jueves, mayo 06, 2010

Cófreces & Muñoz / Aves argentinas




Calandria

Imitadora del trino de otras aves y del silbido del hombre. Imita el pito de los trenes y el roce del viento en el granito. Es una artista de la variedad soplada de plumaje sencillo. Es el pájaro preferido de las lámparas y de los frailes. Prosigue la ley de la gravedad musical y, como el pollito liberado del pífano, canta para un más allá cercano donde habitan las vírgenes de la especie. Imita el ruido de los higos cayendo sobre el agua. No es un ave para la feria de la alegría. Es el tema de discusión preferido del caballo. El orzuelo la mata. No soporta la deformación del antifaz.

Cortarrama

Al tener un pico fuerte y en forma de dientes de sierra se alimenta de la viruta vegetal, la astilla y la sustancia movediza formada en el perfume cegador de la rama. Es amiga del ángel que todo lo visita y del topo. Con cuchara roba la lumbrera de la miel y con su pasta cocina para los suyos un guiso sucedáneo de la mostaza. Es, como todo carpintero, de poco cantar. No es un ave invasora; por eso el ángel la visita y le trae detalles cambiantes de la arvejilla, le explica el espárrago y la papa.

Gorrión

Hay un costado maligno en estos voladores. Se llevan por delante el espasmo anillado de las rosas. Han venido de Europa como baúles o motos y quedaron en el cielo nacional como pájaros comunes. Los machos son boxeadores. Se cortan la cara a picotazos y del plumaje sencillo sacan un diablo o extrañezas. El observador los contempla como catástrofes sencillas que rasgan las nubes y no adornan las jaulas. Dan la impresión de una comedia argentina.

Cófreces & Muñoz, "Aves argentinas", Tigre, Ediciones en Danza, Buenos Aires, 2010

Ilustración: "Sōgenbi", de El desfile ilustrado de la noche de cientos de demonios, de Toriyama Sekien, 1781

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