miércoles, diciembre 27, 2023

Marina Serrano / De "Marinero del cielo y de la tierra"




CUERPO SIN FIN. MILLONES DE PIES RESPONDEN AL NOMBRE DE CHOI

Choi está muerto, bien muerto
pero, como si nada hubiera sucedido y aun 
fuera páter noster, fuente nutricia, omnipotente
cálido pingüino magallánico sobre los huevos,
de sus femeniles pezones, de sus copas planas, resecas
día tras día en el Cementerio de los Mártires Patrióticos,
junto al excremento junto a la tibia materia 
sin digerir se amontonan,
se agarran, una lechigada tras otra,
ciegas crías desorientadas exprimen 
hasta el infantil y sonoro provecho
y, en el breve lapso de la saciedad, 
sueltan el mamelón oscuro y se hacen llamar: 
maestros, 
mejor aún: gran-master, discípulo predilecto, hija adoptiva,
amigo de
mano derecha, sajionim, sensei, samurái, sifú, ¿quién, en realidad, comprende
la diferencia? ¿quién para en el bochorno veraniego a considerar
el tiempo, la calidad, los resultados?
¿quién, con lúcida miosis, lee los detalles
de una repetitiva saga transoceánica, Odisea, Comedia, etc.? 
Los párvulos/maestros, envalentonados salen de la guachera 
y no mueven un dedo sin justificarse en la gran voz,
como los literatos Borges-dijo
no afirman sino bajo el estandarte
y la tan añorada foto de pie, a su lado, al lado del cuerpo fundacional -incluida 
          en el costo del seminario, Meca de sus vidas, 
          publicidad segura, prueba irrefutable
buenos hijos 
de Isaac, hermanos de Esaú, repiten incansables la ley del padre:
Choi dijo. Borges dijo, Perón dijo, 
Y son miles de Choi dijo, dispares
como las yemas de Juan Vucetich Kovacevich,
dogmas o cruzamientos meióticos.


SU SEMEN CORALINO TERMINÓ EN MILLONES DE AGUJAS DE PÍCEA COREANA

Choi, ¿ves ahora desde el turbio más allá,
          cómo cuelgan en la noche, cabeza abajo 
          tus amorcillados hijos
          llenos de grietas, su carne blandengue en las ramas,
          el pesado vaivén de sus fondillos? 
¿Ves los doboks blancos e impolutos
          bordados, con ribetes a lo largo de las piernas, en los brazos 
          hasta las charreteras, el pecho adelantado 
          de tantos escudos, los vientres como tambores inflados sobre los cintos
          cigarrillo en mano, en bares del Bajo Flores, de Belgrano, de Almagro, 
          en constante discusión sobre futuros y pasados negocios
          que pretenden cotizar por millones
          mientras no largan un mango para el café
          y atisban como pájaros de ciudad las migas 
          sobre la mesa para quedarse, si otro no les gana de mano,
          con la propina del mozo?
Vos, que por un rato fuiste karateka en Kioto,
aprendiz de calígrafo en Corea, rebelde y vanidoso,
conocés el tiempo de la pulcritud, 
la demora en los brotes amarillos
bajo de los sobacos selváticos, en la espalda baja.
¿Ves la falta de núbil entrega, la voluntad
          perdida de un pueblo cubierto por cardos y yuyos?
¿A quién llega la voz, adónde
           terminó tu política democrática de monarca?
Hay bichos necrófagos por todos lados, Choi, 
por todos lados
y el blanco en el pecho no puede durar más 
que un instante, 
los chupasangre se extienden
planetarios, interraciales, un virus mediocre.


IMITA EL PUMA EL ALMA ANTIGUA DE CADA PUMA

No hay campo de combate, solo imágenes,
inesperada masa, seis octavos líquida, algo espiritual,
vuelta por momentos mercader, guerrero, 
carga sus armas ocultas, camaleónicas,
cabeza de metacarpiano, borde calcáneo, bulto descolocado,
y en la ebullición de la matanza,
en las empachosas ganas de escuchar y responder 
al ruido chasqueado de una carne contra otra
enfrenta,
manada íntima de cánidos y ofidios, 
es un largo tubo hueco de la boca al ano
relleno de explicaciones
sin pie ni cabeza,
consecuente a la voz en off de su sabón,
a su vara flexible e irritante.
Parece mejor así: do es lo inexplicable. 
¿Qué sería si no, el camino?
¿Qué podría ser
el camino, el método, la milenaria filosofía?
Se arrodilla ante cualquier discurso que suene
a pies en barrosos charcos, india divinidad encarnada 
en todos, chino, japonés, coreano, 
se vuelve imitador,
música en la música de la orden, 
parada a media vereda entre milico americano y samurái 
de película, vicios en los elásticos del casco, semilunar duro, 
bacinilla, recibe, copia, lo que queda de Bruce Lee,
cine, televisión, copia 
lo que no es, modelitos éticos, estéticos, sintéticos,
rinde su costoso examen, paga 
e instala su nueva versión 
colonizada, porción última de un sistema, luchador 
modelo occidental 2.9, packaging y plástico.
Ay de mi 
antiguo yo, dulce soldado, hwarang,
veo tu foto de aquel día, cruzado bajo el rígido plástico inguinal,
el arma adelantada, el trofeo barato en las manos,
las botamangas dejando tus patas flacas al descubierto,
esa locura repetitiva, paciente, hecha de humor negro, amarillo, 
y tornasoladas noches
en fríos tinglados de mil clubes del Gran Buenos Aires,
vida en mi cuerpo máquina, corazón en mi pecho ingenuo,
cuánto creías, 
te mandabas para adentro de un bocado
toda esa gansada de las artes marciales, 
y la convertías 
en aminoácido esencial, en glucosa, energético lípido,
entregado
a Choi, a los subversivos discípulos de Choi, 
ya sin resistencia, acostumbrado 
como a los largos y fríos inviernos en la montaña de Taebaek.

Marina Serrano (Quequén, Argentina, 1973)

Marinero del cielo y de la tierra
,
Griselda García Editora,
Buenos Aires, 2023










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