domingo, junio 09, 2013

Poemas elegidos, 15


Roberto Pasquali
(Boloña, 1955)

Ci fu un redentore (Hubo un redentor), de Dylan Thomas
Salí de la escuela pensando que la poesía era algo aburrido, inútil y viejo con palabras muy lejanas de mi experiencia juvenil, pero algo en mis cuadernos escribía sin saber qué era y cómo llamar a esa forma de escritura. Un día me regalaron un libro de Thomas y fue como un relámpago en un cajón. Hablaba mi lengua y sentía cosas parecidas y él podía decirlas con palabras hermosas; en ese momento entendí qué era la poesía: decir cosas hermosas con palabras hermosas y con total libertad al mismo tiempo. Desde entonces no paré de leer y escribir poesía y de darla  a conocer, sobre todo a los chicos que se aburren en la escuela...




Ci fu un redentore

Ci fu un redentore
Più raro del radio,
Più comune dell'acqua, più crudele della verità;
Fanciulli tolti al sole,
Si riunivano intorno alla sua lingua
Per udire la nota dorata girare in un solco,
Prigionieri dei loro desideri sprangavano gli occhi
Dentro le carceri e gli studi dei suoi sorrisi senza chiave.

La voce dei pargoli dice
Da un perduto deserto
Bisognava far calma nel suo tranquillo tumulto;
Quando uomo ostile feriva
Uomo, bestia, od uccello,
Noi celavamo il terrore in quel fiato omicida;
Bisognava tacere, quando la terra divenne fragorosa,
Dentro le tane e i manicomi del terribile grido.

C'era gloria da udire
Nelle chiese del suo pianto,
Sotto il suo braccio piumoso, mentre colpì, sospiravi
O tu che non sapevi
Piangere sulla terra quando un uomo moriva,
Immettesti una lacrima di gioia nel divino diluvio
E appoggiasti l'orecchio a una conchiglia di nuvola:
Ora nel buio siamo soltanto tu e io.

Due orgogliosi oscurati fratelli,
Sprangati dall'inverno fianco a fianco
Gridiamo a questo vuoto inospitale anno,
O noi che non sapemmo
Trarre un solo sospiro nell'udire
La cupidigia umana avventarsi sul prossimo in fiamme
Ma gemendo corremmo a rifugiarci dentro le azzurre mura,
Ora versiamo gigantesche lacrime per la colpa mal conosciuta,

Per il crollo di case
Che non allevarono le nostre ossa,
Per le morti coraggiose degli unici mai ritrovati,
Orà vediamo, solitari in noi,
La nostra polvere di veri stranieri
Cavalcare attraverso le porte della nostra
Impenetrata casa. In noi esiliati, risvegliamo il molle,
Inerme, disserrato, scabro e setoso amore che frantuma ogni pietra.

Versión de Ariodante Marianni, 1965



Una vez hubo un salvador

             Una vez hubo un salvador
             más precioso que el radium
más simple que las aguas, más cruel que la verdad;
             reunidos por su hablar
             los niños se alejaban del sol
para oír la nota de oro dar vueltas en un surco
los prisioneros de sus deseos encerraban los ojos
en las cárceles y el indagar de su sonrisa sin llave.

             Desde un erial perdido
             voces de niños cuentan
que una calma se hacía en su inquietud segura,
             cuando el hombre opositor hería
             al hombre, el animal, o al pájaro
ocultamos el miedo en ese aliento asesino,
silencio, silencio que guardar cuando la tierra se volvió ruidosa
en las cuevas y asilos del tremendo alarido.

             Se dejó oír la gloria
             en las iglesias de sus lágrimas,
suspirabas cada vez que su brazo velludo te golpeaba,
             oh tú que no pudiste llorar
             sobre la tierra cuando un hombre moría
derramaste una lágrima de gozo en el diluvio sobrenatural
y apoyaste la mejilla en una caracola con figura de nube.
Ahora estamos solos tú y yo en la oscuridad.

             Dos ennegrecidos hermanos orgullosos
             encerrados en el invierno lado a lado
le gritan a este inhóspito año hueco.
             Oh nosotros que ni esbozar logramos
             un pálido suspiro cuando oímos
golpear a la codicia en nuestro prójimo y quemar al vecino
             pero acurrucados y lastimeros en el muro celeste
ahora soltamos una lágrima enorme por la caída pequeña que supimos,

             por los hogares derribados
             que no alimentan nuestros huesos,
ni las muertes valientes de unos pocos que jamás hallamos,
             mira ahora solitario en nosotros,
             cómo nuestro genuino polvo de extranjeros
             cabalga por las puertas de nuestra casa inexplorada.
Exiliados en nuestro propio ser levantamos
desatado, sin brazos, el amor sedoso y áspero que deshace todas las rocas.

Versión de Elizabeth Azcona Cranwell, 1974

Dylan Thomas (Swansea, Gales, 1914–Nueva York, 1953)

No hay comentarios.:

Publicar un comentario