lunes, septiembre 12, 2011

Franco Fortini / Tres momentos



Para tres momentos

1

Estas hojas de los arces y esta luz
me recuerdan que una vez he visitado
un santuario, viajando por China.
Era el mes de setiembre, y una luz como esta.
Así eran las hojas en el vallecito aireado.

Concilio con los patios perfectos, con las carpas
que en los estanques, si se aplaude, suben. Pienso
que almas ofendidas o vencidas buscaron siempre persuardirse
de este modo. ¿Por qué en secreto las denuncia

las hierba que hasta la noche asiente al viento?

2

Pero la hierba que hasta la noche asiente al viento,
y devota parece consentir a muerte,
ah, no sabe nada de las almas heridas,
de su cauto afán de quietud. Y sin mente,
una planta que soporta, no muy distinta
del insecto y del reptil. Soy yo
el que vuelca su forma
en aquella definida forma, e ingenuo creo
realidad la metáfora.

Niega la eterna lírica piedad,
me digo, la fantástica separación
del sentido de verdad de la verdad,
de la pregunta sobre el mundo del mundo. Dispersa
la deliciosa nube del llanto
y sin el primer error, al menos, continúa.
Aun si no es tiempo todavía de reposo,
si no es lugar para la sabiduría,
tú tendrás al fin una sonrisa desilusionada,
que los otros verán temblando por sí mismos.

3

Esto aprendo en los claustros claros, en los santuarios,
en la perfecta cavidad dejada por los años jóvenes.
Esto con su símbolo me ordena
la hierba que el viento realmente desgasta.

Franco Fortini (Florencia, 1917–Milán, 1994), "Questo muro", Versi scelti, 1939-1989, Einaudi Editore, Turín, 1990
Versión de J. Aulicino


Per tre momenti
1
Queste foglie d’aceri e questa luce
mi rammentano che una volta sono stato
visitatore d’un santuario, viaggiando la Cina.
Era il mese di settembre, c’era una luce così.
Così le foglie nella valletta ventilata.

Indulgo ai cortili perfetti, indulgo alle carpe
che nelle vasche, se applaudi, salgono. Penso
che anime offese o vinte sempre così cercarono
di persuadersi. Perché in segreto le accusa

l’erba che fino a sera annuisce al vento?

2
Ma l’erba che fino a sera annuisce al vento
e devota sembra a morte consentire
ah non sa nulla delle anime ferite,
di quel loro cauto bramare quiete. E’ senza
mente, una pianta che pazienta, poco
diversa dall’insetto o dal rettile. Sono io
che la mia forma effondo
in quella definita forma e ingenuo credo
realtà la metafora.

Nega l’eterna lirica pietà,
mi dico, la fantastica separazione
del senso del vero dal vero
delle domande sul mondo dal mondo. Disperdi
la deliziosa nuvola del pianto
e fuor del primo errore procedi almeno.
Anche se non è tempo ancora di riposo,
se non è luogo ancora per la saggezza
e tu starai alla fine con un sorriso deluso
che gli altri bene vedranno tremando per sé.

3
Questo conosco nei chiostri chiari, nei santuari,
nelle perfette cavità lasciate dagli anni giovani.
Questo nel suo simbolo mi comanda
l’erba che il vento realmente consuma.
---
Ilustración: Paessagio invernale, 1930, Gianni Penagini

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