viernes, diciembre 02, 2016

La lira argentina, ¿cómo suena? / Conclusión y síntesis

       
La imagen casera del hombre es su enemigo. Debe ser destruida con palabras directas y paradojas. Tal es tu obra religiosa, mérito y sacrificio. ¡Golpea, Girri, con gracia metafísica!.
 - de una carta del monje y poeta Thomas Merton a Alberto Girri, sin mención de fecha (Alberto Girri, Obra Poética, Tomo I, Corregidor)

Abajo de este comentario, va la lista de las ideas que me parecieron personalmente más importantes entre las vertidas por los participantes de la encuesta "La lira argentina, ¿cómo suena?" que se publicó en este blog.

El conjunto muestra que si hubo poetas de menos de treinta años que leyeron la convocatoria a esta encuesta publicada en Facebook, todos se abstuvieron de participar.

Dos palabras sobre el tono: en general, no hubo ánimo guerrero, sino más bien amable. Cosa que se logra "con provinciana elegancia" diría Pasolini, no mencionando libros ni antologías ni ningún otro tipo de publicación tradicional, sino tendencias. Esto no es reprochable en modo alguno, sino simplemente observable. Con todo, hubo también mensajes cifrados, y mucho "a quien le caiga el sayo".

En gran parte de la encuesta se señala una creciente tendencia a la nada: poesía de anécdota, semejante a estados de Facebook (medio también señalado como "nuevo aparato crítico"), compulsión a publicar, pérdida de calidad literaria. Basta recorrer los textos de las respuestas para ver que esta preocupación es mayoritaria.

¿Se trataría de una autodefensa de los poetas de la segunda y tercera edad? En muchos casos los participantes indican las franjas "etarias" a las que refiere su opinión. En otros casos, no. El señalamiento de una poesía de lo cotidiano y banal como predominante fue hecho, es cierto, mayormente por poetas nacidos de 1970 para atrás, pero también por poetas más jóvenes, de modo que se trataría más bien de un juicio ideológico antes que "etario" (ideológico en el sentido más amplio del término, si cabe aclarar).

Si esta apreciación es correcta, asistimos al nacimiento de un nuevo mundo cultural del que la poesía es un síntoma. Es un mundo que no está interesado en dialogar con el otro ni en enfrentarlo, a estar de la ausencia total de poetas de 20 años que hayan respondido la encuesta. Ese mundo, para muchos, comenzó a perfilarse en los 90, pero venía creciendo desde los ochenta (vean el testimonio de Villa) y habría alcanzado su apoteosis en las redes sociales o con las redes sociales. La "desatención del consenso" sobre qué es poesía, con que Freidemberg inaugura la serie de respuestas, para indicar un cambio que rompe con la época, fue también desatención de otro consenso, el que rigió hasta los 90, y era más bien indiferencia que ruptura.

Un estado de melancolía ha invadido a otros veteranos. Se encontrarán en la encuesta con respuestas como las de Miguel Angel Morelli o José María Pallaoro, que miran hacia atrás.

Por cierto, todos señalan esta especie de banalidad posobjetivista como solo una de las tendencias actuales, y en el señalamiento de nombres surgen otras alternativas, aunque ninguna que no sea en los mayores de 30.

Tal vez esa es realmente la edad en que se puede ser poeta, no antes, salvo Rimbaud, ya se sabe, o poemas sueltos de algunos poetas en sus veinte años, incluso libros, como excepción.

Ezra Pound, a quien mi generación leyó después que a los españoles clásicos y a los coloquialistas locales, con lo cual estaba vacunada, creo, contra el "estilo traducción", creía en un progreso en el arte de escribir, no solo local, sino global, y no solo referido a una época, sino a todas las épocas sin distinción de idiomas. Su lista básica para comprender la evolución era corta, no más de una veintena de nombres, empezando por los griegos clásicos ("Para un método", en Antología general, Barral, 1973). Tal vez en cortos periodos se puede hablar de evolución, aclarado que fuese que en nuestro caso -y creo que en el de Pound- la elección de nombres o libros que contribuyeron a ese progreso no es una lista de los mejores, sino de los más eficaces. Así, en la lírica latinoamericana puede interesarnos Vicente Huidobro como uno de los pilares de un avance, sin que su obra se cuente entre nuestras preferidas.

La historia de la poesía local comenzó formalmente con, precisamente, La lira argentina ó colección de las piezas poéticas dadas a luz en Buenos Ayres durante la guerra de su independencia, en 1824. Fue un trabajo ordenado por decreto de Martín Rodríguez a su ministro Secretario de Gobierno, Bernardino Rivadavia, y encomendado a la Sociedad Literaria, que destacó a Vicente López y Planes, Esteban de Luca y Cosme Argerich para su realización. Muchas de las piezas son anónimas, otras están firmadas con iniciales, incluso con seudónimo, incluso con simples apelativos del tipo "Un ciudadano".

En caso de que acordemos con Pound en términos relativos, específicos (histórica y geográficamente acotados), hoy estaríamos viviendo una decadencia, no el nacimiento de un mundo.

Puede verse, fríamente, de los dos modos, porque en el primer caso "siempre habrá poesía", aunque no sea visible ni mucho menos "hegemónica", y en el segundo, porque "siempre habrá poesía", aunque no sea lo que se publica o difunde como tal. Cabe incluso la posibilidad de que esa nueva poesía contenga poesía.

Jorge Aulicino



Síntesis
(Citas y glosas)

Daniel Freidemberg: Asoma la afirmación de la singularidad y desatención del consenso acerca de qué es poesía. Desde hace un corto tiempo hay poetas que escriben sin tener en cuenta las interdicciones vigentes, entre ellas: nada de metáforas, nada de inquietud lírica, nada de hermetismo, nada de alterar la sintaxis o recurrir a un léxico o a modos expresivos que no sean los que se usan para hablar por celular o bromear entre amigos.

Jorge Fondebrider: Hay diferencias y convivencia. Lo que no se entiende es por qué muchos llaman poesía a lo que no lo es.

Pablo Caramelo: La ilusión del yo se tensa en la performance, y hay ecos de una lejana batalla de la poesía por la permisividad.

Marcelo Díaz: Existe una "zona de contacto" entre estéticas de los años 90 como punto de reinicio.

Santiago Sylvester: La disonancia no preocupa tanto como lo poco que tiene la poesía para decir.

Irene Gruss: Composiciones de escuela, historias cotidianas que reciben aprobación en Facebook.

Miguel Gaya: Existen rasgos comunes entre los nacidos desde mediados del siglo XX: "tal vez", economía de lenguaje, escasa lírica, mesura sentimental, indagación por el sentido.

Mercedes Alvarez: Retazos del "museo" de los 90 y poetas que vuelven a lo sagrado, unos en el plano simbólico, otros en el religioso.

Diego L. García: Tres tipos de poesía: facilista de autoayuda; de poetas que imitan a poetas traducidos y la de los que "rechazan la legalidad".

Valeria Cervero: Existe una línea de jóvenes que sigue los lineamientos de los noventa, pero también una "gran diversidad" de búsquedas.

Pablo Anadón: Predomina la prosa en versos de mayor o menor extensión.

Alicia Silva Rey: "Hay poéticas –para mí, las mayores de nuestra lírica actual y son más de cinco y menos de diez- donde intervienen la yuxtaposición, la intersección, le mot just que fisura el espacio-tiempo. Y, en el orden del ritmo, un palimpsesto donde la oralidad de antiguo cuño abre su delta intratextual."

Alberto Cisnero: "Si escribir fuese sonrisas, laics y ligeros apretones de manos tendríamos que leer demasiadas muchas cosas".

Rafael Felipe Oteriño: La poesía ha perdido su incidencia en la Historia, "ha apagado el énfasis y hace pie en las preguntas simples (y no tan simples) de una criatura que se sabe solo humana".

Diego Colomba: Hay algunos rasgos predominantes que en cada caso encarnan en poetas concretos que parecen darse como topografía de la poesía actual. (Colomba los menciona).

Griselda García: Hay dos franjas etarias: los de los nacidos en los 40-50, en los que predomina la reflexión, y los nacidos en los 70-80 en los que domina la emoción.

Miguel Angel Morelli: Nada me ha conmovido desde Juanele, Juarroz y Giannuzzi.

Carles Tavec: Resistencia y resiliencia como dos regiones de la poesia argentina.

Silvina López Medin: Prefiero señalar lo que me gusta de los poetas que me gustan: principalmente el riesgo.

Mirta Rosenberg: No hay tendencia hegemónica y sí una gran variedad de tendencias.

Valeria Melchiorre: Contrapunto entre romanticismo-modernismo y coloquialismo real-histórico (Melchiorre agrega unas construcciones metafóricas que parecen cifradas).

Jotaele Andrade: En los poetas de 45 años para abajo predomina un "realismo emocional" o "lírica de cabotaje".

Pablo Seguí: La nueva poesía suena como estados de Facebook; anécdota, prosa cortada, confesionalismo.

Silvia Camerotto: El poema es hoy una anécdota sostenida por el aplauso en Facebook que opera como nuevo aparato crítico.

Jonio González: Hay rayas marcadas con recelo; la lira argentina es la historia de esas rayas.

Eduardo Mileo: Las diferencias en los 80 fueron la reescritura de Boedo-Florida. Ahora, no hay movimientismo ligado a grandes acontecimientos políticos. Diáspora estética.

Silvana Franzetti: La producción creció, y también las diferencias. Existen modos distintos de difusión a tener en cuenta.

Javier Galarza: Las convergencias interesan. No hay hegemonías.

Valeria Pariso: Hay una tendencia al texto anecdótico, plano, sin vuelo: un "estado" de Facebook.

Diego Suárez: Precisión alejada de toda vanidad retórica en algunos poetas; juegos de sentido.

Rafael Gabino: La poesía responde con una búsqueda de "fulgores" al contexto de contaminación y arrasamiento a escala global, a la vez que con cada vez mayor individualismo.

José María Pallaoro: "Posiblemente yo ya no tenga oídos para el ritmo del tiempo actual".

Javier Cófreces: Mi función de editor es "estar atento"; celebro la poesía perfornática de los más jóvenes.

Javier Saleh: La publicación es compulsiva, se deja de lado la calidad de la escritura. Contra eso, predomina la pluralidad poética, incluso pluralidad en un mismo autor.

Mauro Viñuela: Hay una antinomia entre lo global y el sentimiento de individualidad. Y talento experimental relacionado con la crisis general. En muchos casos, suena muy bien.

Gabriel Roel: "En el mar de alusiones y cadencias suena la obsolescencia."

Mariano Shifman: Entre el verso libre y la forma clásica, hay excelentes poetas y otros que no hacen poesía sino relaciones públicas.

Horacio Fibelkorn: Reaparece lo confesional en los más jóvenes, que era sancionado con dureza en los 80. Les tiran centros a los sociólogos.

Damián Mereles: Se lee mucho más que antes gracias a las redes sociales. Esto trae cambios en los modos de producción. En ciertos círculos, es anecdotario de clase media que accede al campo literario.

Patricia Coto: Los talleres de poesía moldean voces iguales.

Luis Bacigalupo: Se ha abierto un espacio histriónico, narcicista, teatral. Parte del "negocio del ocio".

Ignacio Di Tullio: Entre los nacidos a partir de mediados de los ochenta, se revisitan algunas maniobras del objetivismo y del realismo sucio. Son lecturas insuficientes o superficiales de los 90.

Bruno Di Benedetto: No es preocupante el batifondo sino "cierta musiquita resignada" a ahorrarse riesgos en los temas y en el lenguaje, como si tocaran con "una piedra y dos palitos".

José Villa: La clave de la diferencia entre poetas anteriores y posteriores a los años ochenta es una disminución de la gravedad.

Imagen:  La Lira Argentina, ó Colección de las Piezas ... (edición original, 1824)

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