Sostiene el sombrero junto a la pierna derecha;
botamangas anchas, alto el tiro del pantalón,
lleva corbata y el infaltable pañuelo en el bolsillo superior del saco.
Está parado sobre una roca,
una mata pequeña,
al lado del pie izquierdo;
atrás, el arroyo,
más rocas, un arbusto y lejos, al fondo,
se adivina una casa:
mi padre sonríe, en un paisaje serrano;
hay algo inusitado en la foto,
aunque usual para la época:
el hombre, de traje,
en la sierra cordobesa.
En otra
de bordes dentados, en sepia,
de tres cuartos de perfil,
atildado,
con aire de galán,
posa,
presuntuoso,
pulcro,
"detallista". (Para él, una virtud cardinal);
peinado a la gomina, la raya casi al medio,
el bigote recortado con prolijidad;
aquí las solapas son anchas, lleva chaleco,
impecable,
el nudo de la corbata.
Las cejas pobladas sombrean
ojos claros;
miran con intensidad
como si la cámara fuera un espejo.
Debe tener veintisiete o veintiocho años;
su bella época en América:
vermuts en el club Atlético
junto a los notables del pueblo.
Años más tarde abrirá El Clásico,
la casa de ropa para el hombre elegante;
luego dejará el negocio
por culpa de un tío de mi madre,
la traición familiar.
Nos vendremos a Buenos Aires
pero en su leyenda,
lo que no fue,
y tenía deparado,
todo
queda en esa nube de oro;
"él estaba para otra cosa";
peso muerto del imaginario ajeno,
tejido crispado,
run run hostil,
eco estelar en la infancia.
Horacio Zabaljáuregui (América, provincia de Buenos Aires, 1955), América, Bajo la Luna, Buenos Aires, 2014
Foto: Horacio Zabaljáuregui FB
botamangas anchas, alto el tiro del pantalón,
lleva corbata y el infaltable pañuelo en el bolsillo superior del saco.
Está parado sobre una roca,
una mata pequeña,
al lado del pie izquierdo;
atrás, el arroyo,
más rocas, un arbusto y lejos, al fondo,
se adivina una casa:
mi padre sonríe, en un paisaje serrano;
hay algo inusitado en la foto,
aunque usual para la época:
el hombre, de traje,
en la sierra cordobesa.
En otra
de bordes dentados, en sepia,
de tres cuartos de perfil,
atildado,
con aire de galán,
posa,
presuntuoso,
pulcro,
"detallista". (Para él, una virtud cardinal);
peinado a la gomina, la raya casi al medio,
el bigote recortado con prolijidad;
aquí las solapas son anchas, lleva chaleco,
impecable,
el nudo de la corbata.
Las cejas pobladas sombrean
ojos claros;
miran con intensidad
como si la cámara fuera un espejo.
Debe tener veintisiete o veintiocho años;
su bella época en América:
vermuts en el club Atlético
junto a los notables del pueblo.
Años más tarde abrirá El Clásico,
la casa de ropa para el hombre elegante;
luego dejará el negocio
por culpa de un tío de mi madre,
la traición familiar.
Nos vendremos a Buenos Aires
pero en su leyenda,
lo que no fue,
y tenía deparado,
todo
queda en esa nube de oro;
"él estaba para otra cosa";
peso muerto del imaginario ajeno,
tejido crispado,
run run hostil,
eco estelar en la infancia.
Horacio Zabaljáuregui (América, provincia de Buenos Aires, 1955), América, Bajo la Luna, Buenos Aires, 2014
Foto: Horacio Zabaljáuregui FB
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