El vals del Emperador
Los rufianes lo bailan en los salones
bajo la luz helada, entre los naipes
(las sotas tienen ya las rodillas podridas
y los caballos sed, y los reyes murieron).
Las dulces niñas corrompidas,
ah corrompidas, corrompidas,
quieren bailar conmigo,
pero no puedo porque se deshacen.
La mujer del Coronel (bastante vieja)
ha encendido las antiguas lámparas
y todos están juntos, qué terrible,
todos están dormidos esta noche
y el Emperador, vacilante,
ordena a la orquesta levantando
su índice muerto.
Cada uno lleva su almohadilla,
la alhaja concedida a la muerte,
la papeleta del nicho
y algunos agónicos nardos.
Míralos en el fondo del espejo,
cerca de los paraguas y los sombreros solos,
la última carta del Primer Ministro,
la Gaceta de ayer,
en el punto donde se encuentran
los olores perdidos,
un guante, un diente de oro, una violeta.
Todos están juntos, qué terrible,
y en lugar de la luz,
del reflector del techo cae una baba silenciosa, fría.
Es la muerte pequeña, pequeña todavía.
Raúl González Tuñón (Buenos Aires, 1905-1974), "Canciones del Tercer Frente - IV. Los caprichos de Juancito Caminador (1933-1939)", 1943, Poesía reunida, Seix Barral, Buenos Aires, 2011
Ilustración: El estudio rojo, 1911, Henri Matisse
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