El problema con la poesía
El problema con la poesía, me di cuenta
al caminar por la playa, una noche --
fría arena de Florida bajo mis pies desnudos,
un espectáculo de estrellas en el cielo --
el problema con la poesía es
que nos incita a escribir más poesía,
más lebistes llenando el tanque de pesca,
más conejitos
brincando desde sus madres hacia el pasto húmedo.
¿Y cómo terminará?
a menos que el día finalmente llegue
en que hayamos comparado todo en el mundo
con todo lo demás
y que no quede nada por hacer
más que cerrar despacio nuestros cuadernos
y sentarnos con los brazos cruzados sobre los escritorios.
La poesía me llena con alegría
y me levanta como a una pluma en el viento
la poesía me llena de pena
y me hundo como una cadenita arrojada desde un puente
…mayormente la poesía me llena
con la urgencia de escribir poesía,
sentarme en la oscuridad y esperar una pequeña llama
que aparezca en la punta de mi lápiz.
Y con eso, el deseo de robar, de asaltar los poemas de otros,
con una linterna y una máscara de esquí.
Y qué triste banda de ladrones somos,
carteristas, rateros comunes,
pensé,
mientras una fría ola se arremolinaba a mis pies
y el faro movía su megáfono hacia el mar
que es una imagen que robé directamente
a Lawrence Ferlinghetti --
para ser perfectamente honesto, por un momento --
el poeta ciclista de San Francisco
cuyo libro, pequeño parque de diversiones,
llevé en el bolsillo de mi uniforme
por todos los pasillos peligrosos de la escuela secundaria.
Billy Collins (Nueva York, 1941), The Trouble with Poetry, Random House, NY, 2007
Versión de Marina Kohon
The Trouble with Poetry
The trouble with poetry, I realized
as I walked along a beach one night --
cold Florida sand under my bare feet,
a show of stars in the sky --
the trouble with poetry is
that it encourages the writing of more poetry,
more guppies crowding the fish tank,
more baby rabbits
hopping out of their mothers into the dewy grass.
And how will it ever end?
unless the day finally arrives
when we have compared everything in the world
to everything else in the world,
and there is nothing left to do
but quietly close our notebooks
and sit with our hands folded on our desks.
Poetry fills me with joy
and I rise like a feather in the wind.
Poetry fills me with sorrow
and I sink like a chain flung from a bridge.
But mostly poetry fills me
with the urge to write poetry,
to sit in the dark and wait for a little flame
to appear at the tip of my pencil.
And along with that, the longing to steal,
to break into the poems of others
with a flashlight and a ski mask.
And what an unmerry band of thieves we are,
cut-purses, common shoplifters,
I thought to myself
as a cold wave swirled around my feet
and the lighthouse moved its megaphone over the sea,
which is an image I stole directly
from Lawrence Ferlinghetti --
to be perfectly honest for a moment --
the bicycling poet of San Francisco
whose little amusement park of a book
I carried in a side pocket of my uniform
up and down the treacherous halls of high school.
---
Foto: Billy Collins Random House
"...cadenita arrojada desde un puente" poeta mano amorosa para un lápiz en llamas
ResponderBorrar"Y con eso, el deseo de robar, de asaltar los poemas de otros,
ResponderBorrarcon una linterna y una máscara de esquí.
Y qué triste banda de ladrones somos,
carteristas, rateros comunes...", esto sabe a verdad.