lunes, febrero 20, 2017

Diego Muzzio / De "Hyeronimus Bosch"
















Avaritia

Trescientos autos abandonan el Monte Calvario
aplastando viejos cráneos de hombres y animales,
arrastrando pedazos de la cruz, restos del manto,
las guanteras repletas de clavos oxidados y martillos,
y obesas mujeres sudorosas en vestidos floreados
aprietan contra sus pechos frascos con tierra del Gólgota,
piedras manchadas de sangre, esponjas embebidas en vinagre
que apestan al humo pertinaz de una quemadura.
Regresan a la aldea. En el Mercado de las Reliquias
se asean los mostradores y se preparan los carteles
con las sumas a pagar por un jirón de mortaja,
una espina, dos lágrimas derramadas por Magdalena.
Sucumbe el sol detrás de las nubes.
Pero mañana habrá pingües ganancias de esta excursión
al perímetro electrificado del monte donde aún
rondan mujeres llorosas, ratas, perros, pescadores
bajo la luz glacial de una promesa incumplida.


Invidia

Escucho, te oigo murmurar entre los búhos
que revolotean alrededor de un grupo de mujeres,
considerando la longitud del fémur, el perfil,
el suave movimiento de la cabellera cuando gira la cabeza,
la engañosa seguridad de un amor duramente conquistado.
Tus manos rebosantes de alfileres, tu lengua, la nariz
que se adelanta para husmear el perfume que exhalan
las manadas de gacelas que anidan entre sus pechos.
Y fuiste vencido. Sobre las sábanas sólo hubo carne
complaciente al embrujo de tu largo esqueleto
empujando como una máquina en la oscuridad
y en mis noches se instaló una idéntica serpiente
que envuelve y aprieta mi cráneo hasta triturarlo.
Yo también fui vencido. El cordón umbilical
que desde siempre nos unía transporta ahora
sólo tristeza, excrementos, despojos,
la negra caballería de nuestra mutua destrucción.

Diego Muzzio (Buenos Aires, 1969), Hyeronimus Bosch, Ediciones del Dock, Buenos Aires, 2005


Foto: Diego Muzzio en FB

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