No sufras, corazón derrotado,
aun habrá días para el esplendor
gratuito y para el canto del ruiseñor,
sobre los montes Ravni.
No te enojes, no le implores
a Dios, recibe sereno
la derrota. Porque
recién después sabrás
que con ella llega también la victoria.
Cómo puedo contenerte,
corazón derrotado,
mientras te aprieta el dolor
y la sangre casi no circula.
Apenas tengo fuerzas
para empujarte.
Pero lo sé, ya pasará la
el tiempo de prueba.
Porque tienes tu camino.
Y tienes tu roca,
allá en las puertas de Knin,
la ciudad de los reyes croatas,
aunque será duro pasar
a través de sus murallas.
Pero tú sabes que yo sé,
corazón derrotado,
cómo de la derrota
crece la victoria.
y cómo tu llanto llegará a ser
una callada sonrisa
de alegría.
Pero no olvides tampoco entonces
que la victoria no viene sola,
que hay de todo
en su morral. Trae hierbas medicinales junto a
filos y fuegos y avena con incendios estivales
sobre las islas.
No sufras, corazón,
ten cuidado.
Ajustate y pasa
por este día angosto.
Debes saberlo, ésta es tu prueba.
No enjugues con agua
las lágrimas de tu rostro,
mejor déjalas correr.
Porque a muchos les hará falta
esa sal que destilan.
Y cuando llegue la victoria
mantente sobrio,
corazón derrotado.
cultiva ese dolor de la sal reseca
en las heridas. Que se hunda
en ella tu orgullo sin razón.
Perdona a tu enemigo,
mi corazón victorioso,
también él tiene una madre.
No hundas tu lanza ganadora
en el corazón de ella.
Y cuando pases
con alegría silenciosa
por la muralla de tus sueños,
cuelga una bandera blanca
para que flote en el viento.
Los vientos son los que mejor saben
qué significan las banderas
y qué deben hacer con ellas.
Los ojos de los enemigos no necesitan
verla, y tus amigos
saben muy bien de tu dolor.
Sé generoso
en el triunfo, corazón victorioso,
que la espera te haga sabio
y sepas cómo y cuándo cerrar detrás de ti
las puertas y las murallas
y cómo dejar el dolor –
para que ni Split ni Zagreb
quieran ser los primeros
entre el norte y del sur.
Extiende los dos ventrículos
como si fueran alas,
como dedos y flores
cuando se eleva el momento santo,
corazón transformado,
y en lugar de usar látigos
canta como el ruiseñor.
Canta en lo alto
entre las nubes,
trina sobre los desfiladeros
las queridas, suaves
antiguas y ocultas
palabras de la patria.
Drago Stambuk (Selca, Croacia, 1950), I šismiši su ptice u bezpjevnoj zemlji (También los murciélagos son aves de un país sin canto), Matica Hrvatska, Zagreb, 2002
Traducción de Carmen Verlichak Vrljicak, febrero de 2016
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