martes, marzo 19, 2024

Raquel Jaduszliwer / Dos poemas




Si pensabas que mirar hacia atrás significa reencuentro,
hallazgo de la sombra que al mediodía se perdió,
en vano buscarás. Nada te la devolverá,
hacia adelante deberás seguir. Verás, harás de cuenta
que una de las estrellas venideras te será destinada.
Aunque no veas tu nombre allí grabado, por su destello la reconocerás.
A cambio de su guía le darás tu ofrenda: puede ser ese pez
que arrebataste al agua, o el temblor del venado, el ciervo esquivo.
También está esa flor incrustada en la cima, en la oscura corona
de hierro de los días. O simplemente aquello, la sombra que perdiste
a mitad de camino.


Al cabo de este día me dejaré otra vez. De los ausentes
no llegan más noticias. Tampoco de los muertos 
a pesar de la proximidad. Aquí se ha puesto todo ajeno.
Es el cansancio urbano: las fuerzas más umbrías del bosque
se perdieron, ya no vendrán a mí animales de sueño.
Aquí somos desvelo. Animales de sueño
aún podríamos ser, de aquellos que caminan
sobre su propia sombra. Olvidan que perdieron
hace tiempo los párpados. Caminan
con los ojos abiertos a través de la noche. 

Raquel Jaduszliwer (San Fernando, provincia de Buenos Aires, Argentina, 1946), inéditos, 2024

Más poemas de Raquel Jaduszliwer en Otra Iglesia Es Imposible

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lunes, marzo 18, 2024

Dalia Ravikovitch / Recuerdas, seguramente



Cuando ya se han ido todos
me quedo a solas con los poemas:
algunos míos, otros no.

Los poemas escritos por otros
son los que más me gustan.
Me quedo en silencio
y la garganta se libera del ahogo.

Me quedo.
A veces quisiera que todos se fueran.

Escribir poemas es algo grato.
Estás en una habitación cuyos muros se elevan.
Los colores se agravan.
Un pañuelo azul se vuelve profundísimo valle.

Quieres que se vayan todos.
No entiendes qué pasa contigo.
Quizás pienses en dos o más cosas.
Luego pasará todo y serás cristal claro

y tras eso, el amor.
Tanto se amó a sí mismo, Narciso.
Necio quien no comprenda que también amó al río.

Estás solo.
Te duele el corazón, pero no ha de quebrarse.
De a poco se diluyen las figuras lavadas
para borrarse luego las heridas.

Llega después el sol, en mitad de la noche.
También recuerdas unas flores oscuras.
Necio es el que le permite al sol ocultarse cuando así lo desea.
El sol prosigue su derrota, siempre, hacia las islas,
y te visitarán astros y lunas, inviernos y veranos.

Tesoros incontables.

Dalia Ravikovitch (Ramat Gan, Mandato de Palestina, hoy Israel, 1936 - Tel Aviv, 2005), Dalia Ravikovitch - De-canta-sión, 17 de noviembre de 2020
Traducción de Gerardo Lewin
Envío de Jonio González

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domingo, marzo 17, 2024

Mario Montalbetti / Dos poemas




Augur observando un pollo
(Poemas romanos)

Cayo Mario (II)

Una galleta de jengibre seduce a los moros, Mario
¿por qué no compras galletas y ahorras una guerra?
Un pedazo de pan seduce a los ciudadanos, Mario
¿por qué no repartes y ahorras el descontento?
Una poza de agua seduce a los gorriones, Mario
¿por qué no la colocas y das de comer a tus cuervos?
Una pequeña porción de cianuro elimina a la especie, Mario
¿por qué no lo viertes en su brebaje y ahorras matrimonio?

Mario, Mario, Mario
eres capaz de perderte a Andrea Palladio
construyendo la Villa Rotonda.

Perro negro, 31 poemas (1978)


La lección de economía

¿Por qué los mercados no son afectados
por los grandes abandonos, por los amores que acaban,
por los desencantos y los crepúsculos?

Nadie lo sabe. Algunos lo saben:
porque los mercados responden a dos cosas
y a dos cosas solamente: al flujo de capital
y a las expectativas de ganancia.

Se repitió todo esto mientras andaba
con pasos apurados, preparando la clase
antes de dar la clase. Cruzó la calle.

El vendedor de lotería estaba parado
en la esquina, con las suertes enganchadas
con un imperdible a su camisa de franela.

Imaginó gallos. Siguió caminando.

Se preguntó retóricamente:
¿y qué afecta al amor? La clase sigue.

Nadie lo sabe. Algunos lo saben:
una cosa y una cosa solamente afecta al amor:
la demanda de amor.

(Esta es la ley sorprendente
de la que tiene que convencerlos:

la oferta de amor no afecta al amor.)

El lenguaje es un revólver para dos (2008)

Mario Montalbetti (Lima, 1953), Lejos de mí decirles. Poesía reunida, Colima-Aldvs, Ciudad de México, 2013

Más poemas de Mario Montalbetti en Otra Iglesia Es Imposible

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Foto: Marina García Burgo/Confabulario, El Universal, México

sábado, marzo 16, 2024

Jan de Jager / De "Casa de cambio, 4"




El tiro por la culata

Leyendo Colt & Co., enciclopedia de las armas de fuego, me entero del triste 
fin del genial armero Charles Trimbull Welby.

El mayor Welby dedicó los últimos años de su vida a desarrollar el arma de 
fuego perfecta: un rifle con virtualmente cero desviación y rango infinito. 
Velocidad del proyectil = c/4, es decir un cuarto de la velocidad de la luz. 
Poder de penetración ilimitado.

El día que procedió a probar la precisión y potencia de su invento, la bala 
pegó la vuelta al mundo atravesando todo lo que se le atravesaba, y lo 
descerebró por atrás.





[Ya sabemos que en nuestro universo a esa velocidad el proyectil hubiese 
escapado a la fuerza de gravedad del planeta, internándose en los fríos y 
oscuros espacios infinitos, pero nos gusta imaginar esta escena en un mundo 
que se rige por las leyes de los dibujos animados, más específicamente las 
del Correcaminos y el Coyote]


Escultura mental

Ensamblar, a modo de mosaico tridimensional
todos los trozos, todos los fragmentos, las esquirlas
que quedaron después de que Miguel Ángel
terminara de esculpir el David.

Imaginar el bloque resultante,
todo mármol y grietas y pegamento,

en cuyo centro hay un David de aire.


Literal

y si el clavel del aire
          fuese de veras eso, 
                               del aire:

                                sin el árbol o el cable 
                                        en que se apoya, 
                                              apenas el clavel,

                                                      flotando ahí, 
                                                            floreciendo



Horacio remozado

Ves cómo el cerro se puso blanco de alta nieve,
los árboles hacen horas extra para sostenerla 
y los ríos de tan súbito congelarse 
dejaron la marca de la frenada.

Aquí adentro no le hagamos caso al frío, 
échale unos buenos troncos al fuego, 
descorcha un falerno de los caros, amado 
mío, y de todo lo demás que se hagan 

cargo los dioses, que en cuanto hayan 
domado los vientos que marean a las olas 
del lago, ya no se sacudirán ni los cipreses 
ni los añosos olmos. Lo que traerá el futuro, 

MAÑANA, no preguntes: los equis días que 
el destino te otorgue son tiempo ganado que 
podrás, deberás dedicar a la danza y los amores.
Ahora que eres mocito y aún no peinas canas 

gruñonas, en parques y plazas ve a encontrarte, 
a la hora acordada, al anochecer, con esa chica 
escondida que revela con risitas su escondrijo, 
y recuerda que no se esconde de ti, sino para ti.

Odas 1.9


Primavera porteña

                         Cras amet qui nunquam amavit et qui amavit cras amet.

Y otra vez la primavera porteña llena el aire de un aroma vagamente 
inquietante, que te frisa los huesos, y te deja solo y cachorro en medio del 
viento de retoños y brotes. El pecho se hincha y los tuétanos se estremecen. 
Eros arremete y afloja las rodillas, ardiente y dulce.

Sopla una brisa tibia y escalofriante como un acorde de J. J. Cale, como un 
huayno de Uña Ramos. En algunos lugares del universo ciertos conjuntos 
de átomos generan calor, otros emiten polen, la retama florece, en Santa 
Fe alguien se enamora, en Düsseldorf una orquesta y un coro interpretan 
la sinfonía Coral de Ludwig van Beethoven como ni siquiera él mismo la 
imaginó, en Tucumán, el 24 de septiembre el ejército anuncia haber dado 
muerte a nueve guerrilleros. El 25 muere en Tucumán Celia A P, y en 
Santiago del Estero hallan un cadáver N N no identificado. El 26 muere 
Zulema A R W y dos supuestos guerrilleros en V. Ballester. El 30 mueren 
Felipe R A y Eduardo L L. 

Cerca de las Malvinas, un pesquero noruego arponea una ballena. En Sydney, 
alguien se olvida el reloj en la mesa de luz de su amante. En Tokio alguien 
come fugu.

de Noticias del 75

Jan de Jager (Buenos Aires, 1959)

Relámpagos
, 4
Viajera Editorial,
Buenos Aires, 2023











Poemas de Jan de Jager en Otra Iglesia Es Imposible

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viernes, marzo 15, 2024

Laura Klein / De "Bastardos del pensamiento"



I.

    bastardos del pensamiento : 
en caja cerrada enferma la materia

cómo habitar ese sitial lleno de pardos 
fríos lenguaraces impiedad es poco

églogas inversas flema en el cristal de la querella
alegatos, ideas endémicas, raspajes, estudio de reptil en jaula 
nubes de gritos, desiertos sépticos

crían desconfianza pero la cabeza insiste


II.

hube de ponerla de base    la riente en vertical 
y la voluntad mecer vencida
vencida de rodillas ¡basta! por el impulso sobrante 

y el miedo a que no se ahogara

vencida : por el cacareo
 

III.

y si no fuera exactamente un cacareo? 
pongamos que el sonido fermentó

una sífilis frugal, por ejemplo, el libro estéril hasta el meollo 
hablan de pecado, huelen a pecado
un torniquete de luz  el instante hace justicia

la carcoma en la lengua desposa el nervio 
envejecido

Laura Klein (Buenos Aires, 1958), Bastardos del pensamiento, La Letra Muerta, Buenos Aires, 1997

Poemas de Laura Klein en Otra Iglesia Es Imposible

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jueves, marzo 14, 2024

Miguel Gaya / De "Colección Robin Hood"



[Colmillo Blanco]

Tal pareciera que
la pelambre del perro
procura
abrigo al rigor
de la intemperie
Así
todo lo que va por dentro
de la persona
es protegido
por grueso
cuero
colmillo blanco
Porque 
cuál corazón late 
en la intemperie?

Y de este modo
temeroso
preservamos 
la sangre / solitaria
para nuestra eterna condenación


[El Príncipe Valiente]

Ella usaba el pelo 
como el Príncipe Valiente
y modales impropios
de familia real
Combatimos mucho
en batallas privadas
y nunca hubo acuerdo
sobre la victoria
Sin tiempo para sagas
ni conciencia de gestos
que pudieran cantarse
no dejamos tras nuestro
más que
toscos mensajes
señales urgentes
que no fueron leyenda
"La cerveza en la heladera
Ya no hay comida
Besos"


[Facundo]

Los refucilos le traen
algún problema
Hombre meticuloso
el rastreador requiere
luz eterna
Su fama se alimenta de restos
residuos de una vida
efímera
que él, incansable,
clasifica, poda, inmoviliza
para que el caos tenga
algún sentido

Miguel Gaya (Ayacucho, Argentina, 1953), Colección Robin Hood, Editorial Acme, Buenos Aires, 1994

Poemas de Miguel Gaya en Otra Iglesia Es Imposible

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miércoles, marzo 13, 2024

Juan Manuel Ponce / La cadencia secreta



La cadencia secreta de la vida
está en el llanto del recién nacido
en el jadeo del amor
en el ritmo del corazón que ama.

El origen del universo
es la atracción de la materia
urgida por el amor.

El espacio infinito y el mar
caben en un beso.
Toda la eternidad, tu casa blanca
la cordillera, las hortensias del jardín
la luna y las lagunas
celebran este día, ese instante
en que sonríes
como un dios.

Lo grande habla en lo pequeño.

Juan Manuel Ponce (Tuluá, Colombia, 1949, Peregrinos, Taller de Edición Rocca, Bogotá, 2023
Vía Darío Jaramillo, Listín Diario, 18.2.2024

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Foto: Semana, Colombia

martes, marzo 12, 2024

Félix Luna / Los bichos




[Milonga]

Vide una vez en un rancho,
Diez leguas de Uruguayana,
Que armaba un baile una iguana
Ayudada por un chancho.
Bastonero era el carancho,
Y yo por ver que pasaba,
Me paré junto a la entrada
Y vi al tigre y su sobrino,
La vizcacha y el zorrino
Y un piojo que la miraba.

También entró el tero-tero.
La rana y el avestruz,
Y gritando que haya luz,
Un lorito barranquero.
Bicho lindo, bicho fiero,
Todos vestido e´caté.
Y en un rincón yo miré
A la vizcacha y al piojo...

Comiéndose con los ojos,
Al compás de un chamamé.

La vizcacha era coqueta,
Se entendía con el grillo.
El piojo sacó un cuchillo
Y la trató de sotreta.
Paró de tocar la orquesta,
Se armó un tremendo incidente,
Hasta que un de repente
Cayó a levantar sumario
Un sapo subcomisario
Y un peludo de asistente.

Se llevaron al conjunto
De animales antedicho.
Cayeron todos los bichos
Como en día de difuntos.
Y el sapo dijo: -Este asunto,
Es un caso pasional,
La autoridad policial
Hará examen de garantes...

Y quedará pa´quien gane
Esta vizcacha fatal.

Se nombraron abogados
A la lechuza y al cuervo.
Hubo diálogos acervos
Entre los apoderados.
Se gastó mucho en sellado,
Y el sapo al dictar sentencia,
Dijo con toda inocencia,
Pero mostrando la hilacha:
-¡Me quedo con la vizcacha
pa´custodiar su decencia...!

Félix Luna (Buenos Aires, 1925 - 2009), Los Trovadores del Norte, Sony Music, 1964
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Foto: Clarín, Buenos Aires

lunes, marzo 11, 2024

Cesare Pavese / De "Poesía juvenil"




Frases a la enamorada

Salgo a caminar en silencio con una chica
abordada en la calle, en la avenida, por la tarde,
la avenida llena de árboles y luces.
Es nuestro tercer encuentro.
La chica no puede tomar una decisión, es difícil:
no vamos al café porque odiamos a la multitud,
tampoco al cine, porque la primera vez
fuimos... porque... ya no tenemos que hacerlo más,
si no nos amamos tanto.
                            Caminemos así
hasta Po, hasta el puente, miraremos los edificios
de luz que los faroles construyen en el agua.
      La saciedad de la tercera cita.
Sé tanto de ella como un extraño podría saber,
uno que la besó y la abrazó en una sala oscura,
donde otras parejas oscuras se apretaban
y la orquesta —de un solo piano— tocaba Aída.
       Caminamos por la avenida, entre la gente.
Aquí también hay una orquesta que chilla y canta.
Hace un ruido metálico como los sacudones de los tranvías.
Estrecho a mi compañera y la miro a los ojos:
ella me mira y sonríe.
Sé tanto de ella como siempre he sabido de todos los demás,
quién trabaja, quién está triste y quién, si le preguntan
—“¿quieres morir esta noche?”- diría que sí.
—“¿Y nuestra aventura?”— “Nuestra aventura es diferente,
vamos a romper” (Hay un novio dando vueltas). 

     Oh mi hermosa niña, esta noche yo no soy el compañero
atrevido, que te ganó besándote en la calle
bajo la mirada de un anciano caballero asombrado.
Esta tarde camino pensando en la tristeza,
como tú a veces piensas en que quieres morir.
No es que quiera morir. Ese tiempo ha pasado
y luego, “no nos amamos”. Es la multitud que pasa
que me oprime y me asfixia, y tú también eres la multitud,
que, como todos, caminas a mi lado.
No es que te odie, pequeña —¿podrías pensar eso?-
pero estoy solo y siempre estaré solo.

       Aquí está el Po. —“¡Qué hermoso es!... Esta noche es de cristal.
Las columnas de luz... y la curva del muelle:
en la oscuridad casi parece la playa del mar.”
La compañera me habla alegremente y me abraza:
yo también tendré que abrazarla más fuerte en el puente.
Una orquesta lejana nos persigue hasta aquí.
Las colinas están oscuras. “¿Vendrías a las colinas?”
—“No, no a la colina. Está muy lejos. Quedémonos a mirar...”
     En el fondo esta noche ni siquiera quiero tu cuerpo,
ay mi nena hermosa, que también estás viva
para la mano que busca tu flanco.
Sé de ti tanto como siempre he sabido de todos:
que eres ávida bajo el vestido de seda azul,
que trabajas y estás triste y que un día tal vez seas mía,
si vencieras —¿quién sabe?— todos los escrúpulos.
     Pero en este momento callo y estoy solo,
como estaré hasta la muerte.
No es orgullo, niña, hace tiempo que lo olvidé.
pero no quiero, no quiero que nadie me quite la vida.

—“¿Quieres que salgamos a navegar un poco esta noche?” —“Está fresco. Mejor nos quedarnos.”
     —“Pero así no estaremos cerca” —“Pero está oscuro, nos podemos caer”.
     —“¿Qué quieres hacer aquí mirando el aire?” 
     —“Aquí es hermoso” —“Bajemos. Es más hermoso junto al agua. 
     Nos darán luz los faroles.” Le hablo, le estrecho
     la mano con suavidad y, torpemente, le doy un beso rápido
     en la mejilla. Desde debajo del sombrerito de fieltro me mira fijamente
     y luego, casi compungida, repite: “Quedémonos a mirar”.

[4 a 10 de agosto de 1930]


Veo borrarse lejos las colinas
   en una niebla gris y todo el verde
   de la campiña rojizo y podrido.
   No más azul el cielo, no más sol.
   ya no vivos sonidos del verano,
   sino un tedio frío, grave, que envuelve
   todo. Solo, rápido, entre los árboles,
   a ratos pasan ráfagas de frío
   sacudiendo las frondas esqueléticas

[30 de septiembre de 1925]


¡Oh, pasear con ella en la noche oscura,
   ir entre las plantas y escuchar con ella
   los roncos gritos que cruzan la llanura
   trémulos como la luz de las estrellas!
¡Oh, permanecer en el cálido aliento
   del viento, encontrar de nuevo su figura
   cerca de mi cara y sentirla temblar,
   sentir temblar junto a mí su boca pura!

[Octubre de 1923]

Cesare Pavese (Santo Stefano Belbo, Italia, 1908 - Turín, Italia, 1950)

Poesía juvenil (1923-1930)
Traducción de Jorge Aulicino
Barnacle 
Buenos Aires, 2024








Más poemas de Cesare Pavese en Otra Iglesia Es Imposible

Frasi all’innamorata

Vado a spasso in silenzio con una bambina
abbordata per strada, lungo il viale, di sera,
il viale pieno d’alberi e di luci.
È il nostro terzo incontro.
La bambina è difficile nella scelta scabrosa:
al caffé non andiamo perché odiamo la folla,
al cinema neppure, perché la prima volta
siamo stati... perché... non dobbiamo più farlo,
se tanto non ci amiamo.
                           Passeggiamo, così,
fino a Po, fino al ponte, guarderemo i palazzi
di luce, che i lampioni fan nell’acqua.
     La sazietà del terzo appuntamento.
So di lei tutto quanto può sapere un estraneo
che l’ha baciata e stretta in una sala buia,
dove altre coppie buie si stringevano
e l’orchestra —di un piano— suonava l’Aida.
     Camminiamo nel viale, tra la gente.
Anche qui c’è un’orchestra che stride, che canta
ha un frastuono metallico come i tram che trabalzano.
Stringo a me la compagna e la guardo negli occhi:
ella mi guarda e sorride.
     So di lei quanto ho sempre saputo di tutte,
che lavora, che è triste e che, se le chiedessero 
—“vuoi morire stanotte?”— direbbe di sì. 
—“E la nostra avventura? ”— “La nostra avventura è diversa,
ci lasceremo noi” (C’è un fidanzato in giro).

     O mia bella bambina, stasera non sono il compagno
audace, che ti ha vinta, baciandoti per strada
sotto gli occhi di un vecchio signore stupito.
Questa sera cammino pensando tristezze,
come tu qualche volta pensi che vuoi morire.
Non ch’io voglia morire. É passato quel tempo
e, poi, “noi non ci amiamo”. É la folla che passa
che mi preme e mi schiaccia, e anche tu sei la folla,
che, come tutti, mi cammini accanto.
Non ch’io ti odî, bambina —potresti pensarlo?—
ma sono solo e sempre sarò solo.

Ecco il Po. —“Com’è bello! ... Stasera è un cristallo.
Le colonne di luce... e la curva del molo:
pare quasi, nel buio, la spiaggia del mare”.
La compagna mi parla contenta e mi stringe:
dovrò anch’io abbracciarla più stretto sul ponte.
Un’orchestra lontana c’insegue fin qui.
Le colline son buie —“Verresti in collina?” 
—“No, in collina. È lontano. Restiamo a guardare...”
     Non desidero in fondo, stasera, nemmeno il tuo corpo,
o mia bella bambina, che pure sei viva
alla mano che cerca il tuo fianco.
So di te quanto ho sempre saputo di tutte:
che sei avida sotto la veste di seta azzurrina,
che lavori e sei triste e che un giorno sarai forse mia,
se vincerai —chi sa?— tutti gli scrupoli.
     Ma in questo istante tacio e sono solo,
solo come sarò fino alla morte.
Non è orgoglio, bambina, da tempo ho scordato l’orgoglio,
ma non voglio, non voglio nessuno a stornarmi la vita. 

     —“Vuoi che andiamo un po’ in barca, stasera?” —“Fa fresco, restiamo”. 
     —“Ma no, staremo accanto” —“Ma è buio, si cade”. 
     —“Cosa vuoi fare qui a guardare in aria?”
     —”Ma qui è bello” —“Scendiamo. È più bello dall’acqua.
     Ci daranno il fanale”. Le parlo, le stringo
     la mano dolce e, goffo, le dò un bacio rapido
     sulla guancia. Di sotto il caschetto di feltro mi fissa
     e poi, quasi compunta, ripete —“Restiamo a guardare”.

[4–10 agosto 1930].


Vedo lontano le colline perdersi
   in una nebbia grigia e tutto il verde
   della campagna arrossa e infracidisce.
   Non più l’azzurro in cielo non più il sole
   non più i vivi rumori dell’estate
   ma un tedio freddo e grave che ravvolge
   ogni cosa. Sol rapide, tra gli alberi,
   passano a tratti gelide ventate
   scrollandone le fronde ischeletrite

[30 settembre 1925].


Oh, vagare con lei la sera scura,
   perderci tra le piante ed ascoltare
   le stride rauche su per la pianura
   tremule come la luce stellare!
Oh, soffermarci al tepido alitare
   del vento e ritrovar la sua figura
   stretta al mio volto e sentirla tremare,
   sentir tremare la sua bocca pura!

[ottobre 1923].

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Foto: Cesare Pavese en una foto de juventud  Diversas fuentes, sin más datos.

domingo, marzo 10, 2024

Fernando Molle / De "Borrado para siempre", 2




Seis orificios en una caña verde
Aire sonando en los agujeros

Los dedos romos y peludos 
tapando y destapando 

El soplo del pulmón 
La melodía

En el aire 
repetida

La nueva melodía
la misma

Felicidad 
Ensoñación colectiva

Veranos abiertos 
frente al río deshelado
Inviernos retumbando 
en paredes y paredes

El silbido de las flautas 
en cada nacimiento

Los padres y los hijos  
La misma melodía 

Los dedos pequeñitos 
tapando y destapando

*

¿Estaba Antes?

El cuello largo
del Tacatác 
estaba Antes

Por el dibujo
galopa quieto 
el cuello largo
                 del Tacatác

Cuando nacimos 
muy por abajo 
del cuello largo 
                ¿nadie montaba?

Cuando nacimos
el cuello largo
               estaba Antes

Sin Tacatác 
nadie podría
sin Tacatác

Estaba antes 
cuando montamos
muy por abajo
del cuello largo

Nadie nacido
cuando nacimos
del cuello largo 
y estaba Antes

Nadie nacía
nadie sabía
nadie podría
                   sin Tacatác

Fernando Molle (Buenos Aires, 1968)


Borrado para siempre,
Barnacle,
Buenos Aires, 2024








Más poemas de Fernando Molle en Otra Iglesia Es Imposible

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sábado, marzo 09, 2024

Carlos Martínez Rivas / Poemas




Hogar (con luz roja)

                    a Pilar y las chicas

Los escalones de madera, inseguros
para el extranjero en la oscurana, son
fácil camino para el hijo.
Alrededor de la mesa, congregada
juega a las cartas la familia; las fichas
chocan en el centro del tapete en donde
cae la luz. Discreta zumba la radio. 
Porque es pacífico este hogar, temeroso
y sólo al amor consagrado.
Llega el hijo y los hermanos del hijo
y las hermanas de los hijos acuden
a la llamada del timbre, y esperan
dichosas, con agitado pecho, en medio
del saloncito de mobiliario eterno:
los cojines color naranja y el cromo
con la góndola de Cleopatra en el Nilo.


Pequeña moral

               a Elvira

Van dirigidas estas líneas a quien poseyó:

la Belleza, sin la arrogancia
la Virtud, sin la gazmoñería
la Coquetería, sin la liviandad
el Desinterés, sin la desesperación
el Ingenio, sin la mofa
la Ingenuidad, sin la ignorancia

todas las trampas de la feminidad, sin usarlas.


Ars poética

¿Que eres reacia al Amor, pues su manía
de eternidad te ahuyenta, y su insistente
voz como un chirriante ruiseñor
te exaspera y quieres solamente
besar lo pasajero en la cambiante
eternidad de los fugaz? -entonces
¡soy tu hombre! Pues más hospitalario
que el mío un corazón no halló jamás
para posarse el falso amor. Igual
que llegué, parto: solo, y cuando mudo
de cielo mudo también de corazón.
Pero, atiende: no vas a hacer traición
a tu alma infiel. No intentes, si una chispa
del hijo del hombre ves en mis ojos,
descifrarla, ni trates de inquirir mucho
en mi acento y el fondo de mi vida.

Donde quiero destierro y silencio
no traspases la linde. Allí el buitre
blanco del Juicio anida y sólo el
ceño de la vida privada ¡canta!


Dicho de agur

Tras cosas me han impresionado
y una cuarta sin descifrar:

el choque sin persona de un muerto echado al agua.
Un vítor de volátil o silbato de policía en la selva.
El ¡clic! de un revólver al montarse.
Y la palabra APORIA, empleada 
por el Dr. Pedro Laín Entralgo en uno de sus ensayos,

Carlos Martínez Rivas (Ciudad de Guatemala, 1924 - Managua, 1998), Diario de Poesía n° 25, Buenos Aires, verano de 1992

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viernes, marzo 08, 2024

Llorenç Gomis / Todo lo que puede pasar



Todo lo que puede pasar es lo que pasa,
no puede pasar nada más, no tengas miedo.
No quería Jesús la pasión
ni la muerte que por ley la vida traga.
Abre un libro de historia. Todo son muertos.
Todos sufrieron, poquísimos lo querían,
todos eran débiles y fueron fuertes todos
todos hicieron más de lo que hacer sabían.
Las cartas no son muchas, pero dan bastante juego;
las ramas se hacen brasas y deja ceniza el fuego.

Llorenç Gomis (Barcelona, 1924 – 2005), Sons i sonets, Edicions 62, Barcelona, 1984
Versión de Jonio González


Llorenç Gomis en Otra Iglesia Es Imposible


TOT EL QUE POT PASSAR

Tot el que pot passar és el que passa,
no pot passar res més, no tinguis por.
No volia Jesús la passió
ni la mort que per llei la vida empassa.
Obre un llibre d’història. Tot són morts.
Tots van patir, poquíssims ho volien,
tots eren dèbils i tots van ser forts,
tots van fer més d’allò que fer sabien.
Les cartes no són moltes, mes donen força joc;
les branques es fan brases i deixa cendra el foc.

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jueves, marzo 07, 2024

Jorge Fondebrider / Hans Schulz





Un día me llamaron.
Dijeron que te habían encontrado
tirado en el jardín, que ya no estás. Pero volvés,
frecuentemente pienso que volvés;
vale decir, estás siempre presente.
Destino muy curioso el de los muertos:
estar, pero no estar
vivir en la memoria de los vivos.

[inédito]

Jorge Fondebrider (Buenos Aires, 1956)


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Foto: Jorge Fondebrider, Salón del Libro de París, 2012

miércoles, marzo 06, 2024

Cesare Pavese / Revelación



El hombre solitario vuelve a ver al muchacho de magro
corazón absorto en escrutar a la mujer que ríe.
El muchacho alzaba la mirada hacia aquellos ojos,
cuyas rápidas miradas se estremecían, desnudas
y distintas. El muchacho recogía un secreto
en aquellos ojos, un secreto como el regazo escondido.

El hombre solitario oprime en el corazón el recuerdo.
Los ojos ignotos ardían como arde la carne,
vivos de una húmeda vida. La dulzura del regazo,
palpitante de cálida ansiedad, se traslucía
en aquellos ojos. Brotaba angustioso el secreto,
como una sangre. Cada cosa se volvía tremenda
en la luz tranquila de las plantas y del cielo.

El muchacho lloraba en la noche tranquila
raras lágrimas mudas, como si ya fuese hombre.
El hombre solitario encuentra bajo el cielo remoto
esa mirada contenida que la mujer pone
sobre el muchacho. Y ve aquellos ojos y aquel rostro
recomponerse tranquilos en una sonrisa habitual.

Cesare Pavese (Santo Stefano Belbo, 1908-Turín, 1950), "Lavorare stanca" (1936, 1943), Poesie, Mondadori, Verona, 1969; Trabajar cansa. Vendrá la muerte y tendrá tus ojos, Griselda García, Del Dock, Cartografías, Buenos Aires, 2018
Versión de Jorge Aulicino


Rivelazione

L'uomo solo rivede il ragazzo dal magro
cuore assorto a scrutare la donna ridente.
Il ragazzo levava lo sguardo a quegli occhi,
dove i rapidi sguardi trasalivano nudi
e diversi. Il ragazzo raccoglieva un segreto
in quegli occhi, un segreto come il grembo nascosto.

L'uomo solo si preme nel cuore il ricordo.
Gli occhi ignoti bruciavano como brucia la carne,
vivi d' umida vita. La dolcezza del grembo
palpitante di calda ansietà traspariva
in quegli occhi. Sbocciava angoscioso il segreto
come un sangue. Ogni cosa era fatta tremenda
nella luce tranquilla delle piante e il cielo.

Il ragazzo piangeva nella sera sommessa
rade lacrime mute, come fosse già uomo.
L'uomo solo ritrova sotto il cielo remoto
quello sguardo raccolto che la donna depone
sul ragazzo. E rivede quegli occhi e quel volto
ricomporsi sommessi al sorriso consueto.

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Foto: El perfil de Cesare Pavese en la ficha policial de su arresto y confinamiento en Calabria, 1935

martes, marzo 05, 2024

Eugenio Montale / De "Después de una fuga", 2



Estaban los abedules, numerosos, para esconder
el sanatorio donde una enferma
por demasiado amor a la vida, en vilo
entre todo y la nada, se aburría.
Cantaba un grillo perfectamente incluido
en el proyecto clínico,
junto con el cucú que ya habías oído
en Indonesia, a menor precio.
Estaban los abedules, una enfermera suiza,
tres o cuatro mentecatos en el patio,
sobre la mesita de luz un álbum de pájaros exóticos,
el teléfono y algunos chocolatines.
Y estaba yo, naturalmente, y otros
secantes que querían darte ese consuelo 
que podías repartirnos a montones,
si hubiésemos tenido ojos para verlo. Yo los tenía.

Eugenio Montale (Génova, Italia, 1896 - Milán, Italia, 1981), "Satura" [1971], Tutte le poesie, Mondadori, Milán 2004
Versión de Jorge Aulicino

La poesía de Eugenio Montale en Otra Iglesia Es Imposible



Dopo una fuga

C'erano le betulle, folte, per nascondere
il sanatorio dove una malata
per troppo amore della vita, in bilico
tra tutto e il nulla si annoiava.
Cantava un grillo perfettamente incluso
nella progettazione clinica
insieme col cucú da te già udito
in Indonesia a minore prezzo.
C'erano le betulle, un'infermiera svizzera,
tre o quattro mentecatti nel cortile,
sul tavolino un album di uccelli esotici,
il telefono e qualche cioccolatino.
E c'ero anch'io, naturalmente, e altri
seccatori per darti quel conforto
che tu potevi distribuirci a iosa
solo che avessimo gli occhi. Io li avevo.

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Foto: Eugenio Montale en su casa durante una entrevista, Milán, 1973 Giorgio Lotti / Mondadori / Getty Images

lunes, marzo 04, 2024

Georges Perec / Me acuerdo



(Fragmentos)

8. Me acuerdo de un inglés manco que le ganaba a todo el mundo al ping-pong en el Châteaux d'Oex.

36. Me acuerdo de que la ciudad de Argel se extiende entre la punta Pescade y el cabo Matifou.

47. Me acuerdo de las radios a galena.

48. Me acuerdo de que había comenzado una colección de cajitas de fósforos y de marquillas de cigarrillos.

86. Me acuerdo de que Alain Delon era empleado de fiambrería (¿o aprendiz de carnicero?) en Montrouge.

102. Me acuerdo de Xavier Cugat.

115. Me acuerdo de las terceras clases en los ferrocarriles.

117. Me acuerdo de que Jean Gabin, antes de la guerra, por contrato, tenía que morir al final de cada película.

148. Me acuerdo de que Fidel Castro era abogado.

174. Me acuerdo de mayo de 1968.

175. Me acuerdo de Biafra.

177. Me acuerdo de Yuri Gagarin.

179. Me acuerdo de que al día siguiente de la muerte de Gide, Mauriac recibió un telegrama: "Infierno no existe. Podés divertirte. Stop. Gide".

[Je me souviens, Hachette, 1978]

Georges Perec (París, 1936 - Ivry, Francia, 1982), "Dossier / Georges Perec, instrucciones de uso", Diario de Poesía, n° 21, Buenos Aires, 1991-92
Traducción de Jorge Fondebrider

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Foto: Georges Perec y su gato Délo, c. 1978 Anne De Brunhoff/L'Express

domingo, marzo 03, 2024

Luis Hernández / De "Vox horrísona"




La majestad de los días pasados

La majestad de los días pasados
Presta al tiempo sus caminos
En la grava.
La majestad del aire
Dona a la luz
Su secreta magnificencia.
El fluir eterno de la Armonía
En la trampa conocida
De la luz
Cuando desciende en notas
En el Misterio del recuerdo,
Que jamás confundirás
Con la trama accesoria
De las cosas.

Sólo el crujir
De las ramas del árbol
Es ya el árbol,
El torrente, el vidrio
Y un amor. La majestad
De los días 
Ya pasados
No puede ocultarse
En el olvido.


Tres haikus

1
Otoño es una flor
Que se adormece
En la neblina
Otoño es una flor

2
El profundo valle
Poblado de pinos
Y misteriosas plantas

Reposa como una
Inimaginable esmeralda

En el Desierto

3
El farol del parque
Llena de líneas de luz
La noche dolorida
Entre el murmullo
De hojas y flores
El farol del parque.


La playa inexistente

Bajo la neblina
Encima de las rocas
Surge el mar

Azul. Bajo el sol
Entre los jardines
De las algas
Hay una claridad
Tan real

Que conduce
A la playa inexistente
Por un sendero
Arpeggiando

Para dar la imagen
De la nostalgia
Que comprende

Para llorar
El amor de la tierra
Es necesario: los cromáticos
Yates surcan el mar
De La Herradura

Surcan el mar azul prusia
de La Herradura

Nuevamente arpeggiando

Luis Hernández (Lima 1941 - Buenos Aires, 1977), Vox horrísona, 1970, 1978, 1983; "Vox Horrísona", Diario de Poesía n° 18, Buenos Aires, otoño de 1991. Selección de Daniel García Helder

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sábado, marzo 02, 2024

Santiago Sylvester / De "Tal vez llegue caminando"



(sobre el viaje inconcluso)

Si me cuesta dormir 
y si he aprendido a estar solo
es porque el viaje ha sido largo;
si a veces me desencuentro o trato de no estar
es porque el viaje ha sido largo.
No me quejo del frío en verano, del calor en invierno, 
ni de mis 37º de temperatura, que siendo idénticos ya no son los 
     mismos.

                       Cuando el viaje ha sido largo 
las verdades pasan como un bostezo de visita,
las historias viejas se repiten con actores nuevos;
lo que se ha ido quiere volver, y vuelve con recuerdos.
 
Con el viaje ya largo,
no me gustan el vino artesanal, la ostentación, las comidas de 
     mucha gente,
y en cambio me gusta la relectura: soy lector de detalles;
creo en la sintaxis, en las buenas maneras,
me aburren los milagros 
y estoy atento a los matices. 

                                  El viaje ha sido largo y su ganancia 
es la variedad: si se suman las partes
el resultado no es el mismo siempre.
Lo que en cambio no importa es el viaje concluido:
ya no varía, ya no tiene curiosidad


(la calle vacía)

Llegan risas, la arenga del predicador, la discusión en la taberna.
Los pasos son rápidos o lentos, pero no se sabe dónde están: 
hay huellas que esperan su momento, siempre a punto de  explicarse
y siempre sin explicación.

Las cosas 
tienen nombre para evitar la confusión, pero las palabras no
explican lo que dicen;
en alguna parte llueve
pero qué hacer con una lluvia que no moja;
alguien mira desde donde no hay nadie;
y si no se sabe quién habla ni quién contesta
es porque ignoramos demasiadas cosas.

La ciudad manda señales como un barco en apuro;
y yo voy tanteando la pared como un ciego,
rodeando el farol como la niebla,
pero todo lo que sucede
no sucede aquí.


(posible explicación de la tortuga)

Es un mapa que camina 
con el pasado escrito en su caparazón:
un territorio que se mueve;
                                                   trae noticias 
del que inventó el hacha, descubrió el fuego, el uso de los vientos:
mensajes anteriores a cualquier memoria.

                               Imperturbable y
con algo de ceremonia, como si fuese suyo todo lo que toca,
tiene la perseverancia del que camina sin mirar el horizonte: 
                               una pirca en movimiento
que atraviesa la historia del mundo, desde el caos originario, 
y llegará al futuro.

Con una lentitud que es enseñanza
medita sobre lo que no vemos 
y sigue caminando.


(mirando hacia fuera)

Ese pájaro que vuela contribuye al paisaje;
mira los cerros desde arriba, el cerco de tunas, 
los meandros del río que oigo desde aquí:
viaja entre dos árboles y sube con el viento;
                                                                 pero no sabe 
que yo escribo este poema en la cocina con vista a una morera:
no le interesa lo que hago ni quiere acompañarme.

Ningún resentimiento por esta falta de reciprocidad.

Santiago Sylvester (Salta, Argentina, 1942)

Tal vez llegue caminando
,
Barnacle,
Buenos Aires, 2024









Santiago Sylvester en Otra Iglesia Es Imposible

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Foto: Santiago Sylvester, Mendoza, 2013 Camila Toledo/El Desaguadero

viernes, marzo 01, 2024

Adalber Salas Hernández / (San John Coltrane en los infiernos)




Prefiere todas aquí, aunque haya pésima
acústica y apenas se escuche la respiración
rugosa del saxofón. Prefiere montarse en escena a pesar
del micrófono dañado, la mala ventilación, los tragos
sin hielo. Aquí, a tan solo quince minutos
de la eternidad, si no menos, entre yonquis
y las putas trasnochadas, entre los condenados por anfibios
o ambidiestros, por faltos de simetría, aquí, bien lejos,
de los coros celestiales, donde ya no queda espacio
para un ascenso más. Porque esta música solamente
puede subir, fue hecha con esas cosas que se derrumban
sin un crujido, sin pedir perdón. No separa la carne del día
de los huesos de la noche, no se sienta a la diestra
de nadie. Lluvia dura, viento de hojalata, cielo
inconcluso y terco, música que lleva en el costado
una herida que no sangra, luz que busca
hacerse polvo entre las manos.

Adalber Salas Hernández (Caracas, 1987), De ningún viaje se vuelve, Mantis Editores, Guadalajara, 2019
Envío de Darío Jaramillo Agudelo 
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jueves, febrero 29, 2024

W. B. Yeats / Cuando Helena vivía



Hemos gritado desesperados
que los hombres abandonan,
por algún asunto trivial
o una ruidosa e insolente diversión,
la belleza que hemos obtenido
de las horas amargas;
y aún así, si hubiésemos andado
entre aquellas torres desmochadas
por las que Helena caminó con su chico,
habríamos recibido como el resto
de los hombres y mujeres de Troya
una palabra y una burla.

William Butler Yeats (Dublín, 1865 - Roquebrune-Cap-Martin, Francia, 1939), "Responsabilidades" [1914], Poesía reunida, Pre-Textos, Valencia, 2010
Traducción de Antonio Rivero Taravillo

Más poemas de W. B. Yeats en Otra Iglesia Es Imposible


When Helen Lived

We have cried in our despair
That men desert,
For some trivial affair
Or noisy, insolent sport,
Beauty that we have won
From bitterest hours;
Yet we, had we walked within
Those topless towers
Where Helen waked with her boy,
Had given but as the rest
Of the men and women of Troy,
A word and a jest.

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miércoles, febrero 28, 2024

Vicki Feaver / El hogar es aquí, ahora




El hogar es aquí, ahora
en esta mesa con su arañada
y rayada madera

donde estoy pelando
una naranja — el rocío
de la cáscara me provoca

escalofríos en la nariz,
y la brillante piel
cae en un largo bucle.

Es el momento de tranquilidad
al final del día:
ningún pájaro canta, nada de viento;

sólo el ritmo de mi respiración
y el lento desgarro de la capa blanca
separándose de la pulpa.

Vicki Feaver (Nottingham, Inglaterra, 1943), I Want! I Want!, Jonathan Cape, Londres, 2019
Versión de Jonio González


HOME IS HERE, NOW

Home is here now
at this table with its gouged
and scratched wood

where I’m peeling
an orange – the spray
from the zest sending

shivers up my nose,
and the bright rind
falling in a long curl.

It’s the quiet time
at the end of the day:
no bird song, no wind;

just my in-and-out breaths
and the faint tearing of pith
parting from flesh.

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