa Editores, Lima, 1968

Foto: s/d

lunes, julio 14, 2014

Raymond Carver / Advertencia













Al intentar un poema mientras afuera todavía
estaba oscuro, tuvo la inconfundible sensación de que
le estaban observando. Dejó la pluma y miró a su alrededor.
Un momento después se levantó y recorrió las habitaciones de
su casa. Miró dentro de los armarios. Nada, claro.
Con todo, no quería arriesgarse.
Apagó las luces y se quedó sentado a oscuras.
Fumó su pipa hasta que pasó la sensación
y hubo luz afuera. Bajó la vista
al papel en blanco que tenía delante. Luego se levantó
y volvió a hacer la ronda de su casa.
El sonido de su respiración lo acompañaba.
Sólo eso. Evidentemente.
Nada.

Raymond Carver (Clatskanie, Oregon, 1938-Port Angeles, Washington, 1988), Un sendero nuevo a la cascada. Últimos poemas, traducción de Mariano Antolín Rato, Visor, Madrid, 1993

Foto: s/d

domingo, julio 13, 2014

Raymond Carver / Después del incendio











El hombrecillo viejo y calvo, cocinero del general Zukov, el
mismo cuya gorra se había quemado, entró. Se sentó y escuchó.
Luego, también él empezó a recordar y a contar historias.
Nicolai, sentado en la chimenea, con las piernas colgando,
escuchaba y hacía preguntas sobre los platos
que preparaba para los nobles en los viejos tiempos.
Hablaron de albondiguillas, de chuletas, diversas sopas y
salsas, y el cocinero, que lo recordaba todo muy bien,
mencionó platos que ya no se preparaban; había uno, por ejemplo
-un plato hecho con ojos de vaca-, que se llamaba
"al levantarse a la mañana".

                                                     Anton Chéjov
                                                          Los campesinos


Raymond Carver (Clatskanie, Oregon, 1938-Port Angeles, Washington, 1988), Un sendero nuevo a la cascada. Últimos poemas, traducción de Mariano Antolín Rato, Visor, Madrid, 1993

Foto:s/d

sábado, julio 12, 2014

Raymond Queneau / El truco del marfil











Al abrigo de las encinas plagadas de bichos
Encinas plagadas de los bichos de la muerte
Sombra violeta que separa la caducidad de los horizontes
A partir del nacimiento del hombre
No se dicta justicia al abrigo de los árboles
Pues la justicia es una lechuza
Que berrea de noche para adormecer las habitaciones llenas de amor
Habitaciones mortales con niños recién nacidos
Que se disfraza para tender una mano malsana
A los pobres asustados por la negrura de las paredes
Los carceleros enrojecen de alegría al chupar los grilletes
Más helados que campanario de iglesia
La muchedumbre se precipita como era previsible hacia los llamados bailes populares
La justicia la justicia
Acabará al fin por sofocarse tosiendo
Gato perdido en una acera pringosa
Ventana lamentable que sólo se abre para apagarse
Las luces que se rozan a lo largo de los cuerpos imprevisores
Preguntan el camino llorando a lo largo de los reverberos
En tanto que los agentes se vuelven calvos
y los vitrales de las capillas se reducen a nada
Bajo la presión de las manos húmedas de las mujeres que nunca fueron vírgenes
Y para quienes toda calle fue una misma pasión
Si preguntan el camino nadie contestará
Hombros exilados en las noches sin término
Semblantes de sombras estranguladas
Hay estrellas que brotan como chispas de las olas lejanas
Llueve hasta quedar sin aliento
Un gavilán brinca danzarín desorientado
El espacio se mueve ágilmente por sobre las florestas metálicas
De donde levantan vuelo cuervos melódicos de helados destinos
Más allá de la rápida palpitación de los páramos
Clavados al suelo por los menhires
Espantajos de nubes esbozadas o moribundas
Más allá de la virginidad sin brillo de los desiertos donde se acuesta el sol
El tedio de este día se ha sentado
Tan cubierto de segundos como un sacerdote de piojos
La osamenta de esos monstruos acaba de derrumbarse
Y de su polvo salen volando pájaros blancos y dorados
Alegría de las plumas velocidad de las alas
Arrastran joyas evadidas de los ojos de las enamoradas
Llamas exaltadas nucas transparentes
Senos suavísimos torsos de estrellas
Vigilantes guardianes del alba acariciante
AIba cristalina alba perpetua
Pantera de pelo azul
El amor nace en los encuentros un pulpo devora el arco iris
Un mochuelo perfumado cobija en sus alas
A los fantasmas irónicos y a los amigos del crimen
Las ennegrecidas pendientes del deber se desmenuzan con el temblor de la fatiga
Una vez más el crepúsculo se derrama en la noche
Después de haber escrito en los muros SE PROHÍBE NO SOÑAR.

Raymond Queneau (El Havre, 1903-París, 1976), Antología de la poesía surrealista, compilación, prólogo, traducción y notas de Aldo Pellegrini, Argonauta, Barcelona, 1981
Envío de Jonio González

Notas del traductor: 
El truco del marfil (le tour de l'ivoire) hace referencia burlesca a la famosa expresión de Saint-Beuve: La tour d'ivoire [la torre de marfil] con la que señala la literatura exquisita
La justicia al abrigo de los árboles: referencia a la costumbre de los galos de dictar justicia al pie de la encina sagrada.

viernes, julio 11, 2014

Joan Perucho / Dos poemas











El misterio

Vino y pronunció las palabras.
Eran unas palabras que he olvidado,
de la misma manera que he olvidado
su rostro de piedra.

Ahora recuerdo estas cosas,
pero no les encontraré el sentido.
El misterio perdura para siempre
y eso me hace la vida soportable.


Apocalipsis

Los huesos, en el fango, han construido los palacios
y ahora la sangre crepita por la noche hacia la aurora.
Todo es posible en estas estancias solitarias.
El viento extenderá las impalpables cenizas
caídos ya los cortinajes de oro y damasco.
Los asesinos se acercan con sus heraldos de humo
y las largas trompetas de la muerte proclamada.
 
Joan Perucho (Barcelona, 1920-2003), Poesia 1947-1973, Edicions 62, Barcelona, 1978
Versiones de Jonio González


EL MISTERI 

Va venir i em digué les paraules. 
Eren unes paraules que he oblidat 
de la mateixa manera que vaig oblidar 
el seu rostre de pedra. 
Ara recordo aquestes coses, 
però no en trobaré el sentit. 
El misteri perdura per sempre 
i això em fa la vida suportable. 

APOCALIPSI 

Els ossos, en el fang, han bastit els palaus 
i ara la sang crepita a la nit vers l'aurora. 
Tot és possible en aquestes solitàries estances. 
El vent estendrà les cendres impalpables 
caiguts ja els cortinatges d'or i de domàs. 
Els assassins s'acosten amb llurs heralds de fum 
i les llargues trompetes de la mort proclamada. 

---
Foto: Perucho por Begoña Rivas/ El Mundo, detalle

jueves, julio 10, 2014

Lorenzo Calogero / De "Quaderni di Villa Nuccia"



III

Elegía pocas cosas
y esta vida desde la canícula del puente
era tan proclive; pero no quería
alejarme de los lugares amados.
Elegía entre dos rosas rojas
y tú, prímula, tal vez sabrás decirme
cómo suavemente acaecieron
las disputas, antes de que se presentase
en lugar de un lugar amado
la cara previsora
cortés de Dios...


XXVII

... Quizá sólo te sé decir esto
loco sobre tu corazón como sobre el de un león
o esta es la imagen que te captura al vuelo
o es una extensa vana escalinata;

Pero luego un luto golpea este ciprés
un momento solo
y de mano en mano, en mi mano
sosteniendo la leche en la mano
este cuaderno tuyo.

Quizá en el corazón de la noche golpea al vuelo
un grito de golondrina demorada;

pero no es más que un lujo
y toda esta fragua exterior
de lágrimas debía quizá decir fin
a un adiós, con el mismo terror
con que me miras o te miro
al final de la jornada.

El final de un día no es más que un lujo simple.

Una orquídea ahora resplandece en la mano.

Lorenzo Calogero (Melicuccà, Reggio Calabria, 1910-1961), Quaderni di Villa Nuccia, 1959-1960
En Lorenzo Calogero
Vía Antonio Bux
Versiones de Jorge Aulicino

Foto: Le Muse Inquiete

III

Sceglievo poche cose
e questa vita dall’arsura del ponte
era cosí proclive; ma non volevo
allontanarmi dai luoghi amati.
Sceglievo fra due rose rosse
e tu, primula, forse mi sai dire
come soavemente avvennero
le contese, prima che si presentasse
in luogo di un luogo amato
la faccia lungimirante
cortese di Dio …


XXVII

… Forse ti so dire questo solo
folle sul tuo cuore come sopra il cuore d’un leone
o questa è un’immagine che ti rapisce a volo
o è un’estesa vana gradinata;

Ma poi batte un lutto questo cipresso
un momento solo
e, di mano in mano, in mano mia,
tenendo in mano il latte
questo tuo quaderno.

Forse nel cuore della notte batte a volo
un grido di rondine attardata;

ma non è che un lusso
e tutta questa esteriore fucina
di lagrime doveva forse dire fine
a un addio, con lo stesso terrore
con cui mi guardi od io ti guardo
a fine di giornata.

La fine di un giorno non è che un lusso semplice.

Un’orchidea ora splende nella mano.

miércoles, julio 09, 2014

Manuel Álvarez Ortega / Llegar de más allá del espejo...









LLEGAR de más allá del espejo,
ahora que una oscura dinastía cede su rostro cuando
/hacia la nada te vuelves,
apresar en el vuelo de otra pupila
la esfinge que en el mal se adormece,
¿te concede el privilegio de nacer en tan bastardo lugar, ser origen
de un cuerpo acuchillado en un cubil
de anónimos suicidas?

Unidas las cabezas bajo el fuego
de la posesión, conjuga el aire
más allá del andén que anuncia tu sexo de alud descompuesto,
¿basta tal semejanza de medalla antigua,
el lecho que hacia un eclipse se alarga,
para que el hielo de las bocas se haga ceniza entre las
/sábanas y el escalofrío, harapo temporal,
teja su alucinante corona
de oprobio y seducción?

Pasan las sombras como semillas
que se niegan a la fecundación,
el agua del día entrega su linaje a un nidal de lúgubres arañas, y,
/tan un súbito resplandor, cortada
la habitación en dos meridianos
de sueño, así cumples el ritual
de tu entrega, pródiga madre, antes de que las horas te hagan
/un nuevo féretro y en él, sola,
insondable peregrina del polvo,
eternamente seas un nuevo infierno.

Manuel Álvarez Ortega (Córdoba, 1923 – Madrid, 2014), Mantia Fidelis, Huerga & Fierro Editores, Madrid, 2008
Envío Jonio González

martes, julio 08, 2014

Antonio Bux / La isla de vidrio









Creo en una isla
de vidrio, en una fauna
precedente. De infancia no muere
nadie. ¿Viste alguna vez
el sol batir
sobre el instante? Ya nace
caído, como demasiado
reluciente. Se conocen así
pueblos sometidos, bajo la manta
tienen manos espléndidamente rugosas
y joyas secas. Si te sobra tiempo ve
hacia su hambre.
Si te sobra conocimiento, vuélvete
ese fósil. Precede.
Porque se muere a menudo
de sueños en los márgenes.
A través de los desmontes africanos
de una cierta África perlada,
o en la prohibida estepa siberiana
donde se acoplan los trenes fantasmas,
o entre los escombros vivientes de las tundras
esquimales. Envueltas en el blanco, verás
flores de yeso, y un frío distinto
oprimirá las eras. Como no llegando,
te entrarán desde todas partes.
Estos nuevos tú de tormenta
con el furor de un primer aislamiento.

Te faltará el cielo de Golconda.

Antonio Bux (Foggia, 1982), Biologia distratta, inédito
Versión de Jorge Aulicino



L'isola di vetro

Credo ad un'isola 
di vetro, ad una fauna
precedente. D'infanzia non muore 
nessuno. Hai mai visto
il sole battere 
l'istante? Già nasce
caduto, come troppo
lucente. Si conoscono così
popoli sottomessi, sotto la coltre
hanno mani splendidamente rugose
e gioielli secchi. Se t'avanza del tempo
vai incontro alla loro fame. 
Se t'avanza conoscenza diventa
questo fossile. Precediti. 
Ché si muore spesso
di sogni ai margini. 
Attraverso le sterrate africane
di una certa Africa perlata, 
o nella steppa proibita siberiana, 
dove i treni fantasma combaciano, 
o tra i rottami viventi delle tundre
eschimesi. Avvolti nel bianco, vedrai
fiori di gesso e un freddo diverso
costringere le ere. Come non arrivando, 
ti entreranno da tutte le parti.
Questi nuovi te di tempesta 
col furore d'un primo isolamento. 

Ti mancherà il cielo di Golconda.

lunes, julio 07, 2014

Emilio Prados / Cerré mi puerta al mundo









Cerré mi puerta al mundo;
se me perdió la carne por el sueño...
Me quedé, interno, mágico, invisible,
desnudo como un ciego.

Lleno hasta el mismo borde de los ojos,
me iluminé por dentro.

Trémulo, transparente,
me quedé sobre el viento,
igual que un vaso limpio
de agua pura,
como un ángel de vidrio
en un espejo.

Emilio Prados (Málaga, 1899-México, 1962), Poesía completa, Visor, Madrid, 1999
Envío de Jonio González

viernes, julio 04, 2014

Miguel Barnet / Los visitantes










Vienen rodeando la casa,
atravesando el patio,
los muros altos donde las nubes
graznan como las garzas en invierno

Llegan al corredor
y se desvelan un poco por el olor a vino

Después entran en los cuartos,
se inclinan, gimen, visten el traje de Ricardo,
el antifaz,
de nuevo se deslizan hacia la misma noche,
de nuevo caen
con las manos unidas,
imitan el ruido de las abejas,
el graznido de invierno,
imitan el grito de pavor, de oscuridad, de nada

Vienen rodeando la casa
y parecen estar alegres,
parecen ejercer la plenitud de la sala vacía,
parecen estar vivos,
que es lo peor de todo

Miguel Barnet (La Habana, 1940), Nueva poesía cubana, edición de José Agustín Goytisolo, Península, Barcelona, 1970
Envío de Jonio González 

jueves, julio 03, 2014

William Carlos Williams / Paterson, 20

Libro 2
Domingo en el Parque
II (cont.)






Hay gente -especialmente entre las mujeres- que solo pueden hablar con una persona.  Y yo soy una de esas mujeres. No llego con facilidad a la confidencia (aunque a ti te parezca lo contrario).  No podría transmitir a ninguna de las personas que se han cruzado en mi camino en estos últimos meses, esos momentos particulares de mi vida que han sido el tema de mis cartas para ti. Debo dejar que me malinterpreten y me juzguen  por todos mis desajustes económicos y sociales, antes que tratar de explicar a cualquiera qué fue lo que te escribí. Entonces, habiéndote sobrecargado con estas confidencias (no obstante lo agobiantes que haya sido o cuán lejos deba llegar en mi intento de ser completamente honesto lo que es difícil para cualquiera) fue suficiente en sí como para hacer que mi fracaso contigo tuviera un efecto tan desastroso sobre mí. 

Mira, ¡allí está la ciudad!

—llamando de espaldas
a la insignificante congregación, llamando a los vientos;
una voz llamando, llamando    .

Detrás de él los niños congregados a los que el traje
de primera comunión les sienta mal,
sin pestañear, bajo coacción, deben sentir
el dolor de sus trastes sobre las tablas mojadas
de los bancos.
Pero mientras descansa, ellos cantan—instigados—
mientras seca su frente prismática.
La luz
lo acaricia como si se inclinara para formar un halo—

Entonces él ríe:

Uno primero lo ve. Pocos escuchan.
O, de hecho, prestan
poca atención, caminando por ahí, a menos que algún polaco
con su boca abierta trate de descifrar,
como si fuera algún Demonio (mira a la cara
a una joven pareja que pasa, riendo
ambos, por alguna insinuación) ¿Qué clase de cura
es este? Alarmado, explota gruñendo, mirando
atrás.

¡Este es un protestante! Protestando—como si
el mundo fuera suyo            .

—otro,
a veinte pies de distancia, absorto pasea su perro
por la parte superior del muro—atento al perro—
al borde del acantilado sobre una caída de cincuenta pies   .

.    .   alternativamente la arenga, seguida
por el estruendo de los cornos tapando
otros sonidos     .    ahora se detienen
cuando la figura de un hombre embelesado asoma—

Pero su señuelo no atrae ningún pato—sólo
los niños con sus pequeñas mentes sucias
y felices non sequiturs.

Ninguna figura
las nubes pareciera sobrevolar cerca

   Los detectives encontraron una nota sobre la mesa de la cocina dirigida a un soldado de Fort Bragg, N.C.. El contenido de la carta demuestra que ella estaba enamorada del soldado, dijeron los detectives.

Esto es lo que dijo el predicador: No piensen
en mí. Llámenme viejo tonto, está bien.
Sí, llámenme viejo aburrido que habla hasta
quedar ronco cuando nadie quiere oír. Esa
es la verdad. Soy un viejo tonto y lo sé.

PERO     .      !
¡No pueden ignorar las palabras de nuestro Señor Jesucristo
que murió en la Cruz por nosotros para que
tuviéramos Vida Eterna! Amén.

¡Amén! ¡Amén!

gritaron los discípulos de pie detrás de los
bancos. ¡Amén!

—el espíritu de nuestro Señor que da
a las palabras incluso de un simple, ignorante tipo
como yo un toque de Su Propia bendita dignidad y
fuerza entre ustedes     .     .

Les digo —elevando sus brazos—que traigo
las riquezas de todos los tiempos para ustedes hoy aquí.

No había viento y el sol calentaba
donde él estaba parado con la cabeza descubierta.

¡Las grandes riquezas serán vuestras!
Yo no he nacido aquí. Nací en lo que llamamos
el Viejo Continente. Pero es la misma
gente, la misma clase de gente que acá
y todos  hacen las mismas trampas que
acá—solo que, no hay tanto dinero como
allá—eso hace la diferencia.

Mi familia era gente pobre. Entonces comencé a trabajar
cuando aun era muy joven.
—¡Oh, me llevó mucho tiempo! pero
  un día me dije a mí mismo, Klaus, ese es mi nombre,
Klaus, me dije a mí mismo, eres un triunfador.
Has trabajado duro pero has tenido
suerte.

Eres
rico—y ahora vamos a divertirnos.

   Hamilton percibió con mayor claridad que el resto la necesidad de un nuevo gobierno que asumiera la autoridad  sobre los Estados si quería sobrevivir. Él nunca confió en el pueblo, “la gran bestia”, como él los veía y sostenía que Jefferson era un poco mejor, sino peor que cualquiera.

¡Y así llegué a América!


William Carlos Williams (Rutherford, 1883-1963), Paterson, New Directions, New York, 1963
Versión de Silvia Camerotto


Book Two
Sunday in the Park II

These  are people—especially among women—who can speak only to one person. And I am one of those women. I do not come easily to confidences (though it cannot but seem otherwise to you). I could not possibly convey to any one of those people who have crossed my path in these few months, those particular phases of my life which I made the subject of my letters to you. I must let myself be entirely understood and misjudged in all my economic and social maladjustments, rather than ever attempt to communicate to anyone else what I wrote to you about. And so my having heaped these confidences upon you (however tiresome you may have found them and however far I may yet need to go in the attainment of complete self-honesty which is difficult for anyone) was enough in itself to have caused my failure with you to have so disastrous an effect upon me. //Look, there lies the city! //—calling with his back /to the paltry congregation, calling the winds; /a voice calling, calling    . //Behind him the drawn children whom his suit /of holy proclamation so very badly fits, /winkless, under duress, must feel /their buttocks ache on the slats of the sodden /benches. /But as he rests, they sing—when /prudded—as he wipes his prismed brow. //The light /fondles it as if inclined to form a halo— //Then he laughs: //One sees him first. Few listen. /Or, in fact, pay the least /attention, walking about, unless some Polock /with his mouth open tries to make it out, /as if it were some Devil (looks into the faces /of a young couple passing, laughing /together, for some hint) What kind of priest /is this? Alarmed, goes off scowling, looking /back. //This is a Protestant! protesting—as /though the world were his own     . //—another, /twenty feet off, walks his dog absorbedly /along the wall top—thoughtful of the dog— /at the cliff’s edge above a fifty foot drop    . //.    .    alternately the harangue, followed /by horn blasts surmounting /what other sounds    .    they quit now /as the entranced figure of a man resumes— //But his decoys bring in no ducks—other that /the children with their dusty little minds /and happiest non sequiturs. //No figure /from the clouds seems brought hovering near  //The detectives found a note on the kitchen table addressed to a soldier from Fort Bragg, N. C. The contents of the letter showed that she was in love with the soldier, the detective said. //This is what the preacher said: Don’t think /about me. Call me a stupid old man, that’s  /right. Yes, call me an old bore who talks until  /he is hoarse when somebody wants to listen. That’s /the truth. I’m an old fool and I know it. //BUT    .    ! /You can’t ignore the words of Our Lord Jesus /Christ who died on the Cross for us that we /may have Eternal Life! Amen. //Amen! Amen! //shouted the disciples standing behind the  /benches. Amen! //—the spirit of our Lord that gives /the words of even such a plain, ignorant fellow /as I touch His Own blessed dignity and /and strength among you    .    //I tell you—lifting up his arms—I bring /the riches of all the ages to you here today. //It was windless and hot in the sun /where he was standing bareheaded. //Great riches shall be yours! /I wasn’t born here. I was born in what we call /over here the Old Country. But it’s the same /people, the same kind of people there as here /and they’re up to the same kind of tricks as over /here—only, there isn’t as much money /over there—and that makes the difference. //My family were poor people. So I started to work /when I was pretty young. /—Oh, it took me a long time! But /one day I said to myself, Klaus, that’s my name, /Klaus, I said to myself, you’re a success. /You’ve worked hard but you have been /lucky. //You’re /rich—and now we’re going to enjoy ourselves. //Hamilton saw more clearly than anyone else with what urgency the new government must assume authority over the States if it was to survive. He never trusted the people, “a great beast”, as he saw them and held Jefferson to be a little better if not worse than any. //So, I came to America!

miércoles, julio 02, 2014

Geoffrey Hill / De "Himnos de Mercia", 5















IX

La extraña iglesia despedía un olor algo "intenso" a incensarios y limpiametales. El extraño clérigo era igual de apropiado: se precipitó hacia el servicio matrimonial. Nadie se molestó en cuestionar esa táctica.

Luego solicitó tu retirada, y los demás te seguimos, dóciles parientes cercanos, hasta el lugar extramuros: montones expoliados de crisantemos muertos en sus impermeables de plástico, un eldorado de mármoles de lavabo.

Turbados, nos retiramos: la muda terna de tías abuelas fue conducida a lo largo de St Chard´s Garth en un Rolls eduardiano de rígidos asientos.

Me libero, querido, de contar la saga de tu entierro. Habías vivido lo suficiente como para ver que las cosas quedaban "bien atadas".

Geoffrey Hill (Bromsgrove, Reino Unido, 1932-Cambridge, Reino Unido, 2016), Himnos de Mercia [1971], versión de Jordi Doce y Julián Jiménez Heffernan, DVD Ediciones, Barcelona, 2006


IX

The strange church smelled a big 'high', of censers and polish. The strange curate was just as appropriate: the took off into the marriage-service. No-one cared to challenge that gambit.

Then he dimissed you, and the rest of us followed, sheepish next-of-kin, to the place without the walls: spoil-heaps of chrysanths dead in their plastic macs, eldorado of washtand-marble.

Embarrassed, we dismissed ourselves: the three mute great-aunts borne away down St Chad's Garth in a stiff-backed Edwardian Rolls.

I unburden the saga of your burial, my dear. Yo had lived enough to see things 'nicely settled'.

martes, julio 01, 2014

Juan Carlos Ramiro Quiroga / Animal Planet









No sé a qué sabrá un mono
pero en la alta espesura de su memoria
trepa a un árbol
caza un mono y se lo devora

hace cuánto tiempo ha olvidado esa ceremonia
qué ha hecho para convertirse en "esto"
un ser inmóvil pegado a la pantalla
emocionado con la caza de gorilas en otra parte

sangre aquí y allá

en Animal Planet
un grupo de negros corona su fuerza con una estupidez

los valientes viven un poco
y los cautelosos toda la vida

alguna vez comió iguana a la vera de los duraznillos
una bandada de loros alertaba de su presencia
su pecho cantaba al sol de la mañana
se rascaba la panza
y seguía teniendo hambre
millones de mariposas se mudaban en los pantanales

estas imágenes vuelven cuando no aparta los ojos del cable
(estoy a miles de kilómetros de la selva
tal vez a millones
pero mi memoria me traiciona a cada instante

en vez de cazar monos
ahora cazo palabras
una a una
de los hilos dentales de la muerte
el pensamiento salvaje del que no puedo escapar jamás)

                                           Martes 16 de septiembre de 2008.


Juan Carlos Ramiro Quiroga (La Paz, 1962), Unidad variable. Bolivia-Argentina. Poesía actual, Grupo Editorial La Hoguera, Santa Cruz de la Sierra, 2011