miércoles, marzo 31, 2010

Compiuta Donzella / Dejar querría...




Dejar querría el mundo, a Dios servir...

Dejar querría el mundo, a Dios servir,
y alejarme de toda vanidad,
porque ya veo crecer y subir
locura y villanía y falsedad,
y aún juicio y cortesía sucumbir
y el fino precio y toda la bondad.
No quiero tener marido ni sir,
ni estar en el mundo por voluntad.
Visto que todos visten con el mal,
de cada uno me siento desdeñosa
y hacia Dios mi persona se encamina.
Y mi padre me pone cavilosa,
pues de servir a Cristo me desvía:
no sé a quién quiere darme por esposa.

Compiuta Donzella (Florencia, siglo XIII)
Versión de J. Aulicino

Nota
Compiuta Donzella es, se supone, el seudónimo de una dama florentina no identificada. Se da su existencia por cierta pues aparece mencionada en manuscritos de poetas de su época, entre ellos, una carta de Guittone d'Arezzo (c.1235-1294) en la que el poeta le expresa su admiración. Se conservan solo tres composiciones atribuidas, de acuerdo con el códice vaticano 3793: A la stagion che 'l mondo foglia e fiora, Lasciar vorria lo mondo e Dio servire y Ornato di gran pregio e di valenza. Se la considera la primera poeta italiana.


Lasciar vorria lo mondo e Dio servire

Lasciar vor[r]ia lo mondo e Dio servire
e dipartirmi d’ogne vanitate,
però che veg[g]io crescere e salire
mat[t]ezza e villania e falsitate,
ed ancor senno e cortesia morire
e lo fin pregio e tutta la bontate:
ond’io marito non vor[r]ia né sire,
né stare al mondo, per mia volontate.
Membrandomi c’ogn’om di mal s’adorna,
di ciaschedun son forte disdegnosa,
e verso Dio la mia persona torna.
Lo padre mio mi fa stare pensosa,
ca di servire a Cristo mi distorna:
non saccio a cui mi vol dar per isposa.

Intratext.com

Ilustración: La adolescencia de María, 1849, Dante Gabriel Rossetti

martes, marzo 30, 2010

Umberto Saba / Dos poemas




El arbolito

Hoy el tiempo es de lluvia.
Parece el día un atardecer,
parece la primavera
un otoño, y un gran viento devasta
el arbolito, que está, y no parece, firme;
parece entre las plantas un chico, muy
alto para su muy verde edad.
Tú lo miras: tienes piedad,
quizá, de todas esas cándidas flores
que le arranca el viento del norte;
y son fruta, son dulces conservas
para el invierno sus flores, que entre la hierba
caen; y de ellas se duele tu vasta
maternidad.

del Canzoniere


Partido decimotercero


Sobre las gradas, un manípulo pálido
se calefaccionaba a sí mismo.
Y cuando
-desmesurada estrella- el sol apagó
tras una casa su deslumbrante resplandor, el campo
encendió el presentimiento de la noche.
Corrían arriba y abajo las casacas rojas,
las casacas blancas, en una luz
de una extraña, irisada transparencia. El viento
desviaba la pelota, la Fortuna
se volvía a poner la venda sobre los ojos.
Daba gusto
ser tan pocos, ateridos,
unidos,
como últimos hombres sobre un monte,
para mirar la última confrontación.

de Cinque poesie per il gioco del calcio


Umberto Saba (Trieste, 1883-Gorizia, 1957)
Versiones de J. Aulicino


L'arboscello
Oggi il tempo è di pioggia. / Sembra il giorno una sera, / sembra la primavera un autunno, / ed un gran vento devasta / l'arboscello che sta, / e non pare, saldo; / par tra le piante un giovanotto, alto / troppo per la sua troppo verde età. /Tu lo guardi. Hai pietà / forse di tutti quei candidi fiori / che la bora gli toglie; e sono frutta, / sono dolci conserve / per l'inverno quei fiori che tra l'erbe / cadono. E se ne duole / la tua vasta maternità.


Tredicesima partita
Sui gradini un manipolo sparuto / si riscaldava di se stesso. / E quando / - smisurata raggiera– il sole spense / dietro una casa il suo barbaglio, il campo / schiarì il presentimento della notte. / Correvano sue e giù le maglie rosse, / le maglie bianche, in una luce d’una / strana iridata trasparenza. Il vento / deviava il pallone, la Fortuna / si rimetteva agli occhi la benda. / Piaceva / essere così pochi intirizziti / uniti, / come ultimi uomini su un monte, / a guardare di là l’ultima gara.

Arlindo Correia / Saba

Ilustración: Arbol al viento, 1929, Joan Miró

lunes, marzo 29, 2010

María Cristina Aparicio / En la terraza


Corpiño en la terraza


En la terraza
el corpiño colgado mira el sol
¿Quién brilla para quién?
Nadie conoce la diferencia
entre la emoción del corpiño
colgado al sol y la belleza
que sube en la noche
El corpiño es blanco y negro
o noble
Se esconde en el cajón
a camas que no soporta
no se queja
no cambia nada
no pide que lo toquen
le basta con lo que sucedió
El corpiño colgado en la terraza tiene
ese estar y no estar
Respira lo no vivido al sol
Siempre se cuelga el corpiño por primera vez
Siempre se cuelga el corpiño la primera vez
Sólo hay que esperar colgarlo
en cualquier lugar
En un cuarto sin luz
siempre será corpiño
Es bello su estar
Es bello su no estar
Se puede elegir no colgarlo
pero no sirve de nada
Lo que no sirve es colgarlo
y hablar
no del corpiño de hoy
o de mañana
ojalá fuera de ayer
Ojalá siempre seas
ojo que mira el corpiño
colgado en la terraza
ojo que mira
el sol que cae de lo alto
y trepa hacia el brillo de luz
Porque el corpiño al sol es un misterio

María Cristina Aparicio (Buenos Aires), plaqueta La Mano de Cristal 4, Ediciones La Guillotina, APOA, Buenos Aires, 2008

Ilustración: Ilusión visual, en Psicoactiva.com

domingo, marzo 28, 2010

Francisco Segovia / Sobre palabras




Palabras

(Fragmentos)

¿Qué dice el grillo entre las hojas?
Algo que tal vez ni él mismo entiende.
Palabras espectrales
sacadas brevemente al aire
y vueltas a enterrar en el oído.

También las nuestras vienen
de una lengua muerta y van
a oídos muertos.

***

Si digo “el agua”
¿quién va a imaginarse una caleta
revolcada un mar sin olas
vulgar y tibio como el agua tibia?

Si digo “el río”
¿quién va a mirar la espuma
espesa y ocre la mugre rancia
que avanza lenta a flor del agua?

Cañadas de basura y latas viejas.
Cielos manchados árboles tullidos.

Sólo en la memoria
que guardan las palabras
siguen limpios.

***

Rezaban mirándose los pies.
Es lo menos —decían—
que se debe a la oración.
Porque ella sube por nosotros.

Los domingos eran juntos
una mata de campánulas
pendientes ...

Si la oración es santa —decían—
hay que rezarle también al rezo
cantarle al canto
dar la vida por la vida ...

Palabras sobre palabras ...

Pero todos las decían
en voz baja a lo más alto
y en su murmullo parecían
santificarse unas a otras.

Mata de Datura
que meneaba el viento ...


Francisco Segovia (Ciudad de México, 1958), Periódico de Poesía, México, N° 27, marzo 2010

Ilustración: Venus Anadyomenes, c.80 a.C, fresco pompeyano

De Segovia en este blog:
Amate viejo

sábado, marzo 27, 2010

Edgar Lee Masters / De "Antología de Spoon River", 4






















Robert Fulton Tanner

Si uno pudiera morder la mano gigantesca
que lo atrapa y lo destruye
como una rata mordió la mía
aquel día en mi negocio, en una demostración
de la trampa que había patentado...
Pero uno nunca se puede vengar
del ogro monstruoso que es la Vida.
Uno entra en el cuarto, esto es, uno nace,
y entonces tiene que vivir — moldear el alma.
¡Ahá! El cebo que uno ansía está a la vista:
una mujer de dinero por esposa,
prestigio, posición, o poder en el mundo.
Pero hay trabajo que hacer y cosas que superar...
¡oh, sí! los alambres que protegen el cebo.
Uno logra meterse, finalmente. Pero entonces oye pasos:
el ogro, la Vida, entra al cuarto
(estaba esperando y ha escuchado el ruido del resorte)
para vernos mordisquear el queso tentador,
y clava en nosotros su ardiente mirada,
y frunce el ceño y se ríe, y se burla y nos maldice,
mientras corremos de acá para allá en la trampa,
hasta que nuestra miseria lo aburre.


Georgine Sand Miner

Una madrastra me echó de casa, y me hizo agria.
Un mujeriego, vago y dilettante me quitó la virtud.
Por años fui su amante. Nadie lo sabía.
De él aprendí la astucia del parásito
que usé con los faroleros, para moverme
como una pulga en un perro.
Todo ese tiempo no fui sino “muy íntima” de diferentes hombres.
Después fui de Daniel, el radical, durante años.
Su hermana me llamó su querida,
y Daniel me escribió: “¡Palabra deshonrosa,
que ensucia nuestro bello amor!”
Pero mi cólera se enroscó, preparando sus colmillos.
En ese momento, mi amiga lesbiana entró en escena.
Ella odiaba a la hermana de Daniel.
Y Daniel despreciaba al enano de su esposo.
Y ella vio la ocasión de dar una estocada venenosa.
¡Yo debía quejarme ante la esposa de Daniel
diciéndole que él me acosaba!
Pero antes de hacer eso le rogué que huyéramos a Londres.
“¿Por qué no quedarnos aquí como hasta ahora?”, preguntó.
Entonces obré por detrás y me vengué de su rechazo
en los brazos de mi amigo dilettante. Después, abiertamente,
fui con la carta que Daniel me había escrito,
para probar que mi honor estaba intacto, y se la mostré a su mujer,
y a mi amiga lesbiana, y a todo del mundo.
¡Ojalá Daniel me hubiera pegado un tiro!
en lugar de poner al desnudo mis mentiras,
¡una ramera en cuerpo y alma!

Edgar Lee Masters (Garnett, 1868 - Melrose Park, Pennsylvania , 1950), Spoon River Anthology, Macmillan, 1915
Versiones de Gerardo Gambolini


Robert Fulton Tanner
If a man could bite the giant hand / That catches and destroys him, / As I was bitten by a rat / While demonstrating my patent trap, / In my hardware store that day. / But a man can never avenge himself / On the monstrous ogre Life. / You enter the room--that's being born; / And then you must live--work out your soul, / Aha! the bait that you crave is in view: / A woman with money you want to marry, / Prestige, place, or power in the world. / But there's work to do and things to conquer-- / Oh, yes! the wires that screen the bait. / At last you get in--but you hear a step: / The ogre, Life, comes into the room, / (He was waiting and heard the clang of the spring) / To watch you nibble the wondrous cheese, / And stare with his burning eyes at you, / And scowl and laugh, and mock and curse you, / Running up and down in the trap, / Until your misery bores him.

Georgine Sand Miner
A stepmother drove me from home, embittering me./ A squaw-man, a flaneur and dilettante took my virtue./ For years I was his mistress--no one knew. / I learned from him the parasite cunning / With which I moved with the bluffs, like a flea on a dog./ All the time I was nothing but "very private," with different men. / Then Daniel, the radical, had me for years. / His sister called me his mistress; / And Daniel wrote me: "Shameful word, soiling our beautiful love!" / But my anger coiled, preparing its fangs. / My Lesbian friend next took a hand. / She hated Daniel's sister. / And Daniel despised her midget husband. / And she saw a chance for a poisonous thrust: / I must complain to the wife of Daniel's pursuit! / But before I did that I begged him to fly to London with me. / "Why not stay in the city just as we have?" he asked. / Then I turned submarine and revenged his repulse / In the arms of my dilettante friend. Then up to the surface, / Bearing the letter that Daniel wrote me / To prove my honor was all intact, showing it to his wife, / My Lesbian friend and everyone. / If Daniel had only shot me dead! / Instead of stripping me naked of lies / A harlot in body and soul.

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Ilustración: Trapecio, maroma y teatro en la moderna Alacena MexicanaEduardo Stein

viernes, marzo 26, 2010

Frederick Seidel / Para Holly Andersen






¿Qué podría ser más agradable que hablar de personas que agonizan,
Y doctores realmente empeñándose,
En una tarde de invierno,
En el Carlyle Hotel, en nuestro envoltorio?
Nosotros también vamos a agonizar un día de estos.

La doctora Holly Andersen toma un Cosmopolitan,
Y toma otro, y se convierte en una verdadera napolitana,
La luna gorjea una canción sobre el sol,
Sentada en un sofá en el Carlyle,
Permanece elegantemente viva, por el momento.

Su espirituosa gracia
Causa, la verdad, cierta angustia.
Hace que mi urbanidad se desvista.
Presento síntomas que expresan
Una subyacente felicidad 
ante la hermosa vaciedad.

Perdió un paciente muy enfermo especialmente importante para ella.
El hombre murió en la mesa. 
No era cuestión de sentir alguna culpa o duda.
Habla de un doctor que puede curar, 
o al menos lo puede intentar,
pero también puede llorar,
Es una suerte de último arrorró, y a descansar.

Frederick Seidel (1936, St. Louis, Missouri), "Ooga-Booga", 2006, Poems 1959-2009, Farrar, Straus and Giroux, Nueva York, 2009

Versión de J. Aulicino 


For Holly Andersen
What could be more pleasant than talking about people dying. / And doctors really trying, / On a winter afternoon, / At the Carlyle Hotel, in our cocoon? / We also will be dying one day soon. // Dr. Holly Andersen has a vodka cosmopolitan, / And has another, and becomes positively Neapolitan, / The moon warbling a song about the sun, / Sitting on a sofa at the Carlyle, / Staying stylishly alive for a while. // Her spirited loveliness / Does cause some distress. / She makes my urbanity undress. / I present symptoms that express / An underlying happiness in the face of the beautiful emptiness. // She lost a very sick patient she especially cared about. / The man died on the table. It wasn't matter of feeling any guilt or doubt. / Something about a doctor who can cure, or anyway try, / But can also cry, / Is some sort of ultimate lullaby, and lie.


Ilustración: Lady Doctor, John Woodwark

jueves, marzo 25, 2010

Norberto Napolitano / Blues




El hombre suburbano

Estamos en el tiempo
en que el ser humano
vive con razón de ser;
con sólo unas palabras,
un caso puede resolver.

Pero pega una trompada
y tira todo;
se cree ya muy listo
con su modo de ser.

Un hombre sin historia,
sin tiempo y sin memoria,
puede reaccionar así;
pero no se da cuenta,
su personalidad
en venta está,
ah.

El hombre suburbano
sigue su rutina,
sin darse cuenta que
su vida terminará,
¡yes!

Norberto Napolitano, Pappo (Buenos Aires, 1950-Luján, 2005), Pappo's blues, 1971

Foto: Pappo y B.B. King , Nueva York, 1994, El sitio de Pappo

de archivo / Nicolás Olivari

de archivo 

Se trataba de un hombre corpulento, sentado durante horas frente a un vaso de whisky en el bufé de Argentores. Solía vestir un sobretodo de piel de camello. Decían que era amarrete, descreído, pero dueño de una piedad infinita. Cuarenta años antes había escandalizado el ambiente literario introduciendo muchos más feísmos en un libro de poesía que los que podía soportar un suplemento dominical. Pero luego -veinte años antes de aquellos atardeceres en el bar de Argentores- publicó su último libro de poesías con este amargo propósito: "Para librarme de la tentación de escribir más versos en este país que desprecia a los poetas y los condena al hambre, al olvido, a la desesperación y al suicidio." 

Desde antes, desde mucho antes que eso, Nicolás Olivari creía que la poesía era una actitud, más que un oficio. En cada uno de sus libros, y aun en cada uno de sus versos, desde La musa de la mala pata y El gato escaldado. El último, Poemas postergados, fue una provocación natural. Su objeto no era, sin embargo, mostrar la mescolanza de valores que Enrique Santos Discépolo denunciaría, con obsesivo moralismo, sino provocar la realidad hasta probar si no era, en última instancia, una burla de Dios.

Según todos los testimonios, Nicolás Olivari sabía que tenía esa partida perdida de antemano. Se lo recuerda corpulento, cansado, quizá aburrido, triste. Murió en setiembre de 1966 y había nacido en el mismo mes, en 1900, en la esquina de Cangallo y Ombú (hoy Pasteur), que trató de inmortalizar en un poema. Hijo de genoveses, amó desde lejos la patria de sus padres, pero cuando pudo visitarla, de grande, volvió decepcionado. En Roma contempló la casa en la que murió John Keats y lo imagino en su ventana / frente a la piazza que transitan energúmenos turistas, escupiendo el resto de su pulmón marchito, mirando ávidamente las azaleas /que huelen como muchachas inéditas. En Génova, su mujer, María Luisa Rubertino, constató que no se inclinó para besar el suelo, como cientos de veces le oyó decir que haría. Por las callejuelas de la ciudad llovía y un borracho caminaba bandeándose de pared a pared. 

No había olvidado al padre genovés que murió como quien dice sobre la cubierta de un barco y que en su mesa de luz tenía siempre la Divina Comedia. Quizá, del extrañamiento de los inmigrantes le vino la necesidad de "exagerar los elementos de la realidad hasta la irrealidad". Por eso, tal vez, no creía en los peces de colores, nombraba el hampa y la prostitución en sus versos, llamó a su esquina natal "loma del diablo" e inauguró el escepticismo a partir de un dolor, una locura contenida que se disfrazaba de resignación. Así, emulaba a Jorge Manrique: Nuestras vidas son los ríos / que van a dar a la mar que es el morir. / Allá van los señoríos / derechos a se acabar / y consumir... / Allá vas, Francesa, ya lo ves / y no te preocupe, mi querida Guadalupe, / pues de aquí te sacarán por los pies

Proponía el ingreso del hampa al mundo lírico, pero a la vez de una forma novedosa, más adecuada a las características que asumía la ciudad, definitivamente moderna, fea, absurda. Enseguida lo notaron sus contemporáneos, que vieron en su poesía mal fatta una verdad incuestionable. "Su factura del mero escribir -no su estilo, palabra para mí sin sentido- es la manera más personal que yo he conocido; yo veo que es el escribir 'a desgano', la gramática 'a desgano' de que otros se avergonzarían", le escribió Macedonio Fernández. Y Jorge Luis Borges entendió de entrada: "El tema de Olivari es el aburrimiento, el rencor suburbano que ha sucedido a la compadreada orillera en esta ciudad". 

Curioso: se dice que Olivari era un hombre apacible. Si él mismo escribió en 1927 (tenía justamente 27 años): “No tengo ninguna ambición ni ninguna esperanza. Estoy sereno y aburrido como un pez del 'aquarium' de Río de Janeiro que vi una vez y que bostezó frente a mí con el gesto de omnisapiente comprensión que sólo hallé más tarde en la redacción de la revista Nosotros". Y declaraba su mayor ambición: "Comprarme una hamaca paraguaya para descabezar una siesta larga que me cure de una vez y para siempre de esta, mi vieja enfermedad, la tristeza". 

Entre la apacibilidad y el esgunfio -esa recreación porteña del splín británico, con una dosis de rabia- hay un paso. Es el que a veces daba Olivari. Entonces se exaltaba, pero sólo en los libros. Como personaje de un Decamerón argentino, describía el feo tedio de los prostíbulos. Se apiadaba de un hombre completamente solo a las dos de la tarde de un domingo. Rabiaba con esa forma de rabia que es el sarcasmo, el escribir sin ganas, mal, reemplazando la rima por la cacofonía, de manera que no quedaran dudas de que aquella poesía era una cosa vivida, una verdad irreal. 

Es curioso también verlo en una foto, en Roma, junto a Giuseppe Ungaretti, poeta que parecía estar en sus antípodas (el dolor lo llevaba a la fe: De otros diluvios / una paloma escucho). Es curioso pero no increíble. Su fe aparecía en el negativo: describiendo el infierno del sinsentido, de los chicos que no llegarán nunca a ser ni siquiera una foto. Periodista imbatible, de Crítica, después de Clarín, escribió viñetas memorables, como la de aquel Gary Cooper a su imagen y semejanza, "profundamente pesimista" y que "no cree en la perfección del género humano. Este hondo pesimismo le viene de no poder agacharse para anudar los lazos desprendidos de sus botas de sheriff." O de aquel Roland Colman "de las alcobas glaciales, en donde hay un juego de cepillos de plata en cuyas cerdas jamás se enredó un cabello de mujer". Amaba a Spencer Tracy, a Goldoni y a Giovanni Papini. 

Todo los aprendió deportivamente. Dijo una vez a estudiantes de periodismo, en algo parecido a una biografía: "Lo hicimos todo jugando con un sentido deportivo de hinchas de fútbol aplicado a la literatura... Vivimos dura y miserablemente del periodismo, casi siempre amarillo, pero en el que más o menos nos dejaban expresar. Nuestro orgullo sigue siendo el de haber sido gente de diarios y por eso en nuestra función de escritores tenemos el saludable olor a tinta fresca." Acaso todos los de su generación -los González Tuñón, César Tiempo, Edmundo Guibourg y Borges- están comprendidos en esta evocación. Pero él no consiguió salir de la trampa, del infierno de quien combate por nada, y tal vez eso explique a aquel hombre que ponía a cocinar avellanas sobre una sartén, como sus padres genoveses, y a quien su amigo Jorge Koremblit recuerda en sus últimos días con una carga tal en la mirada que parecía siempre a punto de llorar. Y permite imaginar a un hombre que se despierta con la boca seca, piensa en la ciudad de la bohemia y de la inmigración como en un continente arrasado, recuerda sus propios versos a un caudillo (Aura que me estoy por ir, Tata Dios, enseñame cómo se debe morir) y muere. Solo, en un cuarto cuya ventana da al Parque Centenario, entre una vieja máquina de escribir y un retrato de Charles Baudelaire. 

Jocosamente, su propia generación, la de Florida y Boedo, lo había bautizado "Primer Poeta Maldito de Buenos Aires", pero ya estaban lejos las lecherías de alrededor de la cancha de San Lorenzo, el Auller Keller y la máscara de poeta prostibulario. Era un genovés lejos de su patria, endurecido. Yéndose, muriéndose en un mundo vacío. 

Jorge Aulicino Clarín, Buenos Aires, 10 de abril de 1988

Foto: retrato de Nicolás Olivari, 1988, Hermenegildo Sábat, archivo del diario Clarín 

De Olivari en este blog La negra olvidada en la lechería

miércoles, marzo 24, 2010

Manuel Martínez Novillo / de "Perseguir lobos"





La mensajera

Decía que los rayos y relámpagos eran el goce y la maldad de Dios.
Por esas luces alumbraba
y con los truenos insultaba para castigar al mundo.
¿Algo como el ano de Lutero?
Pero a esa teoría de Dios la escuché de una tía.
En las noches de tormenta y rayos
nos hacía subir a los niños sobre las camas
por si se electrificaba la tierra.
Era como una mensajera de la furia de Dios.

Una vez se fue.
Nadie sabe si murió o fue un sueño de los niños.


El niño y la abuela

Cuando era niño no podía dormir en las noches de tormenta.
Temía desaparecer en los relámpagos
o quedar inmóvil en sus luces blancas como telas de fantasmas.
Era en Tafí
y su abuela prendía velas
murmurando:
"No temas,
la quietud no es la ausencia del mundo.
Es una parte".

En esas noches conoció el mundo
entre los relámpagos, la oscuridad,
el miedo
y esa abuela que machacando a Dios con sus rezos
lo salvó de la locura.

Ella,
la abuela de las velas, murió en un cine
mirando una película de miedos, gritos y relámpagos.


Manuel A. Martínez Novillo (San Miguel de Tucumán, 1950), Perseguir lobos, Ediciones en Danza, Buenos Aires, 2010

Foto: Artic Photo

martes, marzo 23, 2010

Alberto Girri / De "Juegos alegóricos", 1




Explícito y no explícito

Estar ante un tapiz, muelles formas,
llamarlo bosque,
inquieta su trama
de píos, estridentes voces,
cornejas anunciadoras de lluvias,
jóvenes ciervos de aún tiernos cuernos,
húmeda pelusa recubriéndolos,
ojos de búhos entre vapores
nocturnos, que suben, se esfuman, empañan.

Inversamente, al penetrar en un bosque,
pensarlo tapiz,
por nuestra mirada tejido, al amparo
de que cualquier presencia que la distrae
existe mediante ella, sus significados, nombres,
de ella espera,
¡no otra expectativa, mientras
el sueño de su apariencia transcurre!

Es como que por una vez
hagamos de cuenta que los nombres
de las cosas son las cosas,

es darles nombres
para desmentirlas,
es descreer
de lo sin nombre, la simplicidad sin nombres,
y no ir más allá,
abrazándolas con el silencio,
si es que quien mira
en silencio mira las cosas para siempre,
y sólo porque entonces
son como queremos, tapiz, bosque,
y son porque pueden ser, tapiz, bosque.


Alberto Girri (Buenos Aires, 1919-1991), "Juegos alegóricos", 1991, Poemas selectos, selección y prólogo de Jorge Monteleone, Ediciones Corregidor, Buenos Aires, 2010

Ilustración: Sous-Bois Provençal, c.1900, Paul Cézanne

domingo, marzo 21, 2010

Frank Zappa / Broadway the Hard Way




Elvis acaba de abandonar el edificio


Señoras y señores... Elvis acaba de abandonar el edificio

Elvis acaba de abandonar el edificio -
Miren sus pisadas, justo ahí.
Elvis acaba de abandonar el edificio -
Para subir la escalera celestial.

Repartió Cadillacs de vez en cuando;
Tuvo sexo en sus calzoncillos.
Sí, tenía estilo.
¿Enteritos de botamangas acampanadas?
De eso tuvo un montón,
Pero ahora no los necesita
Porque está haciendo sonreir a Jesús.

Todos los ángeles lo quieren.
Les lleva alivio
Con gotitas de humedad
De su pañuelo.
Querubines y serafines
Zumban sobre su cabeza.
¡Jesús, déjalo regresar!
No queremos a Elvis muerto.

¿Y qué hay si parece un jabalí caliente?
Sabe que todos lo queremos -
Sólo lo vemos comer,
Entonces quitamos el papel de alumino
De su retiro de hotel,
Y traemos de vuelta al Rey
Para el hombre de la calle.


Frank Zappa (Baltimore, 1940-Los Angeles, 1993), del álbum Broadway the Hard Way, 1988
Versión de J. Aulicino

Elvis has just left the building
Ladys and Gentlemen... Elvis has just left the building. // Elvis has just left the building -- / Those are his footprints, right there / Elvis has just left the building -- / To climb up that heavenly stair. // He gave away Cadillacs once in a while;/ Had sex in his underpants,/ Yes, he had style! / Bell-bottom jump-suits? / That's them in a pile, / But he don't need'em now, / 'Cause he's makin' Jesus smile! // Elvis has just left the building -- / Those are his footprints, right there / Elvis has just left the building -- / To climb up that heavenly stair. // The Angels all love him, / He brings them relief / With droplets of moisture / From his handkerchief! / Cher'bim 'n ser'phim / Whizz over his head -- / Jesus, let him come back! / We don't want Elvis dead. // So what if he looks like a wart-hog in heat? / He knows we all love him -- / We'll just watch him eat, / So take down the foil / From his hotel retreat, / And bring back The King. / For the man in the street!

Elvis has just left the building

Ilustración: Portada y reverso del álbum Broadway the Hard Way, Rykodisc, 1989

sábado, marzo 20, 2010

Edgar Lee Masters / De "Antología de Spoon River", 3






















Mrs. Purkapile

Huyó y se fue por un año.
Cuando volvió me contó la historia tonta
de su rapto en el lago Michigan
por unos piratas que lo tuvieron encadenado,
de manera que no pudo escribirme.
Fingí creerlo, aunque sabía muy bien
lo que había estado haciendo, y que de tanto en tanto
veía a la modista, Mrs. Williams, cuando ella
iba a hacer compras a la ciudad, según decía.
Pero una promesa es una promesa
y el matrimonio es el matrimonio,
y por respeto a mi propio carácter,
me negué a ser arrastrada al divorcio
por el ardid de un marido
que simplemente se había cansado
de su deber conyugal y de su voto.



Roscoe Purkapile

Ella me amaba. ¡Oh, cuánto me amaba!
Ya nunca tuve chance de escapar
a partir del primer día en que me vio.
Pero luego, ya casados, pensé que podría
demostrar que era mortal y dejarme en libertad,
o divorciarse de mí.
Pero pocas mueren, y ninguna renuncia.
Entonces me escapé y anduve de juerga un año.
Ella jamás se quejó. Decía que todo iría bien,
que yo volvería. Y yo volví.
Le dije que me habían capturado unos piratas
cerca de Van Buren Street
mientras paseaba en un bote en el lago Michigan,
y que no pude escribirle porque estaba encadenado.
¡Ella lloró y me besó, y dijo que aquello era cruel,
humillante, inhumano!
Entonces supe que nuestro matrimonio
era una dispensa divina
y que no podría ser disuelto
sino por la muerte.
Y tuve razón.

Edgar Lee Masters (Garnett, 1868 - Melrose Park, Pennsylvania , 1950), Spoon River Anthology, Macmillan, 1915
Versiones de Gerardo Gambolini


Mrs. Purkapile
He ran away and was gone for a year. / When he came home he told me the silly story / Of being kidnapped by pirates on Lake Michigan / And kept in chains so he could not write me. / I pretended to believe it, though I knew very well / What he was doing, and that he met / The milliner, Mrs. Williams, now and then / When she went to the city to buy goods, as she said. / But a promise is a promise / And marriage is marriage, / And out of respect for my own character / I refused to be drawn into a divorce / By the scheme of a husband who had merely grown tired / Of his marital vow and duty.

Roscoe Purkapile
She loved me. Oh! how she loved me! / I never had a chance to escape / From the day she first saw me. / But then after we were married I thought / She might prove her mortality and let me out, / Or she might divorce me./ But few die, none resign. / Then I ran away and was gone a year on a lark. / But she never complained. She said all would be well, / That I would return. And I did return. / I told her that while taking a row in a boat / I had been captured near Van Buren Street / By pirates on Lake Michigan,/ And kept in chains, so I could not write her. / She cried and kissed me, and said it was cruel, / Outrageous, inhuman! / I then concluded our marriage / Was a divine dispensation / And could not be dissolved, / Except by death. / I was right.

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Ilustración: Portada del álbum Them or us, de Frank Zappa, 1984

viernes, marzo 19, 2010

Raúl González Tuñón / De "La muerte en Madrid"





Muerte del héroe
(Buenaventura Durruti)


"Tiene usted una cultura de
Biblioteca Sempere."
(En el café)


Juego de la linterna y el gatillo
lo veo en el retrato del prontuario,
de frente, de costado, con un número,
con el cabello turbio y despeinado.
(Sólo faltaba arriba una paloma
con algo de furioso y delicado.)

Lo veo en el vestíbulo del Banco
donde están los ingleses,
en pleno mediodía del asalto,
multiplicado en los espejos cóncavos
de parque de atracción y policía,
clima de enfermería y tren ligero,
aire de boletín de última hora
subiendo en el coraje desatado
la escalera del miedo.

Lo veo en las polémicas del hierro,
en los locales de los sobresaltos,
en las noches del cuero y del cemento,
en los subsuelos de la harina,
en las llanuras del asfalto,
en los techos del vino y del petróleo,
en la vigilias de tabaco y cebo,
en las orillas de los sindicatos
con la luna presidiaria y ateneo.

Lo veo derramando plomo y oro
por las huelgas del mundo, comandante,
lejos aún de la bala de plata
fundida para él un siglo antes.

Lo veo por los muelles del acero,
por los enlaces ferroviarios,
por las traseras de los frigoríficos,
por las tabernas de los jornaleros
y el paredón del arrabal llovido
cuyo revoque evoca todavía
su perfil bondadoso y pistolero.

En donde yacen los himnos anarquistas,
entre tahonas, libreros de lance,
novias de fugitivos y retratos
de Francisco Ferrer ya fusilado;
durante el heroísmo sin consignas,
antes del cine y de los comisarios,
oh, qué auténtica entonces
su mezcla de cordero y de leopardo,
qué madurez crecida de repente,
qué francotirador y Jesucristo
su corazón, perdido por noviembre.

¡Desciendo la bandera hasta el cadáver!
Me encamino al espectro preferido,
vuelvo a ver una calle con un río
de manifestación y cementerio
y a él sobre el caos, levantando
su índice muerto.

Raúl González Tuñón (Buenos Aires, 1905-1974), "La muerte en Madrid", 1939, La luna con gatillo. Selección de poemas líricos, sociales y políticos, Editorial Cartago, Buenos Aires, 1957


Nota del Ad.:
Buenevantura Durruti (León, 1896-Madrid, 1936), aunque muerto al comienzo de la guerra civil en España (1936-1939), es recordado como una de las grandes figuras de aquella contienda. Dirigió la "columna Durruti" que se encaminó desde Barcelona a Zaragoza y logró establecer comunas libertarias en varias poblaciones aragonesas. En los años anteriores, el grupo de Durruti produjo numerosos asaltos y muertes; entre éstas se le imputa la del cardenal-arzobispo de Zaragoza, Juan Soldevilla y Romero, en 1923. Fugitivos por América, también asaltaron bancos en Chile, Argentina y Uruguay. Durruti murió en Madrid, de un balazo proveniente, probablemente, de un arma de su propio bando, según los testimonios disponibles, entre ellos el de su compañero Antonio Bonilla.


Foto: Raúl González Tuñón, foto del archivo del diario Clarín. de Buenos Aires

jueves, marzo 18, 2010

Alberto Girri / De "En la letra, ambigua selva", 1


En la letra, ambigua selva

1
El ritmo de lo escrito
es el ritmo del que escribe,
y el texto, el poema,
en parte mecanismo verbal,
en parte sistema de correspondencias,
es con el mundo una sola entidad.

2
La forma equivale
a convicción interna,
y la letra la emplea con vistas
a proveer al mundo de significados,
y aun para el Significado,
y aun para subyugarlo
con el prejuicio de que la palabra
traduce y vierte lo ideado.

3
Lenguaje y estilo
penosamente edifican jerarquías,
y al lograrlo
el mundo queda en suspenso, extático,
aunque luego el producto se descompone,
su linaje se vulgariza,
suena escarnecido y degradado
como fofa, mustia potencia,
y las línea mejores, las ejemplares
y musicales tiradas, apenas si sobreviven
como detrás de un vidrio, burla y tedio,
¡oh pobre Olimpo!

4
¿Campos donde el que más despoja
es el que avanza?
¿Trampa y recompensa
para la que perseveran
enfermizamente atentos a apoderarse
de la totalidad atreviéndose
a lo banal absoluto de escribir
"Cierren esa puerta", o "Quisiera dormir"?
Cuanto trace la escritura
será interpretado, obtendrá respuesta,
como a los piadosos se les permite
orar según les plazca, convencidos
de que Dios escucha y lee
hasta las pisadas de una hormiga.


Alberto Girri (Buenos Aires, 1919-1991), "En la letra, ambigua selva", 1972, Poemas selectos, selección y prólogo de Jorge Monteleone, Ediciones Corregidor, Buenos Aires, 2010


Ilustración: Representación gráfica de la perspectiva en De pictura, de Léon Baptiste Alberti; 1496

miércoles, marzo 17, 2010

William Jay Smith / Poema



Interior

Llevó el universo a su cuarto
y cerró la puerta;
alrededor de su pared rotaban planetas,
a lo largo del piso se elevaban estrellas
y caían en la grave, lenta respiración de las tinieblas;
nadaban cometas como los dientes de tiburones que nadan,
vigas de encina tenían orejas monstruosas,
y el ladrido del chacal.

Pájaros marinos llegaban desde lejanas
islas: rabihorcados, golondrinas de mar,
alisaban en la baja, giratoria luz,
sus plumas brillantes como el mar, giraban,
gritaban, se lanzaban
a los agitados cardúmenes
en la larga noche.

Pasado y futuro, dos flacas panteras
negras como el carbón,
recorrían los límites de su cerebro,
la veta preciosa de su vida;
y podía ver
puertas que ante él se abrían con calma
sobre un coche de bancos rosados esperando la lluvia.


William Jay Smith (Winnfield, Louisiana, 1918), Alberto Girri, "Versiones", Poemas selectos, selección y prólogo de Jorge Monteleone, Ediciones Corregidor, Buenos Aires, 2010

Ilustración: Antiplato, 1956, Joan Miró

De William Jay Smith en este blog:
Primitivo americano

Manuel Ferradás Campos / Canción




Nieve

No cantes, hermano, no cantes,
que Moscú está cubierto de nieve
y los lobos aúllan de hambre...
No cantes que Olga no vuelve,
aunque el sol nuevamente ilumine,
aunque siga cayendo la nieve...

Rumbo a Siberia mañana
saldrá la caravana,
¡quién sabe si el sol
querrá iluminar nuestra marcha de horror!
Mientras en Moscú,
mi Olga tal vez a otro amor se entregó.
¡No cantes, hermano,
no cantes, por Dios!

Unidos por crueles cadenas,
por la estepa mil leguas haremos,
caminando con rumbo a Siberia...
No cantes, que es ruda la helada;
ya Moscú se ha cubierto de nieve
y la nieve ha llegado a mi alma.


Manuel Ferradás Campos (Buenos Aires,1913-1986), estrenada con música y voz de Agustín Magaldi en 1936

Ilustración: Invierno, 1811, Caspar David Friedrich

Armando Tejada Gómez / Canción




Canción de lejos

Me voy, amor. Si soy motivo para el olvido,
decime adiós; decímelo.
Que la paloma de tu pañuelo
me diga no; me diga adiós.

Me dices no. Pero tus ojos se van conmigo
por donde voy; huellita soy,
que va y que vuelve como dos veces:
el rio a mí ; el cielo a vos.

¡Qué sencillo modo
tuvo el cariño entre vos y yo:
tan sólo un pañuelo, en donde el cielo
se me olvidó; se te olvidó!

Humito azul, que sube y sube
desde la leña quemándose; quemándome.
Como la luna que con tu ausencia
me sale a ver, quemándome.

Ausente soy como paloma
herida en un ala: penando estoy.
Me suelen ver a medio vuelo
de tu pañuelo, buscándote; buscándome

Armando Tejada Gómez (Mendoza, 1929-Buenos Aires, 1992), música y voz de César Isella, álbum América joven III, 1973


Foto: Tejada Gómez con el guitarrista Julio Lacarra

martes, marzo 16, 2010

Constantino Cavafis / Dos poemas

Cosas escondidas

Que nadie trate de deducir quién fui
de todo lo que hice y todo lo que dije.
Había un obstáculo que deformaba
mis acciones y mi modo de vivir.
Había un obstáculo que me detenía
muchas veces cuando iba a hablar.
Por medio de mis acciones más inadvertidas
y mis escritos más velados,
sólo por medio de estas cosas podré ser comprendido.
Pero quizá no valga la pena dedicar
tanto interés y tantos esfuerzos a descubrir quién soy.
Más adelante –en una sociedad más perfecta-
otro, hecho exactamente como yo,
sin duda aparecerá y actuará con libertad.


Media hora

Ni te he poseído ni te poseeré
nunca, creo. Unas pocas palabras, un acercamiento
como en el bar anteayer, y nada más.
Es triste, no lo niego. Pero nosotros los artistas,
a veces, con el poder de la mente, y, claro está, sólo
por pocos minutos, creamos un placer
que casi parece real.
Así, en el bar anteayer –ayudado, además,
tan misericordiosamente por el alcohol-
pasé media hora totalmente erótica.
Y me parece que lo comprendiste
y te quedaste un rato más a propósito.
Y eso era muy necesario. Porque,
a pesar de toda mi imaginación y de la magia del vino,
me era preciso ver tus labios,
me era preciso tener tu cuerpo junto a mí.

Constantino Cavafis (Alejandría,1863-1933), Constantine Cavafy, Cien poemas, versiones de Francisco Rivera, Monte Avila Editores, Caracas, 1978

Ilustración: Cafe Royal, 1912, William Orpen

De Cavafis en este blog:
Los caballos de Aquiles / Un viejo / Che fece il gran rifiuto