viernes, diciembre 22, 2023

Encuesta lírica / Los libros de 2023, 31

Marcelo Leites *


Astronomía para nictálopes, Juan Meneguín (El Suri Porfiado, 2023)
Para comenzar este comentario considero pertinente copiar lo que escribió el poeta Miguel Ángel Federik al comienzo del prólogo del libro: "La voz nictálope es tanto un sustantivo como un adjetivo, se escribe igual en femenino y en masculino, es de origen griego y su significado contradictorio- pues implica tanto a los que ven mejor de noche como a quienes tienen incapacidad de ver con poca luz". Meneguín titula su obra de ese modo porque la astronomía recorre gran parte del libro, como un centro de irradiación. Constructor de telescopios, se ha pasado la vida viendo los planetas y las estrellas, junto con un grupo de amigos con los que hace avistamientos nocturnos desde distintas zonas. También le apasionan las motos, es herrero, carpintero, editor y gestor entre otros oficios manuales. Y de alguna manera esos elementos aparecen yuxtapuestos, con una serie de conocimientos científicos, historiográficos, políticos,  dando como resultado una poesía que si tuviera que definirla diría que es una suerte de “Renacimiento contemporáneo”. Muchos de sus poemas son larguísimos, como si necesitaran el largo aliento ,y aún así no terminaran de decir lo que quieren decir. El algunos de ellos es inevitable no pensar en Juan Laurentino Ortiz, aunque no ya desde la armonía del mundo sino más bien desde su destrucción. Sin embargo, la naturaleza sigue estando, de hecho que se trata de un poeta entrerriano que se inscribe en la tradición literaria de esta provincia. Astronomía para nictálopes es una selección de varios libros y poemas inéditos en libro, desde aproximadamente el 2000. Cito dos poemas que no son los más representativos del libro porque los que me gustan resultan demasiado largos para este blog:

 AUTOBIOGRAFÍA DE UN RETRATO

18.

Soy un holograma de mí mismo.
Me veo como parado entre la pantalla y el proyector 
donde hay una película pasada en cámara lenta 
donde las épocas mueren cuando mueren las personas.
Las imágenes me atraviesan, el mundo pasa a través de mí 
como una niebla de luces y de sombras.
Otros mundos me traspasan otros mundos me trascienden. 
No era un río que me pasaba, era todo una época, 
salvaje y hermosa. Era una mera formación 
cuya sustancia estaba hecha de tiempo.
            Me mira aquella mirada.
                     La tarde declina más temprano.

Las imágenes pasan. Son como fotogramas de un 
         / mundo cambiante.
Un fragmento del Samsara en una cinta continua
donde pasan rostros, pasan acontecimientos,
caras recordadas y caras desconocidas,
retazos de conversaciones, días que amanecen
con vientos del sur, y hacia ese cuadrante dirijo la mirada:
calzo un pesado saco de lana cruda
y salgo a caminar el día.

                   Soy también ese mundo que me rodea 
                              y me atraviesa
                   como un holograma de mí mismo.

7.

Pero la mirada se mantiene cuando 
los días pasan, las estaciones pasan, 
el verano que una vez fue también se hace viejo, 
y ya no quedan amores frenéticos de carnaval 
- pantalones acampanados y bailarines mocasines-
aquella muchacha desconocida que ame una madrugada 
a la salida de un baile.
Ahora, las pupilas que se adaptan a la oscuridad
siguen mirando una noche de otro siglo
donde hay sábados de paga y unos pesos en los bolsillos
                                / del mediodía,
el salario de una semana en la carpintería.
El polvillo de la caoba pesa una tonelada, también
pesan esos billetes que hay en el bolsillo al mediodía del sábado.


Ahora los olores vuelven en sueños.
El carbón de hulla quemándose en una fragua 
de la herrería de Perull cuando el día estaba naciendo, 
el olor a petróleo de las locomotoras cuando 
                   el día estaba naciendo,
alcanfor y citrus de los inviernos 
cuando todavía había inviernos.


Las vías del ferrocarril separaban el mundo de arriba 
del mundo de abajo. El mundo del sur del mundo del
norte.
El sitio de juegos en el campito 
al costado de las vías y los largos trenes cargueros, 
al costado del atelier de pintura donde nacían 
mundos fabulosos como un libro de aventuras
escribiéndose cada dia cada tarde cada noche
con el aceite de lino crudo y el aguarrás y el cedro de los
                     /lápices
que inunda las fosas nasales y sentimos y decimos
"éste es el olor de un lápiz, éste es el olor de un color"
                       pero antes, mucho antes de este retrato 
                       que ahora sigue pintándose 
                       en el mentón que se perfila,
los bordes de la nariz, los ojos que miran más allá 
                       más allá de toda posible mirada.


Nadar en el tiempo, Osvaldo Picardo (Paradiso ediciones, 2023)
La primera particularidad de este libro se encuentra en el pie de página del primer poema, con lo que estamos frente a otro poeta que escribe, es decir, Antonio J. Orbe, un heterónimo que a la vez es el  traductor de los poemas. El hablante es entonces Oribe. Pero al final del libro, en el “Epílogo”, Picardo, como si hubiera sido un juego, se quita la máscara y escribe: (Donde el traductor celebra al poeta futuro que -con perdón de la gramática- nunca existió). En fin, me pareció muy interesante la vuelta de tuerca del procedimiento, heredado de Pessoa, naturalmente. En uno de los poemas lo hace hablar al poeta Kavafis y escribe un poema de amor: “Poco y nada entre las cenizas deja el tiempo, no dejes que los idiotas apaguen la llama”. Nadar en el tiempo es un libro reflexivo o más bien de una lírica reflexiva, pero el pensamiento surge a través de las imágenes: "Nada es tan real ni tan literario 
en la memoria primera, madre”. Nadar en el río es nadar en el tiempo. Quizá porque el espacio -el agua- deja de ser un espacio para convertirse en el tiempo que lleva dar cada brazada y ese estar fuera del espacio, en una especie de éxtasis en el tiempo. La poesía de Osvaldo Picardo es apacible, modesta, sin rebuscamientos retóricos y consigue la secreta complejidad de lo simple:


Nadar en el río es nadar en el tiempo

Nadar un río es diferente. Mi cuerpo 
recuerda. Conoce la diferencia.
Resiste la corriente, se aleja de la orilla, 
cada brazada da un golpe en la quietud.

La luz fluida casi dorada se desprende 
en grumos que multiplican los reflejos.
El río ya no es el mismo en el centro 
que en sus bordes donde reina asomada 
la sombra de la selva. En el río 
nada otro río. Se ve en la piel del agua, 
en sus arrugas plegadas a la ribera 
y en la tersura sedosa pero distante 
donde el otro respira pleno, rebosante.

El pasado se alza en cada ola que avanza.
El brillo de las cosas y las palmeras oscuras 
son reflejo de un museo de colores, y 
el diente de las bestias, y el ojo asomado 
al redondo presente que los acecha 
y la noche que avivan las llamas.

El pasado se alza en cada ola que avanza.
El brillo de las cosas y las palmeras oscuras 
son reflejo de un museo de colores, y 
el diente de las bestias, y el ojo asomado 
al redondo presente que los acecha 
y la noche que avivan las llamas.

Recuerdo la plegaria en cada bocanada 
y al niño que en una playa sin nubes 
pesca lo que no importa si existe.
 
El río respira con uno.
Me deslizo apretado a la desnudez 
y a la corriente. No es fácil el trabajo. 
Nadar es perdonar el tiempo, olvidar.


El viejo Cavafis te mira desde el mostrador de un bar

No, no sepas que te amo
ni la noche esconda a este viejo
más que a un gato. Es algo de mi aspecto humano,
que asusta o da pena,
pero estás viendo una máscara arrugada
detrás de la que un dios no se cansa de mirarte.
Y él quiere saber
el mundo de quién le está prohibido.
En el incendio de tu cuerpo,
mira la belleza del humo que hace creíble al viento. 
Poco y nada entre las cenizas deja el tiempo, 
no dejes que los idiotas apaguen la llama.
Estoy acá, donde podés alcanzarme 
donde el recuerdo no ha nacido, 
ni envejecen los ojos.


23, Alfredo Lemon (Barnacle, 2023)
Conocí este poeta gracias a Alberto Cisnero. Alfredo Lemon titula su libro 23, que es también el título de uno de sus poemas: “Enero 2023”. Van tres versos: ¿Quién habla cuando escribes? ¿Quién dicta la primera frase? ¿Alguien grita su obsesión? “El poema es la conciencia de un consuelo” escribe en otro de sus poemas. El libro no sólo habla de la muerte y de la fugacidad; de Dios y la belleza, el amor, todos temas clásicos, sino también de un colibrí, de Gandhi, del lenguaje, de Jacobo Fijman, y de otros temas. “¿Por qué escribir si nadie nos lee?”, se pregunta en otro poema. Pero obviamente no se trata sólo del contenido sino de la forma. Y la escritura de este libro es muy interesante; se mueve entre la transparencia del discurso y la simplicidad. Las imágenes fluyen claras y concisas. La enunciación suele ser en primera persona, alternando con una tercera. 23 es un libro auténtico y lírico:


1° de enero en San Marcos Sierras

Atrás quedó el bullicio del año viejo

Respiro alzo los brazos
veo el paisaje encajonado entre los cerros
fluye el río ante mis ojos
el pulso existencial en el agua

Cobijo de la hora
concédeme un milagro

La poesía es un alma cargada de futuro

Tengo tres libros alrededor de una sombrilla
y una botella de cerveza bajo los sauces

Los dragones descansan en la casa de piedra
y un duende saltó del callejón al santuario

Siempre la belleza sorprende y supera
 
Dios es una pasión desbordante

Quiero quedarme aquí 
divagando en un poema
descalzo desnudo 
en estado de gracia


60 años

Ahora, cuando el paladar todavía puede gozar las frutas,
en un momento en que las dudas parecen aquietarse,
oportuno resulta intentar un balance.

Pero: 
¿cómo decir la fugacidad 
mientras el acontecer sucede siendo?   

La vida dibuja nuestros rasgos
con rastros de memoria y arenisca.

Somos un soplo, una tiza en el viento del tiempo.

La máscara dice la verdad 
y el rostro miente.

La muchacha que baila a orillas del mar
será mañana la anciana que no podrá sostenerse.

Retorciéndose, el pensamiento sufre en secreto.

Las palabras también anochecen
y el color del olvido las cubre de negro.

Dios es un poema que no terminaré de escribir.


* Marcelo  Leites (Concordia, Entre Ríos, 1963). Poeta y crítico literario. Publicó los libros de poesía El margen de la aldea, Ruido de fondo (con prólogo de Leónidas Lamborghini), Tanque australiano y Adentro y afuera y los ensayos Cuatro poetas entrerrianos, Percepción de la música, La música de la poesía, Poesía y estilo y En un mundo sin cielo todo es despedida, este último, sobre la poesía de Mark Strand. Colabora en la revista virtual Op.Cit. Administra desde 2008 el blog La Biblioteca de Marcelo Leites. Integra el staff de la página Autores de Concordia. Coordina talleres de lectoescritura, corrección de textos y clínicas de obras desde 1992.

1 comentario:

  1. Verdaderamente honrado por tu mención Marcelo. Muchas gracias por tu lectura generosa de "23" de Barnacle Ediciones. Gracias por su inmenso trabajo ofrecido en este magnífico "Museo" estimado Jorge. Los abrazo grande, deseándoles lo mejor para sus días y sus obras. Alfredo Lemon desde Córdoba

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