jueves, febrero 23, 2017

Czesław Miłosz / Dos poemas













La huida

Cuando nos escapábamos de la ciudad incendiada,
En el primer camino campestre volviendo atrás la mirada,
Decía yo: “Que la hierba cubra nuestras huellas,
Que en las llamas se callen los gritantes profetas,
Que los muertos a los muertos cuenten lo sucedido.
A nosotros nos tocó crear una generación nueva y violenta,
Libre del mal y de la dicha que ahí han existido.
Sigamos”. Y la espada de fuego nos abría la tierra.

                                                                 1944, Goszyce



Duermo mucho

Duermo mucho y leo a Tomás de Aquino
o La muerte de Dios (una obra protestante casi).
A la derecha, la bahía como fundida del estaño,
detrás de esta bahía la ciudad, detrás de la ciudad el océano,
detrás del océano el océano, hasta el Japón.
A la izquierda las colinas secas con hierba blanca,
detrás de las colinas el valle irrigado donde se cultiva arroz,
detrás del valle las montañas y los pinos ponderosa,
detrás de las montañas el desierto y las ovejas.
Cuando no he podido sin alcohol, viajaba con alcohol.
Cuando no he podido sin cigarrillos y café,
viajaba con cigarrillos y café.
Fui valiente. Trabajador. Casi un ejemplo de virtud.
Pero esto no sirve de nada.

Señor doctor, me duele.
No aquí. No, no aquí. Ya no sé.
Tal vez sea por exceso de islas y continentes,
de palabras calladas, de bazares y flautas de madera,
o por beber frente al espejo, sin gracia,
aunque uno iba a ser alguien al estilo de un arcángel
o San Jorge en el Bulevar de San Jorge.

Señor curandero, me duele.
Yo creía siempre en sortilegios y supersticiones.
Naturalmente que las mujeres tienen sólo una, alma católica,
pero nosotros tenemos dos. Cuando bailas
en el sueño visitas lejanos pueblos
y hasta las tierras nunca vistas.
Ponte, por favor, los amuletos de plumas,
hay que socorrer a uno de los nuestros.
He leído muchos libros pero no les creo.
Cuando duele regresamos a las orillas de algunos ríos,
me acuerdo de aquellas cruces con signos del sol y de la luna,
y a los hechiceros, cómo trabajaban cuando la epidemia del tifo.
Manda tu otra alma detrás de las montañas, detrás del tiempo.
Dime, voy a esperar, qué has visto.

                                                                           1962, Berkeley


Czesław Miłosz (Szetejnie, Lituania, 1911-Cracovia, Polonia, 2004), Czeslaw Milosz, selección, traducción y nota introductoria de Jan Zych, Material de Lectura n° 108, Universidad Nacional Autónoma de México, 2011

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