miércoles, diciembre 21, 2022

Alberto Girri / De "En la letra, ambigua selva", 2




Relaciones con gemas

Experimentalmente, por obsesiva
compulsión de lapidarios
sujetos a revelarlas, tallar
las sagas que atesoran, ancestrales
desarrollos del cristal bajo presiones
inimaginables, calor, petrificantes hielos,
volúmenes de tizas y carbones
recalando en armoniosos cosmos
de perfección, durabilidad.

Presas en coronas, engastadas
para la historia, inmunes
a si las hace desfilar
ensartando colecciones de lamentos,
escasos actos virtuosos,
          o como seguros con que el avaro
contrarresta la avaricia de los pobres.

Frívolamente, desde el hueco
homenaje del oficio de rimar
"diamantes" con "mutantes",
          y la alegría
y obstinación de los que anhelan
una dieta especial y habitual de luz
          y fantasiosos
que combinan majestad y augurios,
mezclan los excesos del orfebre
con credulidades activas, sin tregua,
y donde la malaquita, color
para descifrar lenguajes irracionales,
es puesta junto a la esmeralda, jardín, verde
resplandor de sombra verde,
         y el zafiro, ala de insecto,
convive con el lapislázuli, tono
que induce a contemplación devota.
Multiplicad de pasados,
nostalgias de Paraísos,
angélicas perpetuidades,
         tantas son
las provocaciones que suscitan
cuantas las de considerar un mirlo
(trece, enumeró Wallace Stevens,
frecuentador de mirlos),
aunque las gemas no silben, no griten
y su dureza y pureza atraigan por alusiones
y nunca alcancen, como el mirlo,
a fraguar una unidad con el hombre y la mujer.


El sentido más que la belleza de las manzanas

Perennes cosechas
cubren los suelos,
y por remoto, vigente hábito,
comparable al de pelar un uva,
         los dientes no dejan de morderlas,
sólo que excesivas mudanzas
acontecieron desde las bíblicas manzanas
que al enfermo de amor curaban,
desde la manzana de Newton,
y la que Cézanne lustró
y eternizó para asombrar
con que la íntima realidad de las manzanas
no cuelga de ningún árbol, no cabe
en la escrupulosidad naturalista,
         y los que todavía
se consagran a pintar manzanas,
a demostrar con manzanas
irrefutables leyes físicas,
son envueltos en sarcasmos,
         y quienes las comían
libremente, confiados
en que una manzana por noche
aleja de males,
soportan pesadillas, despiertan
sobresaltados, temblando,
se provocan úlceras,
malsanas obesidades,
alergias y depresiones,
                       tal como se suele dar
en el comportamiento de animales en cautiverio.

Alberto Girri (Buenos Aires, 1919-1991), "En la letra, ambigua selva", 1972, Obra poética II, Corregidor, Buenos Aires, 1978

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