jueves, agosto 07, 2008

Versos como glosas




Notas al poema Ahab, de Rafael Felipe Oteriño


Ahab
(Achab, en la traducción que se sigue a continuación), capitán del Pequod.

"...al echar una mirada hacia lo alto de la popa, sentí un escalofrío de mal augurio. La realidad era superior al presentimiento. El capitán Achab estaba de pie en la toldilla.
"No se observaba en él señal alguna de enfermedad física, ni tampoco de que se encontrara convaleciente de ninguna dolencia. Parecía un hombre al que se hubiese retirado de una pira en el momento en que las llamas habían comenzado a chamuscar sus miembros, sin por eso haberlos consumido ni haber disminuido la robustez". Ismael, marinero, narrador. Capítulo XXVIII. Achab

Odiándose, porque la obstinación ata cabos...
"...Para mí esa ballena blanca es la muralla que me impide el paso, más allá de la cual pienso a veces que no hay nada, pero ¿qué importa? Veo en ella una fuerza ultrajante y llena de astucia, algo que me atormenta y me aplasta. Por eso, me es igual que la ballena sea el agente o la parte esencial, lo que importa es saciar mi odio en ella. No hables de blasfemia, muchacho, pues yo sería capaz de golpear al Sol si éste me insultara. Porque el Sol puede hacer una cosa, pero yo puedo hacer otra, ya que existe siempre una regla en el juego y los combates del odio son los que presiden todas las creaciones". Achab. Capítulo XXXV. La gavia mayor.


...y los leviatanes se burlan del deseo
"-¡Achab! -exclamó Starbuck-. ¡Aún no es demasiado tarde para desistir, a pesar del ser el tercer día! Fíjate, Moby Dick no te busca... ¡Eres tú quien comete la locura de ir hacia ella!". Starbuck, segundo de a bordo. Capítulo CXXXV. La caza: Tercer día.


y es bella una mano en lo alto de la colina.
"¡Dios mío! ¿Qué es lo que corre por mí y me deja mortalmente tranquilo, aunque siempre al acecho? Las cosas del porvenir flotan ante mí como las formas vacías y los esqueletos. ¡Es como si todo mi pasado se hubiera convertido en un fantasma! ... ¡Mary, esposa mía! Te veo desvanacerte con pálidos resplandores por detrás de mí. ¡Hijo mío! No estoy ni siquiera seguro de que tus ojos sean azules. ¿Qué me ocurre? Los más intrincados problemas de la vida me parecen en estos momentos fáciles de resolver, pero veo unas extrañas nubes por delante de mí, que... ¿Será quizá que se acerca el final del viaje? (...) ¡Muévete, Starbuck! ¡Muévete! ¡Habla en voz alta! ...¡Los de las cofas! ¿Veis la mano de mi hijo sobre la colina?". Ibídem.


el alma una barcaza arrastrada mar adentro.
"Y, mientras Achab gritaba al timonel que sujetara el sedal, ordenando también que los tripulantes volvieran a sus sitios para poder así halar el cordel, éste estalló en el aire, a causa sin duda de su peso y su doble esfuerzo.
"-¿Qué es lo que ha estallado en mí? -murmuró Achab- ¿Qué nervio se me ha roto?". Ibídem.

Moby Dick, de Herman Melville (Nueva York, 1819-1891); traducción de Julio C. Acerete, Editorial Bruguera, Barcelona, 1978.

El poema:

Ahab

En el rostro, afuera, a bordo, a los lejos,
el ojo humano que mira, la claridad
perpetuamente observada, los ecos
y las sombras enfermas, la orilla
ordenadora y los perfumes del lecho,
combatiendo sobre precarios puentes,
odiándose, porque la obstinación
ata cabos que la lumbre en tierra no desata,
y los leviatanes se burlan del deseo
y es bella una mano en lo alto de la colina.

Durante años conversando a solas,
sin muelles declinantes en la tarde
ni sombras agoreras contra los débiles
muros: sólo la estela en el fondo del agua,
las olas golpeando remotamente la costa,
el cuerpo como una red de infinitos desafíos,
el alma una barcaza arrastrada mar adentro.

Rafael Felipe Oteriño (La Plata, 1945), Rara materia, Carmina, Buenos Aires, 1980.


Ilustraciones:
Herman Melville, foto en la portada de Journal up the Straits, 1860. Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos

Gregory Peck como el capitán Ahab en el filme Moby Dick (1956), basado en la novela de Herman Melville, dirigido por John Huston sobre el guión escrito por Huston y Ray Bradbury.


1 comentario:

  1. «Este es el lema del libro (el lema secreto), —Ego non baptiso te in nomine—adivine usted mismo el resto». Cartas de Herman Melville a Nathaniel Hawthrone, Junio 29, 1851

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