sábado, septiembre 13, 2008
Negra en la lechería
La negra olvidada en la lechería
Vaya... ¿Una negra olvidada en una lechería?
Si será chusca esta ocurrencia mía:
¡una negra en una lechería!
Tenía dos ojos lacrimosos, borrosos, fastidiosos
-quizá hambre, frío y ganas de llorar-.
El cráneo puntiagudo, el cuero motoso,
¿no serías, ¡oh, tú!, Juana Durval?
(Putativo hermano Baudelaire, el de los cabellos verdes
y la boca tumular.
Mi sitio te corresponde: viernes
tu día, y éste es tu lugar...)
Pobre cosita negruzca y exótica,
-bibelot de fango en mi gran ciudad-
púrpura en retazos de mi regia manía erótica,
amorosa insalubridad.
La lengua de mis ojos lame tus reproches,
tu nebuloso mirar de antílope cegado,
recoge la lengua de mis ojos, ¿a tu costado
sientes mi solidaridad de desplazado
esta noche?
¿Vamos? ¿Vienes? El festín será para los dos,
la solitaria, muda, espantosa orgía,
del fondo de los días,
¿no oyes el reclamo del tambor?
Tu abuelo, bronce tenebroso, alza su clava
destrozando los huecos cráneos de las mesnadas;
tú tienes a una blanca, ¡tan bella!, como esclava,
púnzale los ojos con tus uñas anilladas.
¿Oyes? Nos reclama el tambor
con insistencias de Historia:
... tum... turumtumtum... tum... tumtumrum...
Civilizó a tu abuelo el Civilizador,
con la elegante trayectoria
de la bala dum-dum...
Dame tu lengua ofídica y palpitante
-lanza del deseo entre el escudo
de tus dientes rutilantes...
¡ah, tu bello cuerpo desnudo!
Mientras la flámula del "primurs" dora
los muslos blancos de las bellas presas,
apréstate al festín, ya es la hora
de devorarnos la civilización burguesa.
Para desalar los hipogrifos de mi torturada sensibilidad,
ha bastado tan solo, ¡oh! injerto del Congo
en mi gran ciudad,
tu presencia en la lechería,
donde mi hipocondría
entreabre el paraguas de enhiesta soledad de hongo,
de hongo de humedad.
Por diez minutos y a tu gran conjuro,
-¡oh, miserable negra de mi ciudad!-
fui dichoso, ¡te lo juro!
escapando de la realidad.
(Ha venido un ciudadano, alto, desgarbado,
y dejó caer en tu oreja la clásica palabra,
vete con él, negra, esto ha terminado.
La vida, negrita, no tiene abracadabra.)
Nicolás Olivari (Buenos Aires, 1900-1966), La musa de la mala pata. El gato escaldado, Centro Editor de América Latina, Buenos Aires, 1982. Primera edición de La musa de la mala pata: Editorial Martín Fierro, Buenos Aires, 1926; El gato escaldado, 1930
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