Era tal y tan precoz
mi conciencia sobre el punto
que podría decirse que aprendí a leer
a los solos efectos de escribir
mi biografía.
Lo supe desde siempre, desde
antes incluso de saberlo. Una vida llena
de palabras perennes y redondas, una vida entera
me esperaba con sus 33 velitas, para ser
contada con crueldad barroca.
Y poner un punto
o dos
o esos suspensivos.
Iba a ser
extraordinariamente interesante.
Como la de todos.
Pues bien
ahora que todo ha sido consumado
permíteme olvidar, Señor. Déjame ser
ese amputado
que siente el dolor del pie que ya no tiene.
(inédito)
---
Jorge Castro Vega (Montevideo, 1963)
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