Y si se quiere
conocer un alma
debe mirarse
en otra alma:
al extranjero y al enemigo lo vimos en el espejo.
Eran buenos muchachos los compañeros, no protestaban
ni por el cansancio ni por la sed ni por la helada,
hacían como los árboles y como las olas
que reciben el viento y la lluvia
reciben la noche y el sol
sin cambiar en medio del cambio.
Eran buenos muchachos, días enteros
sudaban en el remo con los ojos bajos
respirando al compás
y la sangre enrojecía una piel sumisa.
Una vez cantaron, con los ojos bajos,
cuando pasamos la desierta isla de los higos
hacia occidente, más allá del cabo de los perros labradores.
Si quieres conocer un alma, decían
debes mirarla en otra, decían
y los remos golpeaban el oro del mar
en medio del crepúsculo.
Pasamos muchos cabos muchas islas el mar
que lleva a otro mar, gaviotas y focas.
A veces mujeres desdichadas lloraban
a gritos sus hijos perdidos
y otras enajenadas buscaban a Alejandro Magno
y glorias hundidas en el fondo de Asia.
Anclamos en playas llenas de fragancias nocturnas
y trinos de pájaros, aguas que dejaban en las manos
la memoria de un inmensa dicha.
Pero los viajes no terminaban.
Sus almas se volvieron una misma cosa con los remos y los escálamos
con el grave rostro de proa
con la estela del timón
con el agua que rompía en sus rostros.
Los compañeros murieron uno tras otro,
con los ojos bajos. Sus remos
muestran el lugar donde duermen en la playa. *
Nadie los recuerda. ¡Justicia!
Yorgos Seferis (Esmirna, 1900 - Atenas, 1971), Seis poetas griegos. Versiones de Horacio Castillo, Ediciones Colihue, Buenos Aires, 2000
* Cúmpleme esto y clava en mi tumba el remo con el que yo remaba cuando estaba vivo, cuando estaba entre mis compañeros. Odisea, Canto XI, Homero. Edición de José Luis Calvo, Cátedra, Madrid, 2001 (N. de R.)
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Foto: ABC, Madrid, s/d
Bellísimo poema del gran Seferis. Saludos al administrador del blog! :))
ResponderBorrarQué grande, por dios. Ese mar de oro. Hasta se escuchan los remos. Tiene ecos de una voz ancestral. Estos griegos... siempre marcan, graban la cosa, ¿no?, Irene
ResponderBorrarA mí me gustó mucho porque realmente me remitió a muchos otros contextos en los que los hombres aguantan silenciosamente hasta morir. El final: "Nadie los recuerda. ¡Justicia!" me refuerza la idea de drama humano repetido. Muy conmovedor.
ResponderBorrarCarol: He visto que comienza sus últimos comentarios de este modo: "Me gustó mucho porque..." Le ruego no preste tanta atención a las conminaciones de Fondebrider y se sienta libre de decir simplemente "me gusta".
ResponderBorrarGracias a usted y a todos los que aprecian estos materiales.