jueves, mayo 26, 2011

Richard Gwyn / Abrir una caja


















[De Walking on Bones, 2000]


Abrir una caja

¿Quién puso esas cajas aquí? Un camino vacío. Árboles dispersos, ninguno dando frutos. Un cielo lleno de nubes que no van a dar lluvia. Ninguna señal de vida humana. Y, sin embargo, esas cajas, alineadas precisamente al borde del camino, depositadas sobre el suelo arenoso en pilas ordenadas. Cajas de cartón sin nada escrito en ellas. Ningún mensaje, o marca, o sello de compañía. Cartón marrón liso, con las partes de arriba plegadas y metidas. Quienquiera las haya dejado aquí sabía que no iba a llover. Observo las cajas como si esperase que ellas dieran el primer paso. Espero a ver si va a venir alguien: si alguien me está observando observar las cajas, listo para aparecerse de un salto y encararme con un grito airado, acercarse más e insultarme, maltratarme, maldecirme. Puedo oír al hombre, con barba de una semana, oler su transpiración, contemplar su gran vena palpitándole en el cuello. Silencio. Aquí no hay nadie. Ni siquiera pájaros. De modo que escucho los sonidos que aquí no hay y empiezo a oírlos: un griterío a lo lejos, un tractor, el graznido de un cuervo. Cuanto más oigo eso sonidos ausentes, más profundo se hace el silencio. Me acerco a la primera caja, aflojo la parte de arriba. La abro.

Richard Gwyn (Gales, 1956)
Traducción de Jorge Fondebrider


Foto: Letras y Celuloide

Opening a Box

Who put these boxes here? An empty road. Scattered trees, none bearing fruit. A sky full of clouds that will not rain. No signs of human life. And yet these boxes, lined up precisely at the roadside, banked on the sandy soil in neat piles. Cardboard boxes with nothing written on them. No message or mark or company stamp. Plain brown card, with the tops folded over and tucked under. Whoever left them here knew it would not rain. I watch the boxes, as if expecting t hem to make the first move. I wait to see if anyone will come: if anyone is watching me watch the boxes, ready to leap out and confront me with an angry shout, come up close and face to face to swear at me, abuse me, curse me. I can hear the man, unshaven for a week, smell his sweat, watch the big vein throbbing in his neck. Silence. There is nothing here. Note ven birds. So I listen for the sounds that are not here, and beging to hear them: distant shouting, a tractor, a crow’s caw. The more I hear these absent sounds the beeper the silence grows. I approach the first box, loosen the flap. Open it.

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