lunes, octubre 28, 2013

William Carlos Williams / Paterson, 15





Libro 2
Domingo en el parque 
I (Continuación)








No hubo amanecer más bello que el de mayo 2, 1880, cuando las Asociaciones Alemanas de Canto de Paterson se reunieron en el Monte Garret, como lo habían hecho durante muchos años, el primer domingo de mayo.
Sin embargo, el encuentro de 1880 resultó ser un día fatal cuando William Dalzell, que era dueño de una finca cercana al lugar de los festejos, le disparó a John Joseph Van Houten. Dalzell adujo que los visitantes de años anteriores habían pisoteado su jardín y este año estaba decidido a impedir que cruzaran cualquier porción de sus terrenos.
Inmediatamente después del disparo, el tranquilo grupo de cantantes se tornó en una furiosa turba que quería tomar en sus propias manos a Dalzell. La turba procedió luego a quemar el granero donde Dalzell se había refugiado de la iracunda multitud.
Dalzell le disparó a la turba que se acercaba desde una ventana del granero y una de las balas impactó en la mejilla de una niña… Algunos policías de Paterson sacaron a Dalzell del granero (hasta) la casa de John Ferguson a una media milla de distancia.
La multitud ahora llegaba a diez mil,

“¡la gran bestia!”
porque muchos de ellos se acercaron a la ciudad para unirse al conflicto. El caso parecía grave ya que la policía había sido superada en número. La multitud intentó entonces quemar la casa de Ferguson y Dalzell huyó a la casa de John McGuckin. Mientras permanecía en esta casa, el sargento John McBride sugirió que sería conveniente mandar a buscar a William McNulty, el deán de la iglesia católica de Saint Joseph.
De inmediato, el deán ingenió un plan. Llegó hasta la escena en un coche de alquiler. Tomando a Dalzell del brazo, ante la vista de la turba enfurecida, llevó al hombre hasta el coche y sentándose a su lado, le ordenó al chófer que arrancara. La multitud hesitó, desconcertada entre la valentía del deán y  .


Signos por todas partes de pájaros anidando, mientras
en el aire, lento, un cuervo zigzaguea
con alas pesadas frente a los picoteos
de pájaros más pequeños que revolotean a su alrededor
que caen en picada para apuñalar sus ojos

Caminando—
abandona el camino, y le es difícil
atravesar el campo, rastrojos y zarzas enredadas
que parecen pastura —pero no es pastura
—viejos surcos, que dicen del trabajo agobiante o
que fue agobiante aquí   .

una llama,
consumida.

El pasto duro .

¡Cuándo! delante de sus pies, casi tropezando,
tomando un camino,  allí comienza   .
¡un vuelo de alas púrpura!
—creadas invisiblemente (sus
chaquetas gris polvo)  ¡desde el polvo encendido
en repentino ardor!

Huyen, ¡trinando! hasta
que agotadas sus fuerzas se hunden
entre las ásperas matas nuevamente y desaparecen
—pero dejan, avivando la mente, un resplandor
de alas y  una canción que trina  .

Y un saltamontes rojo basalto, largo como una bota,
rueda desde el centro de su mente,
un montón de escombros desintegrándose bajo un
chaparrón tropical

¡Chapultepec! ¡colina del saltamontes!

—una piedra opaca cuidadosamente entrenada
para llevarse un rumor
de la presencia viviente que la ha precedido
antecediendo su respiración  .

Estas alas no se despliegan para el vuelo—
¡no hace falta!
el peso (en la mano) encuentra
un contrapeso o contra resistencia
en las alas de la mente  .

¡Él tiene miedo! ¿Entonces qué?

Delante de sus pies, a cada paso, el vuelo
se renueva. Un estallido de alas, un rápido
trinar   :

¡mensajeros de la ceremonia del amor!

—¡ardiendo en vuelo!
—¡ardiendo solo en vuelo!

¡No carne, sino caricia!

Él es llevado hacia adelante por las alas que anuncian.

Si esa situación contigo (tú ignorando esas cartas en particular y luego tu nota final) hubiera pertenecido al inevitable lacrimae rerum (como lo fue, por ejemplo, mi experiencia con Z.) su resultado pudo no haber sido (como lo ha sido) la destrucción de mi propia validez para mí, porque en ese caso nada que tuviera que ver con mi sentido de identidad hubiera sido herido—la causa de las propias frustraciones en estos casos no se hallan en uno mismo ni en la otra persona sino simplemente en el triste designio de las cosas. Pero como tu indiferencia a esas cartas no fue “natural” en ese sentido (o más bien, como considerarlo antinatural me obliga, psicológicamente, a sentir que lo que te escribí era lo suficientemente trivial, irrelevante y absurdo para merecer que lo evadieras) no podía sino resultar que ese lado de la vida en conexión con aquellas cartas debería en consecuencia significar para mí esa misma irrealidad e inaccesibilidad que la vida interior de las personas suele tener para nosotros.

—su mente una piedra roja tallada para ser
un vuelo sin fin   .
El amor que es una piedra sin fin en vuelo,
mientras que la piedra soporte
el último golpe del cincel   .

.   .   y se pierde y se cubre
de cenizas, cae desde un pila debilitada
y — ¡comienza a trinar!
¡Y ASÍ HACE, la piedra después de la vida!

La piedra vive, la carne muere
—nada sabemos de la muerte.

—del largo de una bota
ojos como ventana que están al frente de la cabeza entera,
¡Piedra roja! como si
una luz todavía pendiera de ellos  .

El amor

combatiendo el sueño
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el sueño

fragmentado.

William Carlos Williams (Rutherford, 1883-1963),  Paterson, New Directions, New York, 1963
Versión de Silvia Camerotto

Book Two
Sunday in the Park 
I

No fairer day ever dawned anywhere than May 2, 1880, when the German Singing Societies of Paterson met on Garret Mountain, as they did many years before on the first Sunday in May. //However the meeting of 1880 proved a fatal day, when William Dalzell, who owned a piece of property near the scene of the festivities, shot John Joseph Van Houten. Dalzell claimed that the visitors had in previous years walked over his garden and was determined that this year he would stop them from crossing any part of his grounds. //Immediately after the shot the quiet group of singers was turned into an infuriated mob who would take Dalzell into their own hands. The mob then proceeded to burn the barn into which Dalzell had retreated from the angry group. //Dalzell fired at the approaching mob from the window in the barn and one of the bullets struck a little girl in the cheek… Some of the Paterson Police rushed Dalzell out of the barn [to] the house of John Ferguson some half furlong away. /The crowd now numbered some ten thousand, /“a great beast!” //for many had come from the city to join the conflict. The case looked serious, for the Police were greatly outnumbered. The crowd then tried to burn the Ferguson house and Dalzell went to the house of John McGuckin. While in this house it was that Sergeant John McBride suggested that it might be well to send for William Mc Nulty, Dean of Saint Joseph’s Catholic Church. //In a moment the Dean set on a plan. He proceeded to the scene in a hack. Taking Dalzell by the arm, in full view of the infuriated mob, he led the man to the hack and seating himself by his side, ordered the driver to proceed. The crowd hesitated, bewildered between the bravery of the Dean and   . //Signs everywhere of birds nesting, while /in the air, slow, a crow zigzags /with heavy wings before the wasp-thrusts /of smaller birds circling about him /that dive from above stabbing for his eyes //Walking— //he leaves the path, finds hard going /across-field, stubble and matted brambles /seeming a pasture —but no pasture /—old furrows, to say labor sweated or /had sweated here     . //a flame, /spent. //The file-sharp grass   . //When! from before his feet, half tripping /picking a way, there starts /a flight of empurpled wings! /—invisibly created (their /jackets dust-grey) from the dust kindled,/to sudden ardor! //They fly away, churring! Until /their strength spent they plunge /to the coarse cover again and disappear /—but leave, livening the mind, a flashing /of wings and a churring song   . //AND a grasshopper of red basalt, boot-long, /tumbles from the core of his mind, /a rubble-bank disintegrating beneath a  /tropic downpour //Chapultepec! grasshopper hill! //—a mat stone solicitously instructed /to bear away some rumor /of the living presence that has preceded /it, out-precedented its breath   . //These wings do not unfold for flight— /no need! /the weight (to the hand) finding /a counter-weight or counter buoyancy /by the mind’s wings   . //He is afraid! What then? //Before his feet, at each step, the flight /is renewed. A burst of wings, a quick /churring sound     : //couriers to the ceremonial of love! //—aflame in flight! /—aflame only in flight! //No flesh but the caress! /He is led forward by their announcing wings. //If that situation with you (your ignoring those particular letters and then your final note) had belonged to the inevitable lacrimae rerum (as did, for instance, my experience with Z.) its result could not have been (as it has been) to destroy the validity for me myself of myself, because in that case nothing to do with my sense of personal identity would have been maimed —the cause of one’s frustrations in such instances being not in one’s self nor in the other person but merely in the sorry scheme of things. But since your ignoring those letters was not “natural” in that sense (or rather since to regard it as unnatural I am forced, psychologically, to feel that what I wrote you about, was sufficiently trivial and unimportant and absurd to merit your evasion) it could not but follow that that whole side  of life connected with those letters should in consequence take on for my own self that same kind of unreality and inaccessibility which the inner lives of other people often have for us. //—his mind a red stone carved to be /endless flight /Love that is a stone endlessly in flight, /so long as stone shall last bearing /the chisel’s stroke  . //.   .   and is lost and covered /with ash, falls from an undetermined bank /and  — begins churring! /AND DOES, the stone after thelife! //The stone lives, the flesh dies /—we know nothing of death. //—boot long /window-eyes that front the whole head, /Red stone! As if /a light still clung in them   . //Love //combating sleep /------------------ /the sleep /piecemeal

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