domingo, agosto 30, 2015

Eduardo Ainbinder / De "¡Párense derecho!"
















El vaciadero

que lo acepta todo no lo aceptó,
la casa de tolerancia no lo toleró,
tampoco hizo nada el aguantadero.
Aun así, el pordiosero
preside su no lugar en el mundo
y desde una montaña de basura
-he aquí su mobiliario-
con tono poco hospitalario
señala: "Aquí, en el inframundo,
se forman parejas increíbles,
las inmundas para los inmundos
están siempre disponibles,
más de un cuento hay
con cucos y cuquillos,
a mamá coneja se le escapan
conejos con colmillos,
y así, todo es reunión de fealdades.
No hay más posibilidades".


Érase un señor

que mientras indefectiblemente
se dirigía hacia un horizonte
de iluminaciones negativas, repetía para sí:
"El mayor tesoro que un hombre posee es agradar".
"El mayor tesoro que un hombre posee es agradar".
Y cuando pensó que tras pronunciar estas palabras
en vez de insectos zancudos
distinguidas damas se le acercarían,
de pronto encontrose
a una inquisitiva mujer
en estado exasperante:
"¿Por qué no puedo estar yo
en estado interesante?
¿Acaso los tiempos muertos
en los que transcurren los maleficios
no son en verdad, ocios propicios,
para pasar de un estado a otro?".
Una y otra vez se preguntaba
aquella señora en estado exasperante
que sólo quería estar en estado interesante.

Eduardo Ainbinder (Buenos Aires, 1968), ¡Párense derecho!, Gog y Magog, Buenos Aires, 2015

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