domingo, noviembre 07, 2010

Miguel Hernández / Tres poemas


Imagen de tu huella

V

Pirotécnicos pórticos de azahares,
que glorificarán los ruy-señores
pronto con sus noctámbulos amores,
conciertan los amargos limonares.

Entusiasman los aires de cantares
fervorosos y alados contramores,
y el giratorio mundo va a mayores
por arboledas, campos y lugares.

La sangre está llegando a su apogeo
en torno a las criaturas, como palma
de ansia y de garganta inacabable.

¡Oh primavera verde de deseo,
qué martirio tu vista dulce y alma
para quien anda a solas miserable!


El rayo que no cesa

2

¿No cesará este rayo que me habita
el corazón de exasperadas fieras
y de fraguas coléricas y herreras
donde el metal más fresco se marchita?

¿No cesará esta terca estalactita
de cultivar sus duras cabelleras
como espadas y rígidas hogueras
hacia mi corazón que muge y grita?

Este rayo ni cesa ni se agota:
de mí mismo tomó su procedencia
y ejercita en mí mismo sus furores.

Esta obstinada piedra de mí brota
y sobre mí dirige la insistencia
de sus lluviosos rayos destructores.


6

Umbrío por la pena, casi bruno,
porque la pena tizna cuando estalla,
donde yo no me hallo no se halla
hombre más apenado que ninguno.

Sobre la pena duermo solo y uno,
pena es mi paz y pena mi batalla,
perro que ni me deja ni se calla,
siempre a su dueño fiel, pero importuno.

Cardos y penas llevo por corona,
cardos y penas siembran sus leopardos
y no me dejan bueno hueso alguno.

No podrá con la pena mi persona
rodeada de penas y de cardos:
¡cuánto penar para morirse uno!


Miguel Hernández (Orihuela, 1910-Alicante, 1942), Imagen de tu huella. El silbo vulnerado. El rayo que no cesa. Otros poemas. Viento del pueblo, Editorial Losada, Buenos Aires, 1975

Ilustración: Miguel Hernández, por Benjamín Palencia El País, Madrid

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