viernes, septiembre 01, 2023

Demetrio Korsi / Dos poemas



Los ruiseñores ciegos

En jaula de oro su prisión tenían
mis ruiseñores, aves melodiosas
que honda nostalgia del azul sentían
en el tibio jardín, donde las rosas
-embriagadas de sol- languidecían. . .

Yo era perverso, como un Borgia altivo.
Vasta y rugiente orgia fué mi historia
sólo sabe Dios por qué estoy vivo;
¡pero de toda soñación cautivo,
de odio cegué y enloquecí de gloria!

Y constelé mi corazón de ensueños,
aunque la carne, el ídolo de lodo,
fué el más constante de mis dulces dueños:
pero salvé el tesoro de mis sueños,
de azul sonámbulo y de amor beodo.

Hice un lindo jardín en mi palacio
para escuchar mis pájaros en calma,
y, bajo un cielo de ópalo y topacio,
pensé que era más grande que el espacio
el glorioso infinito de mi alma. . .

Los ruiseñores, en sus jaulas de oro,
de sus arpegios el gentil derroche
oír dejaban en sonoro coro,
cuando de los luceros el tesoro
fulgía entre las sombras de la noche.

Mas, al llegar el alba, entristecían
esas aves. . . que quedaban silenciosas...
Y honda nostalgia del azul sentían
al ver que las estrellas se dormían
al despertar en el jardín las rosas.

Ansié una tarde disfrutar los magos
arpegios de mis pájaros cantantes;
en esa tarde azul, los cisnes vagos
se hubieran dicho lirios ambulantes
sobre el cristal de los dormidos lagos. . .

Pero los ruiseñores no cantaron. . .
-¡Más me valiera -dije- tener cuervos!
Y furiosas mis manos se crisparon,
y, a mi mandato de crueldad, temblaron
los colosales y desnudos siervos.

Sacáronle los ojos a los suaves
cantores de la gloria y la armonía,
con un largo alfiler, los siervos graves;
¡y a sus cuencas sin ojos, esas aves
sintieron que la noche descendía!

Desde entonces, sus trinos no han cesado. . .
¡No necesitan escuchar mis ruegos
para entonar su cántico exaltado!
¡Y cada día estoy más encantado
con mis preciosos ruiseñores ciegos!

Tierras vírgenes, 1923


Nocturno en gris

Lo gris se vuelve lluvia por la noche,
y esos muertos quisieran un gabán
para arropar sus sueños bajo tierra.
Al otro lado de la calle, un muro
con su verja de hierro, hecha exprofeso
no para que contemplen el mutismo
de tanta cruz anónima sin flores,
sino el parque de mármoles que encierra.

Las dos de la mañana. Insomnio errante
me empuja a un téte-a-téte con esta esquina
donde como una pústula del vicio
sórdidamente se abre una cantina.
Nueva generación de bebedores,
está en pie. . . Los otros, dónde están?
Todo igual. Solo yo no soy el mismo.

Una vez me embriagué en esta cantina.
Cantaba una mujer, bella en su tiempo,
que aún era como un bello anacronismo.
Descuartizaba un tipo en la guitarra
un valse como un clásico jigote.
Los dos ansiaban un pequeño lote,
ambos creyendo que la vida es buena.
Trabajaban los dos, sólo por eso.
Se embriagaban, después de la faena,
y ella escupía si él le daba un beso.

Tanta lucha por un pequeño lote
y tanta tierra que hay para los muertos.
Tanto afán de cantar con la guitarra
y nadie al fin se llevará ni un ruido.
Ya nadie canta. Para qué, si hay discos?
Son baratos: se tocan por un real.
Toque, toquen, que pronto habrá silencio.
Lo gris se vuelve lluvia por la noche.

El silencio es de un gris casi mental.
Una vez me embriagué en esta cantina,
hace ya un poco más de treinta años.
Todo, igual. Sólo yo no soy el mismo.
Cantaba la mujer y se reía.
Triste, fatal, como una rosa trunca.
La noche no se iba, enamorada
también de la mujer. Entre las copas,
aquella noche no acaba nunca,
lejos, cerca, como una lejanía. . .

Triste, fatal mujer, ni tan siquiera
queda ningún mal hombre que la nombre.
A veces, la recuerdo, cual si
fuera un disco roto en medio de un derroche
de juventud. Ni yo me atrevería
a tocarla otra vez, pues me hace falta
el real de juventud de aquella noche.

Entre el silencio de lo gris, está ella.
En lo más gris de su silencio, es barro;
ese barro común, con que a los muertos
cubren con reiterado despilfarro.

No tan alto, sombrío, se alza el muro
con su verja de hierro, hecha ex profeso
no para que contemplen el mutismo
de tanta cruz anónima sin flores,
sino el parque de mármoles que encierra.
Todo igual. Solo yo no soy el mismo.
Nueva generación de bebedores,
está de pie... Los otros... Dónde están?
Lo gris se vuelve lluvia por la noche,
y esos muertos quisieran un gabán
para arropar sus sueños bajo tierra.

Nocturno en gris, 1952


Demetrio Korsi (Ciudad de Panamá, 1899 - 1957) 


Foto: Demetrio Korsi, 1924 Blog Demetrio Korsi

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