lunes, octubre 11, 2010

Marcelo Díaz / Las ruinas de Disneylandia


El Tato afanaba fasos
en el kiosco de la esquina,
meaba desde el techo a la vereda
y un día se hizo cura.

El Chile se choreó un Mercedes
para ganarse una minita;
fue a parar a Batán
y en un tumulto turbio
lo limpiaron.

Miguel está pelado, pero es buen tipo.

Norma, Laura y Marcela
son maestras, y todas
tienen más de un hijo.

El Cabezón embarazó a la novia y se cagó la vida.
El Topo se volvió abogado y si te ve, no te saluda.

Yo un día regalé
todos mis cassettes de Kiss,
y ahora los extraño.

El Conejo era Campera Negra.
La vieja le gritaba todo el santo día:
Vas a terminar mal – le gritaba.
Me la veo venir – le gritaba.
Se casó con una gorda
que lo hizo evangelista.

El Panza transa merca de cuarta y levanta quiniela.
Ya tuvo una entrada en Villa Floresta.
La mujer le mete los cuernos.

Ricardito es Teniente de Navío y sueña
con un País definitivamente en Orden
y con rapar a todos esos
negros
vagos
de mierda.

Claudia se fue a Chile.

Silvina se fue a Santiago del Estero.

El hermano del Mono
se pegó un tiro en la cocina.
Siempre jugaba al fútbol con nosotros;
era más chico,
pero no se notaba.

Vos un día cruzaste la mano
de izquierda a derecha
en el agua de la sierra.
Escribiste una cosa que no sé.

Yo en la misma que supiste:
un tipo cuidadoso
de no joder
el sueño de nadie.

Kwai Chang Caine caminando
sobre papel de arroz.

Marcelo Díaz (Bahía Blanca, 1965), en Periódico de Poesía, México

Foto: Díaz XVII Festival de Poesía de Rosario

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