sábado, marzo 29, 2008

La tormenta, de H. Vaughan, II versión

Atendiendo las opiniones vertidas, y ante la clara probabilidad de que en la última estrofa Vaughan pida de Dios la asistencia del llanto, queda así:


La tormenta
1
Veo el sentido: y conozco mi sangre,
no es un mar
sino una baja y limitada inundación;
sin embargo, roja, como el mar;
tiene un flujo tan fuerte como el suyo
y bullentes corrientes que deliran
con la misma ondeante fuerza y los silbidos
con que fluctúan las montañas.
2
Pero cuando sus aguas golpean con tal violencia,
oscuras tormentas y vientos
incitan esa feroz discusión
antes que apaciguarla:
así el ancho aire furioso
agita el flujo de esa inundación;
pero tiempos calmos de mayor claridad
producirán las tormentas en mi sangre.
3
Señor, entonces rodéame con nubes de llanto
y deja mi mente
en rápidas ráfagas suspirando bajo aquellos despojos,
el espíritu ventoso;
en fin, que tal tormenta que purgó a este recluso
pecador con facilidad lo hizo abominable,
y viento y agua por Tu gracia
ambos lavaron y dieron alas a mi alma.

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