lunes, octubre 18, 2010

Santiago Sylvester / Anoche, a eso de las doce...




(el eclipse)


Anoche, a eso de las doce,
un espectáculo crujiente metió a la luna en ese ceibo
y comenzó el eclipse: el primero del milenio, ahora
que todo se menciona así.
El
primer eclipse para verlo con cautela y premonición: así
ha empezado este año y nada dice que cambiará.
Cautela
para mirar la luna y olvidar que no es sino una piedra seca
dando vueltas por pura obstinación: cautela
que tiene algo de cauterio, ya que el año a olvidar dejó sus heridas
y ya ha empezado el ritual de lamerlas largamente para que se vayan
por la cicatriz.
Premonición
porque todo es premonitorio en el tiempo en que estoy: el
viento en las tejas, la llamada urgente a medianoche, el
saludo en la calle,
esa luna que se esconde: premonición
en cara y contracara,
desde los años que llevo contados hasta
los que faltan por contar
que una vez sumados serán todos.

Y aquí queda este apunte del veintidós de enero, sin tiempo
para el arrepentimiento,
cuando de tanta emoción con espectáculo incluido solo queda
un milenio por delante
y estas pocas palabras que, entre tanto, irán llenando el agujero.


Santiago Sylvester (Salta, 1942), El reloj biológico, Ediciones del Dock, Buenos Aires, 2007

Ilustración: Negro y violeta, 1923, Vassily Kandinsky

2 comentarios:

  1. Tuve la suerte de encontrarme con la poesía de Santiago Sylvester allá por el 2006, cuando vino a Mendoza a dar una "clínica de poesía". Aquí ninguna librería contaba con sus libros.

    Sus palabras en persona fueron inolvidables (por lo sabias y generosas), pero como todo poeta, tiene un poder profano: me traje sus otras palabras en un libro, "Calles". Una experiencia urbana de lectura que me dejó encantado.

    A partir de allí comencé el camino de lectura de sus libros anteriores, de los que he ido consiguiendo en realidad; como la primera edición de "Perro de laboratorio", la antología que editó el Fondo Nacional de las Artes y mi favorito "Café Bretaña".

    Cuando salió "El reloj biológico" aproveché un viaje a Buenos Aires y me lo compré en la Feria. Y fue impresionante cómo el viraje hacia el ámbito rural (o natural por contraste con la ciudad) le dio un aire nuevo, fresco pero sin perder lucidez a la poesía de Sylvester.

    Estos poemas publicados aquí dan cuenta, en parte, de todo lo que nos podemos encontrar en este nuevo libro.

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