sábado, junio 20, 2009

Matías Heer / Apollinario





Apollinario
Apollinario


Miro a mis pies en el pasto donde
un movimiento miscroscópico me relaja:
el detritus de presentes y sinapsis
da cuenta de que el cadáver se propagó.
Ahora, cada una de las partículas
se mueve para reunirse o continuar disociándose.
Por lo tanto, la literatura ya fue. Fue el misterio, fue el patero
y fue el chating love. Pero la palabra que sigue en uso
destellando lo que no existe y, como 'perfección',
antologa lo que no se puede ver, y quizás
en esa antítesis se dé una existencia prematura
como un organismo táctil ideal prodría muscular
la trama que se extiende por detrás de lo que el juego
de pulseada china con el clítoris deja ver.

El juego está en nombrar las posibilidades
para realizarlas, batacazo monolipiteto excluviente sortmás.

El batacazo de la noche me halla monolipiteto
excluviente a la música y el mate, después de una siesta
sortmás.

Barracuda! Barracuda!

Refulge el porno horse por la cam.

Y la muerte, de ser una palabra mal significada
se volverá un adverbio de la difusión y propagación
de partículas más específicas e inagotables en sus perspectivas
que en su flujo componen el movimiento silábico
infinito en degradaciones prismáticas, onda
unas cristalizaciones que chispean
en las comisuras de las plantas arrastradas
por una oruga... y aun así... en la obsesión
por la vida del otro nos volvemos
un animal de baba que descompone
su intimidad.

Pasan
aviones vacíos y el viento que agita a más
trompeando el pasto que traga la luz de las colinas
mientras la reposera imantada al suelo
imita una calma veraniega en sus líneas amarillas

y al sentarme

no me interpreta.

Matías Heer (Buenos Aires, 1984), De irrisoria complexión, Colección Chapita, Buenos Aires, 2008

Foto: Heer (derecha) con Daniel Durand Clara Muschietti / Una tarea imposible

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