La calavera florece. Inútil vadear la noche.
Tanto silencio amontonado se arma solo nomás,
descalzo y a los tumbos.
El grito se hace esqueleto en la sombra espesa, pasos lentos
en el aire negro. Ladrido escarba animoso. Una grieta avanza.
¡Vamos!
Cuestión de esperar, yendo y viniendo, filtrado en la sombra
y el silencio. Madera blanca rezongando anegada.
Los a veces de antes salen de las órbitas secas. Una silla
arrimada y solitaria. Las tabas en la sombra con el lado
de la suerte hacia el cielo.
Adelante la mesa se parte en dos.
El humo del arroz calavereando.
Enseguida se viene encima la pared carcomida. El fuego le
anda escapando a la madrugada.
Al rato la noche negra curiosea con toda la mano abierta por los
rincones, pegajosa como un tábano.
Ricardo Zelarayán (Paraná, Argentina, , 1922-Buenos Aires, 2010), Roña criolla, Libros de Tierra Firme, Buenos Aires, 1991
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Ilustración: Zelarayán por Hermenegildo Sábat en la tapa de Roña criolla
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