Poema que compuso Juancito Caminador
en homenaje a Gustavo Adolfo Bécquer
Tan impresionante como dos manos cortadas sobre una frutera
o como un niño asesinado dentro de un piano
o como cualquier boca anochecida demasiado pronto,
Él tendrá siempre, a pesar del tiempo,
una ligera rubia sonrisa abandonada,
un olor, un sonido a violín dejado por un muerto,
o como el sombrero que queda solo en la sala
o como la historia referida sin nombres
o como una carta que pregunta por alguien que ya se ha ido.
Cuando provocamos una espléndida lágrima
-a las muchachas envejecidas delicadamente-,
cuando bebemos con desconocidos
y ciertas pensionistas francesas hablan del tiempo con nosotros
y ciertos criminales nos saludan,
no se puede decir que estemos solos.
Ahora que han muerto las diligencias y los editores
y no tenemos sauces ni suicidio
y no sufrimos tanto dando voces
y una angustia más fría nos sacude,
es ridículo preguntar: ¿Aquí vive el poeta?
Uno puede morirse de tristeza sin parque,
uno puede pedir prestado el diccionario a alguna tierna hija de ujier,
uno puede morir y que las putas digan: Lo hemos perdido para siempre.
Entre micrófonos, dramaturgos, secretarios, coristas, vedettes,
fabricantes, agentes, rosas, gasas, corambres, hornacinas, pedantes,
en medio del infierno del mundo nos vamos desangrando,
entre inspectores, curas, jueces, modistas, gerentes,
damos pequeños, adorables gritos.
Puedo decir que de nosotros, sin embargo, parten barcos,
insurrecciones, zonas, climas, territorios, pavores súbitos
y mascarillas de músicos muertos.
Y a través de nosotros pueden verse bandidos,
claustros con eruditos degollados,
aulas con profesores de barba y sin cabeza,
ágiles cazadores de cigarras,
osos amaestrados mordiendo dulces yugulares
y la lluvia sobre una camiseta.
Cuando nos retratamos vestidos de toreros,
cuando arrojamos al Danubio,
cuando matamos a una novia de provincia,
cuando nos damos un tiro de pistola,
cuando nos vamos sin pagar la cuenta,
cuando, al fin, conocemos al Ministro,
estamos solos, completamente solos.
Como un tambor con granadero muerto
o como una ventana a punto de morir sin golondrina
o como una siempreviva aplastada entre las páginas de un libro
o como un par de guantes sin señora dormido en una banco de piedra
o dormido, o rubio, así era él;
y nosotros estamos tan despiertos, tan ladrados, tan lúcidos,
y nuestro corazón por una mariposa se desangra,
por un obrero ahogado dentro de un pozo negro,
por una cabellera perdida, por un río agotado,
por cualquier cosa que provoque una espléndida lágrima,
por lo niños con las manos cortadas, por los negros linchados,
por las mujeres con los vientres abiertos a raíz de la última huelga general.
Raúl González Tuñón (Buenos Aires, 1905-1974), "Canciones del Tercer Frente - IV. Los caprichos de Juancito Caminador (1933-1939)", 1943, Poesía reunida, Seix Barral, Buenos Aires, 2011
Ilustración: I funerali dell'anarchico Galli, 1911, Carlo Carrà
en homenaje a Gustavo Adolfo Bécquer
Tan impresionante como dos manos cortadas sobre una frutera
o como un niño asesinado dentro de un piano
o como cualquier boca anochecida demasiado pronto,
Él tendrá siempre, a pesar del tiempo,
una ligera rubia sonrisa abandonada,
un olor, un sonido a violín dejado por un muerto,
o como el sombrero que queda solo en la sala
o como la historia referida sin nombres
o como una carta que pregunta por alguien que ya se ha ido.
Cuando provocamos una espléndida lágrima
-a las muchachas envejecidas delicadamente-,
cuando bebemos con desconocidos
y ciertas pensionistas francesas hablan del tiempo con nosotros
y ciertos criminales nos saludan,
no se puede decir que estemos solos.
Ahora que han muerto las diligencias y los editores
y no tenemos sauces ni suicidio
y no sufrimos tanto dando voces
y una angustia más fría nos sacude,
es ridículo preguntar: ¿Aquí vive el poeta?
Uno puede morirse de tristeza sin parque,
uno puede pedir prestado el diccionario a alguna tierna hija de ujier,
uno puede morir y que las putas digan: Lo hemos perdido para siempre.
Entre micrófonos, dramaturgos, secretarios, coristas, vedettes,
fabricantes, agentes, rosas, gasas, corambres, hornacinas, pedantes,
en medio del infierno del mundo nos vamos desangrando,
entre inspectores, curas, jueces, modistas, gerentes,
damos pequeños, adorables gritos.
Puedo decir que de nosotros, sin embargo, parten barcos,
insurrecciones, zonas, climas, territorios, pavores súbitos
y mascarillas de músicos muertos.
Y a través de nosotros pueden verse bandidos,
claustros con eruditos degollados,
aulas con profesores de barba y sin cabeza,
ágiles cazadores de cigarras,
osos amaestrados mordiendo dulces yugulares
y la lluvia sobre una camiseta.
Cuando nos retratamos vestidos de toreros,
cuando arrojamos al Danubio,
cuando matamos a una novia de provincia,
cuando nos damos un tiro de pistola,
cuando nos vamos sin pagar la cuenta,
cuando, al fin, conocemos al Ministro,
estamos solos, completamente solos.
Como un tambor con granadero muerto
o como una ventana a punto de morir sin golondrina
o como una siempreviva aplastada entre las páginas de un libro
o como un par de guantes sin señora dormido en una banco de piedra
o dormido, o rubio, así era él;
y nosotros estamos tan despiertos, tan ladrados, tan lúcidos,
y nuestro corazón por una mariposa se desangra,
por un obrero ahogado dentro de un pozo negro,
por una cabellera perdida, por un río agotado,
por cualquier cosa que provoque una espléndida lágrima,
por lo niños con las manos cortadas, por los negros linchados,
por las mujeres con los vientres abiertos a raíz de la última huelga general.
Raúl González Tuñón (Buenos Aires, 1905-1974), "Canciones del Tercer Frente - IV. Los caprichos de Juancito Caminador (1933-1939)", 1943, Poesía reunida, Seix Barral, Buenos Aires, 2011
Ilustración: I funerali dell'anarchico Galli, 1911, Carlo Carrà
Gracias, tremendas gracias por este poema y por Tuñón. Ahora se puede respirar; si se lo lee, el mundo ya puede seguir andando; "poesía es verdad", dijo alguien; Irene
ResponderBorrarél, tan despierto, tan ladrado, tan lúcido...
ResponderBorrar