Todo era cierto y yo
sólo hice el ridículo.
Por supuesto que había
platillos voladores e incluso jardineros
extraterrestres que
con exquisito gusto hacían esos diseños que nosotros,
neandertales
irredentos,
llamábamos
agrogramas, con uno de los muchos y torpísimos idiomas que tenemos pero que no
merecen
ser considerados ni siquiera un estornudo
al lado de su música celeste.
Sigo.
Al fondo de ese lago escocés sí vivía un dinosaurio
que salía a pasear con Elvis por las noches, al amparo de ese
dispositivo de invisibilidad
que les regaló Margarita de Inglaterra feliz
por haberse follado a Mick Jagger cuando era joven y no ahorita, qué
asco!
(¿Podría, Señor Juez, pedirle a la reina Isabel que guarde compostura?)
Para no entretener con idioteces a Su valiosa eternidad, Señores
del Jurado,
en resumen no sé ni lo que dije y creo que sí creía pero me dediqué
a otras cosas.
Sólo espero clemencia.
Muchas gracias.
Me llega un mensaje: “Soy fulano, y quiero ser tu diputado…”.
Agoté las consultas a glosarios sadomaso (impresos y en línea) y todavía no entiendo qué
placer obtendré haciéndole caso.
Ángel Ortuño (Guadalajara, México, 1969-2021), "Neandertales irredentos", Periódico de Poesía, México, 12 de noviembre de 2018
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Foto: Art Contemporáneo
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