miércoles, septiembre 13, 2023

María Belén Aguirre / Dos poemas




Un caer hacia arriba muy cansado.
Un deshielo polar en la nevera.

Una mañana cualquiera. Esta, por ejemplo.
Un ejemplo que de tan singular lo explique todo.
Una duda, una suspensión momentánea del tiempo
en el espacio.
Una certeza, una flecha asertiva hacia Allá, envenenada.
Un ciervo de papel, en un bosque de papel. Polonia,
1996. Wisława escribe con letra diminuta la palabra
hierba y a las fauces con mano temblorosa se la acerca.
En el reverso de la alegría, la tristeza de escribir siempre
lo mismo.
Una demasiada presencia de la Realidad en la Poesía
diezmará comarcas enteras. Y no habrá sitio en este
mundo para tanto muerto. Amuchados, hacinados,
hermanados y al borde / del incesto
la tentación copulará en sus sienes
el atávico sueño del origen.
Y de la Realidad nacerán vástagos monstruosos.
Este es el sintagma y el paradigma.
Este, el catre en que me hundo.
Un espejo multiplica y aborrece. Yo escribo
a la velocidad de las sombras este, mi último poema.
Y mojo el canuto de mi pluma en el petróleo derramado
de las playas, de cuclillas
ante el estuario en que tu barca ha encallado.

Una tarde cualquiera. Esta, por ejemplo.
(El ocaso en que los pájaros migraron hacia el sur
solo su canto llevaban de equipaje, y en la garganta
de sus cogotitos pesaba más la nostalgia que el futuro).

Yo dije: No. Pero mi No
no detuvo el perverso
curso de la Historia.

Los duraznos de Cézanne relucen sobre la mesa.
Ya rebasan el mimbre del canasto. Ya se vuelven
para mí agua en la boca. Ya en el lienzo de la Mímesis
hinco el filo de mis colmillos. Ya sangran.
Ya ruedan bajo el agua
los carozos.

Una noche cualquiera. Esta, por ejemplo.
En procesión marchaban hacia el patíbulo
danzando los verdugos. A Dios reconocí, era el último.
Tenía Dios mi rostro, mis facciones, el mismo
rictus de mi boca. El mismo horror,
la misma plenitud de un fracaso contundente.

Este es, pues, mi lacrimae rerum.
Lágrimas de cocodrilo evaporándose
bajo el sol tibio de este otoño.

La opulencia y la escasez
han concluido.

Requiescat in pace.

La épica que arqueaba mis espaldas
por fin ha terminado.

La llave que abría se quebró, 2022

*

Tamar departe con Satán
a las puertas del Averno
(o Los inescrutables designios
del Señor)

Pero no está mal
que quieras el bien.
También yo
en algún momento
lo he deseado.
Después el Padre
fustigó mi alma
con empresas
oprobiosas.
Esculpió en mí
al monstruo necesario.
Y al mirarme al espejo
también yo
temí.

Fui sin dudar
la serpiente alada,
Eva, Caín y las fieras degolladas,
el cuchillo de Abraham,
la lascivia procreativa de Yahvé,
Lot fingiéndose dormido,
los hijos incestuosos,
el círculo perfecto,
la lepra de Job,
la viudez de Ruth,
los hijos de Jacob,
las diez plagas de Egipto,
Egipto,
la chispa que originó el gran incendio de Roma,
Roma,
la noche en que fueron concebidos
los niños perentorios,
la insidiosa mirada de Juan el Bautista,
la avaricia de Herodías,
las caderas de Salomé,
yo mismo en el desierto
saboreando la piedra,
las falsas promisiones,
el ósculo de Judas,
la negación de Pedro,
los clavos,
el madero,
la mosca pordiosera
zumbando
en el oído virgen
de mi hermano,
la doctrina crepitando
bajo el cuerpo combustible
Juana de Arco, los herejes
y las brujas,
Santa María, La Niña, La Pinta,
1492, Primera Guerra Mundial.
La serialización en las fábricas de la muerte,
Auschwitz.
Y Amnón he sido
entrando el Tamar.
Su horrenda virilidad.
Su miembro tumefacto.
La palma de su mano
abierta contra mi boca.
La impunidad iluminada
de esa mañana.
El temor de los sirvientes
a auxiliarte.

La obediencia.

La vara quebradiza de David.
Y también los celos de Absalón.
La rama inoportuna del árbol
que lo ahorcó.

La oscilación pendular de su cuerpo
por segunda vez impotente.

La manga de tu túnica
rota en el piso.

La impudicia de esa brisa
en tu brazo desnudo.

Tu pequeño puño cerrado.
Tus uñas incrustadas
en las líneas del destino.

La mudez de tu lengua
desde entonces.

Lo que he debido
soy.

Hace calor, mi niña.
Y estoy temblando.

El silencio de Tamar, 2014

María Belén Aguirre (Tucumán, Argentina, 1977)


Foto: La Nación 

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