He visto un cuervo bajar
sobre un escalón de la escalera:
ha sido un milagro de negritud luciente
un largo escrito sobre el blanco de la piedra.
La entera bajada –mía y del cuervo– sabía a abedul y miel.
Nuestros cuerpos –el del cuervo y el mío– eran esbeltos y viejos.
–Mirándolo moverse noté
cuán ofuscado estaba el negro
algunas manchas y el andar incierto. También mis piernas, aquí y allá
/manchadas por la edad y el sol,
eran un signo como para él ese ciego andar a los saltitos.
Sin embargo los dos en amor amábamos: él sus pocas plumas brillantes, yo
/un residuo de gracia:
el ahusarse de las piernas hacia los pies y los pies ligeramente contraídos
frágiles (como los suyos) con garras carmesí.
Ahora volamos, él hacia el cielo y yo hacia la tierra
allá abajo de la escalera que me espera:
un limbo aún sin color, pero con musgo y piedras
un continente inexplorado.
Es un bien que vacila.
El cielo llama al cuervo.
La piedra hace crujir bajo mis pasos una orquesta de grava.
Devora partes de mí. Roe los talones
Antonella Anedda (Roma, 1958), "Dal balcone del corpo", 2007, Antologia, selección, traducción y prólogo de Jorge Aulicino, Hilos Editora, Buenos Aires, 2014
Foto: RAI
Amore e corvo
Ho visto un corvo abbassarsi
su uno dei gradini della scala:
è stato un miracolo di nerità lucente
un lungo inchiostro sul bianco della pietra.
L’intera discesa –mia e del corvo– sapeva di betulla e miele.
I nostri corpi –del corvo e mio– erano svelti e vecchi.
–Guardandolo muoversi mi accorsi
di quanto il nero fosse offuscato
di qualche macchia e di come l’andatura fosse
incerta. Anche le mie gambe, qua e là macchiate dall’età e dal sole
erano un segno come per lui quel cieco saltellare.
Eppure entrambi in amore amavamo: lui le poche lucide piume
io un residuo di grazia:
l’affusolarsi delle gambe fino ai piedi e i piedi leggermente contratti
fragili (come i suoi) con artigli cremisi.
Ora voliamo lui verso il cielo e io verso la terra
laggiù sotto la scala che mi aspetta:
un lembo ancora senza colore, ma con muschio e pietre
un continente inesplorato.
E’ un bene che vacilla.
Il cielo chiude il corvo.
La pietra mi scricchiola sui passi un’orchestra di ghiaia.
Inghiotte parti di me. Rode i talloni.
ha sido un milagro de negritud luciente
un largo escrito sobre el blanco de la piedra.
La entera bajada –mía y del cuervo– sabía a abedul y miel.
Nuestros cuerpos –el del cuervo y el mío– eran esbeltos y viejos.
–Mirándolo moverse noté
cuán ofuscado estaba el negro
algunas manchas y el andar incierto. También mis piernas, aquí y allá
/manchadas por la edad y el sol,
eran un signo como para él ese ciego andar a los saltitos.
Sin embargo los dos en amor amábamos: él sus pocas plumas brillantes, yo
/un residuo de gracia:
el ahusarse de las piernas hacia los pies y los pies ligeramente contraídos
frágiles (como los suyos) con garras carmesí.
Ahora volamos, él hacia el cielo y yo hacia la tierra
allá abajo de la escalera que me espera:
un limbo aún sin color, pero con musgo y piedras
un continente inexplorado.
Es un bien que vacila.
El cielo llama al cuervo.
La piedra hace crujir bajo mis pasos una orquesta de grava.
Devora partes de mí. Roe los talones
Antonella Anedda (Roma, 1958), "Dal balcone del corpo", 2007, Antologia, selección, traducción y prólogo de Jorge Aulicino, Hilos Editora, Buenos Aires, 2014
Foto: RAI
Amore e corvo
Ho visto un corvo abbassarsi
su uno dei gradini della scala:
è stato un miracolo di nerità lucente
un lungo inchiostro sul bianco della pietra.
L’intera discesa –mia e del corvo– sapeva di betulla e miele.
I nostri corpi –del corvo e mio– erano svelti e vecchi.
–Guardandolo muoversi mi accorsi
di quanto il nero fosse offuscato
di qualche macchia e di come l’andatura fosse
incerta. Anche le mie gambe, qua e là macchiate dall’età e dal sole
erano un segno come per lui quel cieco saltellare.
Eppure entrambi in amore amavamo: lui le poche lucide piume
io un residuo di grazia:
l’affusolarsi delle gambe fino ai piedi e i piedi leggermente contratti
fragili (come i suoi) con artigli cremisi.
Ora voliamo lui verso il cielo e io verso la terra
laggiù sotto la scala che mi aspetta:
un lembo ancora senza colore, ma con muschio e pietre
un continente inesplorato.
E’ un bene che vacilla.
Il cielo chiude il corvo.
La pietra mi scricchiola sui passi un’orchestra di ghiaia.
Inghiotte parti di me. Rode i talloni.
Gracias.
ResponderBorrar