Vela
Cuando muere alguien pero no es de día ni de noche.
Y ni tú ni él están presentes. Ni aquí ni allí.
Empieza a llamear tenue sobre la cocina a gas.
Sin prestigio. Y no vive, y no ha muerto
Lo que proteges oculto bajo la mano.
No pregunta, no da respuestas.
No está del lado del bien. No está del lado del mal.
No conoce la mentira, ni la verdad, ni el sentido y sinsentido.
No es futuro y no es pasado.
Es y a la vez no existe. No es que sea o que no fuera a ser tú.
No es que no fuera sólo algo o algo distinto.
Ni aire ni fuego. Ni luz ni llama.
Ni abismo ni esperanza. Ni sí ni no.
Cuando muere alguien, alguien todavía no ha muerto.
Bajando por el pabilo trepó dentro de sí.
Extiendes la mano tras él y lo apagas.
Muro
No pasa un día sin que pienses
Que también a ti te han amurallado fuera del mundo.
Te han quitado perspectivas. Expulsado.
No pasa una mañana sin que te jures
Que hoy destruirás ese muro, ni una noche
Sin que vuelvas destruido. Tú rebelión no tiene sentido.
No hay nadie que te brinde la seguridad de la oposición.
Los ladrillos se abren solos, suavemente como las horas.
Te dejan pasar aun antes de que los toque tu mano.
Aunque no hay ningún otro lado, ningún otro lugar.
No llegas a ninguna parte y nada te retiene.
No tienes un muro donde todo eso tenga fin.
Y tu muro es nunca nadie en ningún lugar.
Ales Steger (Ptuj, Eslovenia, 1973), Regreso a casa, ed. Beletrina, Ljubljana, 2001
Traducción de Pablo J. Fajdiga
Envío de Jonio González
Hay una matemática abundancia de verbos en ambos poemas; sendos títulos son breves y sólidos contrastando en su quietud con la insuficiencia de unos verbos que se neutralizan a sí mismos en actuaciones opuestamente recíprocas. La realidad aquí es una continua pérdida de realidad; un estado de cosas que segrega lentísimamente su postergación en un desvanecimiento causado, al parecer, por la indeterminación de sus límites. Me encantan estos poemas. Me provocaron vértigos.
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